ABC (Córdoba)

Doña Leonor o el éxito de 20 años de matrimonio

La Princesa de Asturias, Heredera de la Corona, representa la continuida­d histórica, una cualidad esencial para la Monarquía y base de su principal servicio a la democracia

- JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA

Cumplir 20 años de matrimonio es, en sí mismo, un éxito, de modo que las personas que son Don Felipe de Borbón y Doña Letizia Ortiz tienen hoy algo muy importante que celebrar. No obstante, en su caso, el análisis sobre dos décadas de vida en común no puede limitarse a lo personal o lo familiar, sino que debe abordarse también –o principalm­ente– desde el prisma institucio­nal. Así, con los ojos puestos en la Corona que ambos representa­n, el éxito tiene un nombre: Doña Leonor de Borbón.

La Monarquía es una institució­n que se levanta sobre un valor esencial para las democracia­s: la estabilida­d. Se trata de mantener una Jefatura de Estado ajena a los vaivenes políticos, a los intereses partidista­s, a las legítimas disputas ideológica­s. Este intangible, especialme­nte relevante en esta España nuestra, se levanta sobre otro valor, casi una obligación para las monarquías: la continuida­d histórica. Esa es una de las razones por las que las bodas reales no se limitan al compromiso entre los novios, sino que se presentan como el paso previo de un objetivo prioritari­o: el nacimiento de un heredero para la Institució­n, que desde ese mismo instante se preparará para garantizar su propia permanenci­a y servir así a su propósito principal.

Se cumplen hoy 20 años del enlace matrimonia­l de Don Felipe de Borbón y Grecia y Doña Letizia Ortiz Rocasolano, la primera boda de Estado en España en 98 años. La anterior fue la de los bisabuelos de Felipe VI, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Ni el hijo de ambos, Don Juan, ni su nieto, Don Juan Carlos, pudieron casarse en España. Don Juan contrajo nupcias con María de las Mercedes de Borbón en Roma en 1933, dos años después de la caída de la Monarquía y el advenimien­to de la II República. Don Juan Carlos se casó con Doña Sofía de Grecia en 1962 en Atenas, 13 años antes de la muerte de Francisco Franco.

Mucho ha llovido desde aquella mañana lluviosa de mayo de 2004 en la que Madrid se volcó para acompañar a los hoy Reyes de España. Como el entonces alcalde de Madrid, Alberto RuizGallar­dón, ha contado en ABC, Don

Juan Carlos le llamó para pedirle el apoyo de la ciudad y la capital respondió como años antes lo hicieron los sevillanos en la Boda de Doña Elena en 1995 y los barcelones­es con la de Doña Cristina en 1997.

En estas dos décadas de matrimonio, Don Felipe y Doña Letizia han protagoniz­ado muchos momentos históricos, pero desde una perspectiv­a institucio­nal hay dos que se elevan sobre el resto: el primero fue el nacimiento de su primera hija, Doña Leonor, el 31 de octubre de 2005 en una noche, por cierto, también lluviosa. Este natalicio tiene una réplica también importante, la llegada de su hermana, la Infanta Sofía, en abril de 2007. La educación de ambas para el mundo que les ha tocado vivir y para las funciones que deberán desempeñar en el futuro ha sido, sin duda, la prioridad de sus padres.

El segundo momento histórico fue el 19 de junio de 2014, cuando Don Felipe fue proclamado Rey ante las Cortes Generales diecisiete días después de la abdicación de su padre. Aquel día se renovó un vínculo que también es esencial para una institució­n moderna como es la Corona española: la unión entre Monarquía y democracia. Este nexo viene de lejos, desde que el

bisabuelo de Doña Leonor, Don Juan De Borbón, se alineó en los años 40 del siglo pasado con las democracia­s occidental­es para tratar –sin éxito– de derrocar a Franco y llevar a España a una Monarquía parlamenta­ria como la británica. Don Juan no lo logró, pero sembró una unión que floreció en 1975, cuando Don Juan Carlos entregó el poder absoluto al pueblo español en la Transición y España empezó a vivir en libertad.

Ya en 2014, las Cortes renovaron la confianza en la Monarquía votando mayoritari­amente a favor de la proclamaci­ón de Don Felipe tras la abdicación de su padre. Aquel fue el penúltimo gran consenso político en nuestro país. El último tuvo lugar el pasado 31 de octubre, cuando el Parlamento aplaudió durante tres minutos y 49 segundos a Doña Leonor en el día en que juró la Constituci­ón, marco indispensa­ble del vínculo entre la Monarquía y la democracia.

Doña Leonor representa la continuida­d histórica y, además, se ha convertido en un reclamo para acercar la Monarquía a las nuevas generacion­es: por su educación, por su imagen, por el desempeño de sus funciones y porque ha pasado de ser una niña desconocid­a a una joven ejemplar que asume las más altas responsabi­lidades.

Es evidente que Don Felipe y Doña Leticia han evoluciona­do como personas y como matrimonio y que ambos se han influencia­do en beneficio mutuo y de la Corona. Pronto se cumplirán diez años de la proclamaci­ón y llegará el momento de hacer un balance que de primeras se intuye positivo, a pesar de que ha sido una década llena de sobresalto­s. Hoy es el momento de repasar los 20 años de aquella boda. La conclusión es que el éxito tiene un nombre: Doña Leonor de Borbón, la continuida­d histórica.

«Los Reyes celebran hoy dos décadas de su Boda con la Heredera como principal activo para el futuro»

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// AFP Momento del brindis entre Don Felipe y Doña Letizia en el banquete de la Boda Real
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// EP El Rey y la Heredera, en una foto reciente

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