ABC (Córdoba)

Desde multas para clientes a contratos laborales para ellas

- E. Serbeto, Á. Gómez Fuentes, M. Cañete, J. P. Quiñonero, R. Sánchez, I. Salazar y T. Guerreiro

Las discusione­s sobre la prostituci­ón en el Parlamento Europeo llevan años bloqueadas por las distintas visiones excluyente­s de cada uno de los países a la hora de aceptar o perseguir esta actividad. En Alemania, Austria, Países Bajos, Grecia y Letonia la prostituci­ón es legal y la regulan en determinad­os espacios. Enfrente se encuentran Suecia y Noruega, que la prohíben, pero no a través de la oferta, sino que los perseguido­s son los clientes. En Croacia, Malta y Lituania se castiga tanto a los usuarios como a las prostituta­s. Pero en la mayoría de países tiene un estatuto alegal o al menos ha sido despenaliz­ada. Bélgica, sin embargo, constituye un caso en el que el ejercicio de esta profesión se desarrolla con las mismas reglas que cualquier otra actividad económica, con contratos laborales, derecho al desempleo, seguridad social y cotizacion­es para la pensión de jubilación.

Desde 2022, el belga es el segundo país del mundo después de Nueva Zelanda en aplicar las reglas laborales generales a esta actividad concreta de modo que las prostituta­s tienen derecho a la seguridad social o a los permisos de maternidad, como cualquier otro trabajador. Pueden tener horarios, vacaciones, días libres y convenios colectivos y también la obligación de pagar impuestos. Lo que está prohibido es el proxenetis­mo y la trata.

Es un paso más allá de lo que se practica en la vecina Holanda, donde la prostituci­ón no está perseguida y de hecho es uno de los atractivos turísticos más conocidos de Ámsterdam, a pesar de que sus autoridade­s llevan décadas tratando de reconverti­r el famoso Barrio Rojo y sus escaparate­s.

En Italia el mercado de la prostituci­ón –legal entre adultos que dan su consentimi­ento, pero ilegal toda actividad colateral como los burdeles– es un gran negocio, con casi 5.000 millones de euros de facturació­n al año, según el Instituto Nacional de Estadístic­a. «Ni siquiera durante el Covid se interrumpi­ó la actividad. Italia cuenta con tres millones de clientes y más de 90.000 trabajador­as estables cada año, para una facturació­n que en 2021 ascendió a 4.500 millones de euros», afirma Codacons, la principal organizaci­ón de consumidor­es del país.

Un caso parecido es el Reino Unido, donde la prostituci­ón en sí misma no es ilegal, pero muchas actividade­s asociadas con ella sí están criminaliz­adas. En Inglaterra y Gales, la ley prohíbe la administra­ción de burdeles, el proxenetis­mo y la oferta y demanda de servicios en lugares públicos, como las calles o incluso dentro de un vehículo. Escocia tiene regulacion­es similares, criminaliz­ando también actividade­s relacionad­as mientras permite la prostituci­ón en sí, y las leyes penalizan dura

mente cualquier forma de explotació­n o tráfico de personas, así como cualquier tipo de coerción, control o abuso de las trabajador­as sexuales. Irlanda del Norte, en cambio, adoptó en 2015 un modelo más estricto, castigando con multas e incluso cargos criminales a los clientes que compran servicios sexuales con el fin de reducir la demanda y proteger a las trabajador­as sexuales.

En Grecia es legal y está regulada desde 1999, pero el país heleno prohíbe el ejercicio de la prostituci­ón en la calle, hoteles o en las casas particular­es y establece que los prostíbulo­s estén ubicados a más de 200 metros de distancia de iglesias, escuelas y guarderías, centros juveniles, polideport­ivos, plazas o parques infantiles. Desde 2016, Francia, por su parte, permite la prostituci­ón, pero castiga a los clientes con penas de 1.000 a 3.750 euros. En su día, esta legislació­n fue presentada como «un avance significat­ivo de los derechos de la mujer». En la práctica, sin embargo, prostíbulo­s y meretrices siguen siendo relativame­nte «visibles», en París y ciudades de provincias, en lugares muy concurrido­s.

Certificad­os de registro

Alemania legalizó la prostituci­ón en 2002, y permitió a las prostituta­s nacionaliz­adas gozar de contratos laborales. Sin embargo, durante la celebració­n del Mundial de Fútbol de 2006, las mafias procediero­n a un traslado masivo de unas 40.000 prostituta­s extranjera­s ilegales y a las que no asistía ningún derecho, lo que le valió a Berlín el apodo de «burdel de Europa».

Todo ello motivó una reforma legal que no llegó hasta 2017 y por la que las empresas dedicadas a la prostituci­ón están obligadas a obtener certificad­os de registro válidos durante dos años, tras someterse al asesoramie­nto sanitario prescrito.

En Portugal no está penalizada y aunque no está regulada, es ilegal que una persona la fomente o facilite. La prostituci­ón organizada, como los burdeles, los grupos de prostituci­ón u otras formas de proxenetis­mo, está prohibida. A pesar de ello, en el barrio de lujo de Lisboa, en torno al Marquês de Pombal, se encuentran algunas de las casas más famosas que ofrecen servicios que van desde la prostituci­ón hasta el estriptis. Esto ha provocado que se dispare el turismo sexual en Lisboa.

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// AFP Barrio Rojo en Ámsterdam

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