ABC (Córdoba)

Con ‘Grand Tour’ vuelve Miguel Gomes a la excelencia lírica de ‘Tabú’

La jornada ha sido el día de la lengua portuguesa en el certamen

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE ENVIADO ESPECIAL A CANNES

Era el día de la lengua portuguesa y las dos películas que salieron a competir por la Palma de oro se expresaban en ese idioma: la portuguesa ‘Grand Tour’ y la brasileña ‘Motel Destino’. Ni hay que sacar conclusion­es por ello ni había otras coincidenc­ias en esas obras más que el hecho de que se hablaran en portugués. La primera la dirige Miguel Gomes, cineasta magnífico y con más prestigio que público, y la brasileña, de Karim Aïnouz, con algún título sobresalie­nte, como ‘La vida invisible de Eurídice Gusmao’.

Como la primera, ‘Grand Tour’, sí apunta maneras de palmarés (aunque para otro año, con otro jurado), empezaremo­s por ella y por todo lo que la convierte en especial. Cuenta una aventura romántica, aunque en realidad sean dos, una de huida y otra de persecució­n, y lo hace al modo inimitable de Miguel Gomes, con su tratamient­o abrumador del blanco y negro, con su planificac­ión y sintaxis con aroma de cine pionero (mudo), con su voz en ‘off’ que impregna la historia de una crema de nostalgia, con su libérrimo usufructo de los tiempos, los espacios y los tonos poéticos, con la permanente sensación de bruma, humedad, densidad romántica, trágica y de rincón selvático.

Esa aventura romántica en realidad son dos: la de un joven, Edward, funcionari­o británico destacado en Birmania a principios del siglo XX, que se enreda en un viaje de huida cuando se entera de que su prometida va hasta allí para formalizar la boda, y la de una joven, Molly, que decide emprender un viaje por el complicado Oriente detrás de su novio huido. La primera parte le pertenece a Gonçalo Waddington, que interpreta al funcionari­o y que huye por otras razones distintas a la falta de amor; y la segunda, a Crista Alfaiate, actriz habitual de Gomes, que le pone un punto de ironía y buen humor a su aventura tras el novio evaporado porque sabe que es por falta no de amor sino de entereza. La parte de la persecució­n es mucho más amena, divertida, sensible y entrañable que la parte de la huida, lo que quiere decir que la película atrapa mucho más en su segunda mitad. Pero ambas son fabulosas e hipnóticas, con ese manejo mágico de la luz y los encuadres y los ambientes líricos y exóticos.

‘Grand Tour’ tiene una gran conexión con las mejores zonas de ‘Tabú’, esa película asombrosa de Miguel Gomes con el alma conectada a lo último que hizo Murnau (‘Tabú 1931’). Pero, si su paquete de enormes cualidades llega de algún modo al jurado, será un milagro.

La del brasileño Aïnouz, ‘Motel Destino’, tal vez tenga otras cualidades, pero no son estéticas, ni líricas, ni narrativas, ni románticas ni ningunas otras que se nos ocurran. Podría ser una película de intriga (poca), de pasión sexual (menos) o de recolocaci­ones sociales o de género (ninguna)… Es una historia de un joven que huye del lugar de los hechos y se refugia en el Motel Destino del título, que se dedica a prestar habitacion­es por horas para el chundachun­da de urgencia y que está regentado por una pareja, él merluzo y ella besuga, cuyo interés sociológic­o o antropológ­ico es también ninguno.

Tiene varias escenas de gimnasia sexual que la convierten en audaz y sus protagonis­tas se entregan a ellas con sabiduría y oficio, bien por ellos; la trama quiere ser escabrosa, pero no pasa de desordenad­a, y poco hay que sacar de allí. Vamos, que no es el Motel de Norman Bates.

La película del cineasta portugués apunta maneras de palmarés (aunque para otro año, con otro jurado)

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// ABC El portugués Miguel Gomes

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