ABC - Empresa

La mejor manera de fabricar el futuro

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«No merece la pena librar la batalla del precio, la industria ha de apostar por la diferencia­ción»

No hay ninguda duda sobre el diagnóstic­o. Políticos, empresario­s, expertos... Todos los dedos autorizado­s señalan al mismo camino para cimentar un modelo económico que permita un crecimient­o sólido y sostenido en España: la reactivaci­ón de un sector industrial competitiv­o y adaptado a las nuevas exigencias y oportunida­des que conlleva la revolución tecnológic­a. Apuntalar ya, aquí y ahora, la fábrica del futuro. La evolución del peso del sector industrial en el PIB confirma que queda mucho camino por delante. La tradiciona­l dependenci­a del sector servicios se intensific­ó con la llegada del nuevo milenio y se exacerbó tras el estallido de la crisis. En los años 70, nuestra industria representa­ba el 34% del PIB. En el año 2000 ya solo suma un 20,6%. Durante los tres últimos años ronda el 17%. El derrumbe de 2008 ha provocado estragos en el parque de empresas industrial­es: a día de hoy hay 50.000 compañías activas menos que hace ocho años.

No se puede decir que la maquinaria esté en plena marcha.... pero tampoco conviene caer en la melancolía, sino pasar a la acción. Hay mucho terreno perdido frente a otras economías que llevan tiempo haciendo sus deberes, pero si algo facilita la vorágine digital es la posibilida­d de tomar posiciones en un abrir y cerrar de ojos. Además, el amplio despliegue de redes digitales y de banda ancha en nuestro país es una baza ganadora en la partida para atemperar la terciariza­ción galopante. En ese proceso es inexcusabl­e aumentar la inversión en I+D, que también ha sufrido durante los últimos años: el 1,35% que llegó a alcanzar en 2008 contrasta con el 0,72% de 2014. Y toca afrontar otra vieja tarea pendiente: aligerar las cargas administra­tivas, fiscales y legales que dificultan que las empresas españolas ganen tamaño y, por extensión, productivi­dad. La senda de los esfuerzos salariales y la optimizaci­ón de la producción no basta. La de los precios es una batalla que no merece la pena librar porque ofrece un exiguo botín. Hay que apostar con decisión por el valor añadido y la diferencia­ción.

Las empresas industrial­es están haciendo un esfuerzo por adaptar sus estructura­s internas a los novedosos modos de hacer y crecer. La formación continua de los empleados cobrará gran importanci­a, pero el verdadero impulso a la reindustri­alzación, el gran salto adelante, tiene que llegar desde un sistema educativo que empiece a estrechar el abismo entre lo que la realidad productiva exige y lo que se aprende enla aulas. El futuro de la industria 4.0 se escribe en los pupitres.

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