La industria española, ante el reto de ganar tamaño y ser más tecnológica
El sector se enfrenta a la revolución digital con 50.000 empresas menos que antes del estallido de la crisis
Ha sido un mensaje recurrente entre los políticos, especialmente tras los estragos de la crisis: reindustrializar España, y adaptar sus centros fabriles a la realidad digital, es una prioridad estratégica para consolidar un modelo económico sostenido y equilibrado. Es un hecho que los países con un sector industrial potente resisten mejor los ciclos de recesión, como demuestran casos como el de Alemania. El Gobierno aprobó en 2014 un Plan para el Fortalecimiento del sector en España, al hilo de una iniciativa de la Comisión Europea para que en el año 2020 la actividad industrial represente el 20% del PIB del Viejo Continente.
¿Pero se ha avanzado algo desde entonces? ¿Dónde está nuestro país en materia industrial? La realidad es que queda mucho por avanzar para recuperar el terreno perdido. En el siglo pasado, en la década de los años 70, la industria y el sector energético suponían el 34% del PIB y generaba el 25% del empleo total en España, según datos del INE. Este peso fue disminuyendo a medida que transcurrieron los años. Según recoge un estudio del profesor del IE Ra- fael Pampillón, en el año 2000 ya representaba tan solo el 20% del PIB y el 13,6% del total de puestos de trabajo. La crisis exacerbó la «terciarización» de la economía española y el peso del PIB industrial se ha reducido en torno al 17% (el del sector servicios ronda el 75%). Otro reciente estudio de José Luis Curbelo, profesor de la Universidad Camilo José Cela, cifrababa la participación en el PIB de la industria manufacturera en un 15,5%, tres puntos por debajo de la media europea. Hay más datos para el desaliento. Desde 2008, el parque de empresas industriales se ha reducido en unas 50.000 unidades, situándose por debajo de las 200.000 fábricas.
En un reciente artículo en estas páginas, Valenti Pich, presidente del Consejo General de Economistas, hacía un certero diagnóstico de las amenazas que cercan al sector productivo español («el proceso de deslocalización, la caída de márgenes económicos, o la dependencia exterior del suministro energético») y sus debilidades: «El bajo esfuerzo en investigación y desarrollo, agravado por la escasa y mejorable relación universidad-empresa; la dependencia del capital externo, que ha reducido el desarrollo de más multinacionales autóctonas; nuestra estructura empresarial, en la que predomina un tejido de pymes que por sus características experimenta un lento crecimiento de la productividad; diseños de infraestructuras al margen de las necesidades del sector; dificultades de oferta de factor humano con estudios técnicos y, finalmente, un cierto despilfarro de recursos por la falta de coordinación entre las diferentes Administraciones».
A nadie se le escapa que la reconversión de parte de la industria vasca, de astilleros y el cierre de muchas minas que, en la mayoría de los casos, no podían competir con los costes de producción que se lograban en otras partes del mundo, están detrás de esta disminución del peso relativo de la industria en el panorama económico. La desaparición de buena parte del tejido industrial se llevó por delante cientos de miles de puestos de trabajo que no se han recuperado en otros sectores de actividad. Y si se ha hecho, ha sido con la consiguiente rebaja salarial. No hay que perder de vista que la retribución media de los empleos industriales es un 20% superior a la de otros sectores como servicios o construcción. Y el empleo es más estable. Dos tercios de sus empleados permanecen más de seis años en su empresa.
Un gasto necesario
La cuestión ahora es cómo potenciar la reindustrialización, lo que tiene que venir necesariamente de la mano de la tecnología y de la inversión en investigación y desarrollo, una de las asignaturas pendientes de este país. «La falta de inversión en I+D+i es uno de los principales puntos a mejorar en España para poder ser más competitivos. El gasto en I+D en España no llega al 1,5% del PIB y solo la mitad de este se encuentra financiado por las empresas. Si nos comparamos con Alemania (3,0% de gasto en l+D sobre el PIB, 70% financiado por las empresas) o Francia (2,3% y 65%, res-
La inversión en I+D no llega al 1,5% del PIB en España, y solo la mitad es financiada por las empresas