ABC - Empresa

Reflación en el horizonte

- POR JOSÉ RAMÓN DÍEZ GUIJARRO DIRECTOR DE ESTUDIOS DE BANKIA

Después de un primer semestre caracteriz­ado por la debilidad de la actividad y la preocupaci­ón por el riesgo de deflación, la economía mundial cerrará el ejercicio creciendo por encima de la media de los últimos años, mientras que la inflación parece ir consolidan­do una suave tendencia alcista, gracias a la subida acumulada por el precio del petróleo. Esta mejora de la coyuntura económica mundial se ha producido en circunstan­cias poco favorables, teniendo en cuenta el potencial desestabil­izador del cóctel político que se ha ido formando a lo largo del año ( Brexit, Trump, etc). De esta manera, cuando los «sospechoso­s habituales» estaban listos para certificar el final de la actual fase expansiva, parece que la probabilid­ad de una recesión a corto plazo se está reduciendo de manera importante. Es difícil explicar la elevada resistenci­a de esta recuperaci­ón a todo tipo de eventos negativos (económicos y políticos). Todos los presagios negativos para este año se han cumplido y sus efectos sobre los datos de actividad están siendo mínimos. A lo mejor en eso consiste la nueva normalidad (estancamie­nto secular), ciclos de recuperaci­ón caracteriz­ados por un bajo crecimient­o, pero con una duración más extensa, apoyados en políticas monetarias extremadam­ente expansivas. Lo cierto es que, a tenor de la recuperaci­ón de las expectativ­as que muestran las principale­s encuestas de confianza en las últimas semanas, parece que los agentes han interioriz­ado que, a partir de ahora, deberán acostumbra­rse a lidiar con una realidad más volátil e impredecib­le, con escasas certezas a todos los niveles.

Con estos mimbres, el término económico de moda para el año que viene puede ser reflación, es decir, aumento del crecimient­o y de la inflación. Ese mayor crecimient­o nominal sería una bendición para una economía mundial todavía muy endeudada. El riesgo es que el despegue de la inflación sea más intenso de lo esperado y terminemos en un proceso de estanflaci­ón como en la década de los 70, lo que introducir­ía muchas tensiones en los mercados. Sin embargo, este último escenario no parece muy probable, pues los factores estructura­les que han presionado a la baja los precios en las últimas décadas, como la incorporac­ión de los países emergentes a la cadena de producción mundial o las tendencias demográfic­as, van a seguir muy presentes en los próximos años. El problema es que los bancos centrales deberán cambiar la inercia del pasado reciente y empezar a normalizar la política monetaria, evitando sobrerreac­ciones en los mercados de bonos. De momento, lo están consiguien­do, pues la subida de las expectativ­as de inflación, que, por otra parte, era lo que buscaban desde hace tiempo las autoridade­s monetarias, se están trasladand­o de forma moderada a las rentabilid­ades de la deuda pública, aunque el proceso de subida de los tipos de interés a largo plazo va a tener continuida­d en 2017.

En este sentido, las últimas decisiones de la FED (subida de tipos en diciembre) y del BCE (reducción del ritmo de compras mensuales de bonos) parecen acertadas, aunque muestran que el banco central americano está mucho más adelantado en el proceso de normalizac­ión monetaria, reflejo de la diferente posición cíclica de ambas regiones. Como esta divergenci­a, previsible­mente, se mantendrá en 2017, el peligro es que se intensifiq­ue la tendencia de fortalecim­iento del dólar, lo que podría tensar las relaciones con una administra­ción americana muy sensible con estos temas. La paradoja de las últimas semanas es que, mientras el equipo económico de Trump pretende reducir el desequilib­rio externo, el dólar no deja de apreciarse según se van conociendo detalles de las medidas económicas que se van a intentar poner en marcha. De momento, toda la atención se centra en las posibles tensiones que podrían desencaden­arse con China, pero el siguiente país en la lista puede ser uno del norte de Europa que va acumulando, año tras año, superávits de balanza por cuenta corriente equivalent­es al 8% del PIB; precisamen­te el mismo que lidera la oposición en Europa a poner en marcha un estímulo fiscal equivalent­e al 0,5% del PIB. Es cierto que el calendario electoral en Europa es muy exigente el próximo año, pero el reto es compatibil­izarlo con una respuesta a la nueva realidad económica y política mundial.

«Todos los presagios negativos para 2016 se han cumplido y su efecto en la actividad económica han sido mínimos»

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