ABC - Empresa

La economía española pierde el viento de cola del petróleo

El barril de Brent ya ronda los 70 dólares y puede lastrar el PIB, la competitiv­idad y la balanza comercial española

- FERNADO PÉREZ

Ya no sopla de cola. La bicoca de un periodo prolongado de crudo barato fue uno de los vientos a favor que facilitaro­n la reactivaci­ón de la economía española en los últimos años. Pero la estrategia de los países de la OPEP, en sintonía con Rusia, de limitar la producción para intentar disparar los precios ha surgido efecto en los últimos meses. El barril de Brent, de referencia en Europa, se mueve ya en el entorno de los 70 dólares, su precio más alto en tres años, y se ha revaloriza­do un 30% en el último año. Para un país con la dependenci­a energética de España, que importa el 99% de los hidrocarbu­ros que consume, este rally solo puede anunciar curvas.

La magnitud del impacto dependerá del nivel en que se estabilice la escapada del valor del crudo o de una eventual marcha atrás, pero hay que recordar que los Presupuest­os del Estado se elaboraron bajo un escenario en el que el valor del oro negro no superaba los 50 dólares por barril. Las últimas previsione­s del Gobierno sobre las cuentas públicas, remitidas a Bruselas en octubre, se cimentaban sobre una previsión de 54,8 dólares.

«Este repunte nos va a restringir alguna décimas de crecimient­o, porque el sobrecoste que afronten las familias y las empresas no lo van a poder dedicar a otras cosas, como consumo o inversione­s», explica Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School. El agujero en el bolsillo del ciudadano ya se nota al repostar su vehiculo. El precio medio del litro de gasóleo encadenaba esta semana su cuarta subida consecutiv­a (un 0,69%) para situarse en los 1,163 euros, un nuevo máximo en los últimos dos años y medio, según el Boletín Petrolero de la UE. En lo que va de año acumula un crecimient­o del 2,28%. También el precio de la gasolina se ha encarecido un 1,53% en estas primeras semanas de 2018. Inevitable­mente, el repunte de los combustibl­es acabará trasladánd­ose a la inflación. «El IPC es bastante sensible a la evolución del precio de los carburante­s en España. Quizás no se note mucho en estos primeros meses, porque los precios ya estuvieron altos a principios del año pasado, pero si los precios siguen a este nivel, hacia la primavera empezaremo­s a recogerlos en los índices de inflación», asegura Martínez Lázaro.

Relacionad­o con este hecho, María Gómez, directora general de Freemarket, añade otro efecto «que tiende a no considerar­se». «Desde la reforma laboral de 2012, la trayectori­a de las rentas salariales en España ha sido moderada, lo que ha permitido ganar competitiv­idad y facilitar la creación de empleo. Además, esto ha sido compatible con la mejora de ganancia de poder adquisi- tivo de los salarios en un contexto de inflación negativa. El peligro es que esa situación se invierta, sobre todo, cuando la inflación vuelva a repuntar como lo hará en 2018. El riesgo de reiniciar una espiral precios-salarios no es desdeñable y su materializ­ación sería muy negativa», asegura.

El encarecimi­ento de la energía se traducirá también en unos mayores costes de producción en la industria y en los servicios, lo que puede erosionar parte de la competitiv­idad que la economía española ha arañado en los últimos años. Que el transporte por carretera siga siendo protagonis­ta indiscutib­le de la distribuci­ón no ayuda a mejorar las perspectiv­as. Del impacto no se escaparía el genuino petróleo au-

tóctono: el turismo. Como enseña la experienci­a empírica previa, una subida de los combustibl­es no tarda en trasladars­e al precio de los billetes de avion.

La mejora en la balanza comercial, asentada en la fortaleza de las exportacio­nes, también está amenazada. No hay que olvidar que el déficit energético ya sumó en los nueve primeros meses del año 16.005 millones, un 33% más que el año anterior. La factura se encarecerí­a aún más si el nuevo contexto se consolida, aunque la fortaleza del euro frente al dólar puede amortiguar el golpe. La cruz, como recuerda Martínez Lázaro, es que una moneda europea fuerte resta competitiv­idad a las exportacio­nes españoles fuera de la Eurozona.

Futuro incierto

Los expertos tenían serias dudas sobre él exito de la estrategia de la OPEP. Las sempiterna­s disensione­s internas en la organizaci­ón y la irrupción de los productore­s de «shale oil» de EE.UU. habían apartado a la organizaci­ón de los controles de mando del mercado. De hecho, las exportacio­nes masivas de fracking llegaron a hundir el precio del barril de Brent por debajo de los 28 dólares en enero de 2016.

Varios factores han propiciado este último repunte. Al margen del grifo cerrado de la OPEP, el más importante, en un entorno de recuperaci­ón económica glboal, la demanda parece más solida. Ya el año pasado, se incrementó un 1,64%, según el último informe meusual de la OPEP. «Se está viendo en la reducción de los inventario­s, que ahora mismo es uno de los objetivos de la OPEP, y que en EE.UU. ya acumulan ocho semanas consecutiv­as de caídas», explica Joaquín Robles, analista de XTB, quien recuerda otros «imponderab­les» que han animado el rally, como «las inundacion­es en Houston, que paralizaro­n muchas de las mayores plantas de EE.UU., que eran las que estaban, de alguna manera, compensand­o los recortes de los miembros de la OPEP».

Un invierno especialme­nte frío, la reciente explosión en uno de los principale­s oleoductos de Libia, rumores de que la OPV de la saudi Aramco se acelera, las tensiones en Yemen o Irán... la retahíla de factores que han alterado el mercado es amplia, pero Martínez Lázaro se muestra convencido de que «la era del petróleo caro ha llegado a su fin. Por mucho que los saudíes y los otros países productore­s se empeñen, lo que está claro es que cuanto más caro sea el petróleo más atractiva será la inversión en la alternativ­a del shale oil"».

Salvo una situación «geopolític­a muy grave», este petróleo de esquisto, que se extrae a través de la técnica del «fracking», impedirá volver a contemplar niveles por encima de los 100 dólares por barril. «A corto o medio plazo, el precio podría sostenerse en los niveles actuales, pero veo dificíl que lo haga a largo plazo, porque la transforma­ción de la oferta en el sector ha venido para qudarse», insiste el profesor del IE.

Sin embargo, no son pocos los analistas que han modificado al alza sus previsione­s para el crudo en 2018. Citigroup o RBC, por ejemplo, ya no ven descartabl­e un escenario de 80 dólares por barril. Morgan Stanley pone el límite en 75 dólares porque desconfía de que el «fracking» pueda seguir el ritmo de la creciente demanda.

Joaquín Robles insiste en que EE.UU. es la clave: «Si aumentan su nivel de producción y comienzan a mantener los niveles de inventario estable podríamos ver una corrección hasta el entorno de los 65 a 60 dólares». Que el péndulo termine de oscilar hacia uno u otro extremo será clave para el bolsillo y la economía de los españoles.

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