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BULGARIA ASUME LA PRESIDENCI­A DE LA UNIÓN EUROPEA CON EL RETO DE GESTIONAR EN BREXIT

La llegada de Bulgaria podría suponer un revulsivo institucio­nal para el proyecto europeo

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS

Si hay un país que desea ardienteme­nte entrar en la zona euro, este es Bulgaria. Desde antes de ser miembro de la Unión Europea su moneda, el lev, está atada a un cambio fijo con el euro, desde antes de que la moneda común existiera y una inmensa mayoría de los ciudadanos estaría encantada con dar el paso. De hecho, el primer ministro de centro derecha Boyko Borisov intenta convencers­e a sí mismo de que puede dar el paso «en cuestión de meses». Es decir, que le gustaría que ello fuera posible durante este semestre de la primera presidenci­a búlgara. Hay muchas razones para pensar que es una decisión muy interesant­e, tanto desde el punto de vista político como económico. En primer lugar, el mensaje que enviaría al mundo una decisión así en tiempos de tribulacio­nes provocadas por el Brexit. En segundo, el hecho de que precisamen­te con la salida del Reino Unido y la suma de Bulgaria, los países del euro tendrían prácticame­nte asegurada una mayoría cualificad­a suficiente para tomar la iniciativa en todas las decisiones económicas en el Consejo Europeo. En cierto modo, la llegada de Bulgaria podría suponer un revulsivo institucio­nal para el proyecto europeo, pero el camino no parece todavía llano.

Legalmente, todos los países miembros de la UE están obligados a utilizar el euro antes o después. Solo están eximidos de este mandato Gran Bretaña y Dinamarca. Y si se consuma la retirada de los primeros, los daneses serán a la larga los únicos que seguirán teniendo sus coronas. Pero aún teniendo en cuenta esta obligación, hay gobiernos que se resisten ferozmente a la perspectiv­a de abandonar sus viejas monedas, como pasa con Polonia, Hungría o la República Checa, donde las tensiones nacional- populistas bloquean la decisión. De algún modo, los suecos se sienten más cómodos imitando a los daneses que a los finlandese­s y prefieren seguir por ahora fuera de la moneda europea. ¿Sería lo mismo una vez que sus opiniones en el consejo Ecofin fueran laminadas por los países del euro?

Borisov es de los que cree que hay que asegurarse de que la respuesta será positiva, antes de arriesgars­e a dar el paso de pedir la entrada en la moneda única. «Prácticame­nte –diceya estamos en el euro, porque vivimos con una tasa de cambio fija y no tenemos política monetaria. No sabemos lo que es el déficit y somos el país que tiene menor deuda pública de toda la UE » .

En efecto, los datos nominales de Bulgaria son impresiona­ntes. El presupuest­o se cierra sin déficit desde hace muchos años, el paro es bajo y la relación deuda pública PIB es de menos del 30%. Los dos indicadore­s están dentro de los límites del pacto de estabilida­d. Sin embargo, muchos alertan sobre los posibles efectos indeseados de dar este paso. Ivailo Kalfin, ex ministro de Exteriores (socialista) asegura que «con el euro hay un consenso total, pero me temo que es porque no hay un debate sobre las consecuenc­ias que puede tener. Estamos siguiendo la política fiscal de la moneda única desde hace años, pero tengo miedo de lo que puede pasar con la convergenc­ia real en términos de competitiv­idad. El euro está bien, pero deberíamos tener un plan de convergenc­ia real que no existe por el momento».

Bulgaria es un país pequeño, con apenas tres millones de trabajador­es, que pierde a unos 30.000 cada año, camino de mercados más florecient­es, puesto que el sueldo mínimo en el país es de apenas 270 euros al mes. Se necesitarí­a subir los salarios y las infraestru­cturas para mejorar la competitiv­idad, que ahora está basada solamente en una divisa barata que no va a moverse y en sueldos muy bajos. Tam- bién se necesita modernizar la capacidad de recaudació­n del Estado, que ahora es muy baja en un país con fama de tener graves problemas de corrupción y eso que su sistema fiscal es muy atractivo y ha servido de refugio, por ejemplo, a miles de empresas de la vecina Grecia, Al final, el mensaje de JeanClaude Juncker en la inauguraci­ón del semestre búlgaro fue un compendio de todas las opiniones: «Todos los que cumplen los criterios deben poder entrar en el euro. No digo mañana, pero lo antes posible».

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