RETOS DEL MERCADO DE TRABAJO
El cambio tecnológico podría usarse para multiplicar el empleo. Los parches ya no sirven
Las soluciones a los grandes problemas que sigue arrastrando nuestra economía desembocan caso siempre en un mismo lugar: el empleo. Mejorar el mercado de trabajo es un reto en sí mismo, así como la solución a la gran mayoría de los problemas que aún arrastra nuestro país como la sostenibilidad de las pensiones o la deuda pública. Por lo tanto, parece razonable que la agenda de Báñez sea la más abultada de todo el Consejo de Ministros. Si bien el empleo ha tenido un buen comportamiento en los últimos años, ahora afrontamos una nueva etapa en la que ya no valen sólo los cambios, sino que son necesarias transformaciones para asumir el reto de hacer frente a una fase de progreso simétrico en el que la economía sea la plataforma de bienestar donde puedan subirse todos.
El reto más urgente que tenemos es construir mecanismos para que las empresas puedan reducir la tasa de paro y el exceso de temporalidad, con el objetivo de crear empleo productivo que ayude a reducir la desigualdad y a retomar el camino de convergencia con las economías más avanzadas. Y eso es posible. Un ejemplo muy alentador lo tenemos en nuestra vecina Francia. Macron ha afrontado con éxito una profunda reforma laboral, algo que parecía imposible allí, lo cual ha situado a su país en plena carrera por asumir incluso el liderazgo económico de Europa mientras que Alemania se entretiene modelando un Gobierno estable. En España, el paro es el responsable del 80% del aumento de la desigualdad, mientras que el exceso de temporalidad favorece también esa desigualdad y reduce la productividad. Por lo tanto, son los dos grandes retos a batir.
De forma más concreta, nuestro mercado de trabajo padece un alto desempleo de carácter estructural, con flujos de entrada y salida muy volátiles (un poco menos tras la última reforma de Báñez), con elevadas tasas de paro de larga duración y de desempleo en los jóvenes, con un capital humano con capacitación distinta a la que necesita el tejido productivo, con una fiscalidad desincentivadora y un déficit de adaptación rápida las necesidades cambiantes de la demanda (rigidez). A lo que hay que sumar un colectivo muy importante de trabajadores con niveles salariales muy bajos, pero con costes laborales muy altos que paga el empleador y unas políticas activas poco eficientes.
La necesidad de la transformación viene dada porque nuestras debilidades son estructurales y porque además nos encontramos en un intenso proceso de transformación tecnológica que podríamos aprovechar para multiplicar el empleo. Por lo tanto, los parches ya no sirven.
En la parte positiva de la balanza contamos con una reforma laboral que salvó empresas y empleos y que, si se hubiese puesto en marcha antes, en 2.008, hubiera salvado dos millones de empleos más. Fruto de ello se ha reducido el paro con superávit, sin perjudicar la balanza por cuenta corriente, con un intenso desapalancamiento y además sin perder competitividad (por eso nos mantenemos en la senda de creación de empleo).
Ahora es el momento de acometer esa gran transformación, porque el contexto es positivo. Hemos aprendido a exportar y las perspectivas de demanda exterior seguirán siendo buenas, el precio del petróleo se mantiene por debajo del nivel de 2.014, tenemos un euro depreciado frente al dólar, los tipos siguen bajos y Draghi sigue ayudando a mantener una prima de riesgo baja. Las perspectivas de crecimiento son optimistas, aunque que en términos de PIB se aprecia una ligera desaceleración.
Necesitamos configurar junto con los sindicatos un nuevo sistema de contratación simple y flexible, que ofrezca fórmulas sencillas, fáciles de entender y que aporten seguridad jurídica. Uno de los principales riesgos que asume un empleador cuando contrata de forma indefinida es la rigidez interna y la incertidumbre jurídica si tiene que acometer la extinción.
Al mismo tiempo, los ciclos positivos hay que estimularlos especialmente reduciendo cargas fiscales porque de esa forma se multiplica la base recaudadora y el Estado obtiene más recursos. Menos impuestos implica una mayor recaudación y la Comunidad de Madrid es un ejemplo a imitar en este sentido.
Objetivo Necesitamos configurar junto con los sindicatos un nuevo sistema de contratación simple y flexible