ABC - Empresa

Una ventana de oportunida­d para el acuerdo con Mercosur

Llegar a la campaña de las elecciones en Brasil sin haber firmado complicará el tratado Relaciones comerciale­s

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS

Hace más de 20 años que las negociacio­nes para un tratado de libre comercio entre la UE y Mercosur languidece­n en los archivos de la Comisión Europea, con cortos periodos de actividad que apenas sirven para limpar el polvo a los expediente­s. Y, sin embargo, el valor del intercambi­o comercial entre Europa y estos cuatro países suramerica­nos (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) quintuplic­a el valor del comercio con Japón. La semana que viene se puede producir una de esas « ventanas de oportunida­d » en Bruselas para cerrar por fin este acuerdo, antes de que la campaña de las elecciones de octubre en Brasil pueda enturbiar las cosas.

Después de tanto tiempo dando vueltas a los mismos temas, las negociacio­nes están prácticame­nte circunscri­tas a un puñado de problemas bien conocidos. A Europa le preoocupan las importacio­nes de carrne americana; a los países dede Mercosur las de leche europea ea y derivados. Para la UE el tema ma de las denominaci­ones de oririgen es esencial; para los suramemeri­canos la amenaza son los co-coches europeos. Hay una convererge­ncia clara en casi todos loslos puntos, pero falta probableme­nte el último empujón político en un momento en el que la llegada al poder de Mauricio Macri en Argentina ha significad­o un cambio fundamenta­l –para bien– respecto a sus predecesor­es.

Este viernes terminó en Bruselas la última ronda de negociacio­nes a nivel de técnicos, pero la semana que viene está prevista una reunión ministeria­l de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños) y no se excluye que los representa­ntes de los cuatro países de Mercosur puedan aprovechar su estancia en Bruselas para verse con la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, para considerar un «paso decisivo» en la negociació­n del acuerdo.

Del lado europeo, la Comisión insiste en que después de lo que ha significad­o el fracaso del proyecto de acuerdo con Estados Unidos y la política aislacioni­sta del presidente Donald Trump, la UE necesita potenciar su dimensión mundial a través de la expansión del libre comercio. No son solamente los más de 4.000 millones de euros en aranceles que las empresas europeas se ahorrarían con el acuerdo con Mercosur, sino sobre todo el mensaje político frente a las tendencias aislacioni­stas de Estados Unidos. Se han firmado acuerdos con Canadá, Japón o México e incluir a un gigante como Brasil y a su espacio de influencia sería un paso de gigante en la política comercial.

España ha promovido permanente­mente este acuerdo, frente a las reticencia­s de ciertos países como Francia e Irlanda, que temían la competenci­a de la agricultur­a y ganadería de Brasil o de Argentina. Al final se ha llegado a una cifra de 99.000 toneladas de carne para entrar en el mercado comunitari­o, que es una cantidad relativame­nte modesta, y que aún está pendiente de definir si se trata de carne congelada, en canal o procesada. A cambio, los suramerica­nos aceptan que los coches europeos solamente tengan que tener un 45% de sus componente­s hechos allí, lo que mejora bastante las expectativ­as de las marcas europeas, que tienen fábricas allí. Brasil ha pedido al parecer un periodo de transición más allá de los diez años que proponep la UE para poder adaptarse a a estas reglas. A cambio, ca podrá exportar algo más m de etanol y azúcar.

En cuanto a la defensa de las la indicacion­es geográfica­s o lasl denominaci­ones de origen, ge que es el escollo más recurrente cu por la parte europea en este tipo de acuerdos, el objet jetivo de los negociador­es es reducir la conflictiv­idad a un número lo más pequeño posible de casos. Durante años, la lista de casos en los que no había acuerdo se alargaba hasta más de 80 productos. Ahora la cifra ronda los 30 y los expertos consideran que es posible rebajarlo a un máximo de diez. El modelo utilizado con el acuerdo con México parece ser la fórmula más práctica porque obliga a un etiquetado que disiparía las posibles confusione­s ante los consumidor­es.

El Parlamento Europeo y el Consejo no han dejado de lanzar mensajes en favor de este acuerdo. La Comisión, teóricamen­te, también está comprometi­da con ello, aunque no todos los actores piensan igual. Si no se aprovecha este momento, es muy posible que se tarde mucho tiempo en lograr un entorno tan favorable.

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