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CON PERMISO

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egún el libro del Éxodo, el maná era el pan enviado por Dios a los israelitas cada día durante los cuarenta años que estos deambularo­n por el desierto. Los israelitas lo llamaron así por el significad­o que le quisieron dar: « ¿ Qué es esto?». Pero, una vez «probado», sí entendían el « qué » , « para qué » y « por qué»... Porque era precisamen­te aquello que creían necesitar, porque así se lo hacían saber y, por tanto, necesitaba­n para seguir viviendo. Lo recibían a diario, excepto el día séptimo –sábado–, por lo cual debían recolectar doble ración el sexto día. Pero no solo existen referencia­s bíblicas. También las hay de origen judío, donde hablan del maná como de aquel alimento con sabor y apariencia de aquello que uno más deseaba. Al final, todo cuadra.

Pero hay más entorno al significad­o de la palabra y de su origen que ayuda a relacionar­lo con el escenario político- económico actual aunque parezca un auténtico ejercicio de ciencia ficción. Algunos eruditos han dejado constancia a lo largo de la historia que el maná deriva de una palabra egipcia, «mennu», que significa «alimento». Y es que, por ejemplo, a finales del siglo XX, los árabes residentes en la península del Sinaí vendían la resina del árbol del tamarisco como « man esimma», que significa «maná celestial», una suerte de alimento dulce y aromático –como la miel–, que si bien no puede proporcion­ar la suficiente nutrición para que una población sobreviva durante largos periodos, «engancha » a corto. Y no digo más. ¿ Se van percatando de la relación?

Pues bien, cual maná caído del cielo, los socialista­s –con el Dios Pedro Sánchez a la cabeza–, tras su asalto al Gobierno, han empezado a regar el país con un dulce... envenedado. «Pan para hoy, hambre para mañana», como decía aquel. Con su tradiciona­l e histórica política de gasto para todos. ¡Barra libre que hay dulces a mansalva! ¿Lo echaban de menos? Créanme, lo vamos a echar... ¡pero de más!

No hace ni mes y medio, cuando el flamante presidente del Gobierno era «solo» secretario general del PSOE y renegaba del proyecto de Presupuest­o Generales del Estado elaborados

SEl comisario Pierre Moscovici con la ministra de Economía, Nadia Calviño por el Ejecutivo de Mariano Rajoy –al que ahora se abraza como si no hubiera un mañana tras ayudarle a convertirl­e en jefe del reino–, los socialista­s presentaro­n un proyecto propio de cuentas públicas que elevaba el gasto en 8.000 millones de euros. Ahora bien, para evitar descuadrar el déficit previsto por el entonces titular de Hacienda, Cristobal Montoro, el plan incluía subidas impositiva­s y de ahorro equivalent­es a la misma cantidad, algunas de ellas tan difusas que, en su análisis por expertos de todos los colores, de ponerse en práctica, no garantizab­an ese equilibrio entre ingresos y gastos prometido por su agrupación y descuadrar­ían más un déficit que este año, según la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (Airef), será del 2,6%, cuatro décimas mayor que el previsto en los Presupuest­os, y una dé- cima menos, por cierto, que lo que ahora ha anunciado el Gobierno de Sánchez. El jueves mismo. Ante Bruselas. Y con el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financiero­s, Pierre Moscovici, enfrente, antaño azote del Ejecutivo Rajoy, pero hoy, sorprenden­temente... ¿en línea con la postura socialista? Permítanme que lo dude.

Cierto es que la propia Comisión Europea prevé que se desvíe 5 décimas por encima como estima ahora el Gobierno español, pero ya me cuentan que Europa no lo dejará pasar. Les pidió ajustes al Ejecutivo anterior dado que se podría ir el déficit tras la subida de las pensiones pactadas con el PNV, y ahora ¿no va a exigirlos? Lo dicho, no me lo creo. Veremos qué ocurre en la semana entrante...

Mientras tanto, Sánchez y los suyos, haciendo uso, y abuso, del pragmatism­o permitido en exclusiva a los socialista­s de pro, tiran de «chequera» y lanzan al aire globos sonda en busca de los votos perdidos. Piensan que disponen de lo que resta de legislatur­a para hacerlo con éxito y se aprovechan de ello. Palabras y más palabras –¿vacías? es política, claro– que ya vendrán otros que arreen con el erial que se avista en el horizonte. Gasto social sufragado con impuestos a los malos –al capitalism­o puro y duro, con la banca al frente– y con el tiempo, creen, a su favor. Bueno, y por la falta de apoyos parlamenta­rios para huir del decretazo por el decretazo.

No nos engañemos y pensemos en tiempos pasados. Los socialista­s ponen de ejemplo el bienester de los países nórdicos, algo no comparable. Por más impuestos que impongan, y que permitan más gasto social, no tenemos ni el mismo tamaño de economía ni la misma renta per cápita. ¡Ya quisiéramo­s! La ministra de la fiscalidad dijo que empezará a desarrolla­r los nuevos tributos a los ricos a lo largo de las próximas semanas –¡basados en lo calculado por el equipo de Hacienda anterior!–, pero que tendrán vigencia a partir de 2019, ya que es necesario aprobar una ley específica para los nuevos gravámenes a tecnológic­as y entidades financiera­s y la revisión de Sociedades se incluirá en los Presupuest­os de ese año. Y ya de paso les da tiempo a acabar la legislatur­a y haber buscado apoyos y entonces, Dios proveerá...

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EFE

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