El tamaño aún sigue importando
Parece que eliminar trabas al crecimiento ni siquiera está ya en el foco político
Es un problema que viene de muy lejos, que se agravó con la crisis (y acabó agigantando sus demoledores efectos) y que, después de casi un lustro de recuperación, sigue condicionando el futuro. Ayer y hoy, el parque empresarial español se caracteriza por un reducido tamaño frente a la media europea. Un hándicap estructural que lastra la competividad, merma la productividad, limita la capacidad de crear empleo estable y de calidad y reduce las opciones de las compañías de competir en los mercados globales y de encontrar oxígeno financiero. Las cifras son rotundas. En España, 95 de cada cien empresas son micropymes, término que se utiliza para referirse a las compañías de entre cero y nueve trabajadores. Las grandes empresas, las que suman más de 250 empleados, representan un exiguo 0,12% del total, aunque acaparan casi el 28% del empleo. Sin embargo, en Alemania, paradigma de modelo industrial de prestigio, las grandes compañías suponen el 0,47% del total y las micropymes poco más del 82%.
Puede que el importante peso que el sector servicios tiene en la economía española explique en cierta medida la sempiterna jibarización de nuestro tejido empresarial, pero desde luego la idea de pensar en pequeño y soñar con minúsculas no es consustancial al emprendedor español. La realidad es que pegar el estirón se con- vierte en una misión casi imposible, en un ejercicio de temeridad que puede acabar desanimando al más decidido, cuando la ambición y las ganas de ir más allá se estrellan contra todo tipo de obstáculos normativos, administrativos, laborales y fiscales. El simple hecho de pasar de 49 a 50 empleados ya supone una acumulación de cargas que hacen meditar muy mucho un paso que, en no pocas ocasiones, puede ser en falso y comprometer el futuro del negocio.
Lo más inquietante es que el problema, que sí que estuvo sobre la mesa en anteriores legislaturas (sin resulados demasiado efectivos, todo sea dicho), parece ahora completamente desterrado del debate político. En un momento en el que el consenso es un unicornio esquivo que corre detrás de un gamusino atribulado, abordar reformas que faciliten el crecimiento empresarial no se contempla como una urgencia. El Gobierno Sánchez (lo que va quedando de él) entiende que es más sensato incrementar la carga impositiva sobre las empresas hasta que no puedan respirar ni tengan margen para generar empleo. Siempre se ha dicho que el tamaño del éxito será proporcional al tamaño del esfuerzo realizado, pero cuando el empeño y el ahínco se centran en poner las cosas difíciles, lo único que puede acabar creciendo son los enanos.