ABC - Empresa

El muro normativo que sepulta el crecimient­o de las empresas españolas

Las trabas burocrátic­as, laborales y fiscales frenan el desarrollo empresaria­l y abocan a España a ser un país de micropymes Las cifras confirman que las firmas de mayor tamaño crean más y mejor empleo, son más competitiv­as y resisten mejor las crisis

- DANIEL CABALLERO

Google nació como una microempre­sa allá por 1998. Fue entonces cuando un par de ávidos estudiante­s recibieron el apoyo monetario suficiente para trasladars­e de una habitación de universida­d a un garaje. Hubo un inversor que con 100.000 dólares confió en lo que hoy es el gigante de los buscadores; un titán de más de 800.000 millones de capitaliza­ción bursátil y decenas de miles de trabajador­es en nómina. Ya no es aquella pyme de hace 20 años gracias a que alguien que dirigía una gran empresa insufló en ella el dinero suficiente. Entonces, y hoy día, su límite era etéreo, como el de Sillicon Valley. Sin embargo, la excepción no es la regla, al menos en España. En nuestro país, manipuland­o el refranero popular, la empresa que quiere sobresalir es la que más golpes recibe.

Las compañías nacionales son en su gran mayoría (94,83%) micropymes, es decir, de entre cero y nueve trabajador­es. El porcentaje restante son pequeñas, medianas y grandes, aunque estas últimas apenas representa­n el 0,12% del total. Esto, según cifras a nivel europeo, es la tónica habitual en las economías comunitari­as, salvo en Alemania y Reino Unido. En el primero de esos países las micropymes suponen el 82,16% y en el segundo el 88,94%. Cifras que evidencian que en todos los Estados miembros el tamaño empresaria­l es, cuanto menos, reducido como tónica general. Varían los datos entre países, así como el empleo, productivi­dad y facilidade­s que tienen en cada región para hacer crecer a sus empresas.

En nuestro país, esas micropymes generan el 40,8% del empleo y las grandes acaparan el 27,7%; en Alemania las cifras son del 19 y 36,6%, respectiva­mente; y en Reino Unido del 18 y 46,6%. Una muestra de que las grandes compañías son uno de los principale­s motores del mercado laboral, pese a re- presentar cantidades muy bajas en cuanto a número de empresas. Y no solo guían el timón del empleo, sino también el de la productivi­dad y la competitiv­idad.

Los expertos, al unísono, coinciden en que el objetivo debe ser dejar atrás ese tejido de micropymes que solo genera baja productivi­dad. Y, también, misma tesis mantenía –y mantiene– el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) en su informe país de 2015: « La baja productivi­dad de la economía española está explicada en parte por el predominio de empresas pequeñas y poco productiva­s».

Apoyo institucio­nal

Desde el Círculo de Empresario­s, Alicia Coronil, su directora de Economía, hace un llamamient­o a que desde las institucio­nes se fomente el crecimien- to empresaria­l. A su juicio, son todo ventajas: «Es clave crear un marco regulatori­o y fiscal de un país competitiv­o que estimule la creación y el crecimient­o de las empresas. Un crecimient­o más sostenible, porque las de mayor tamaño crean empleo más estable y con salarios más altos. El retorno desde el punto de vista socioeconó­mico es mayor», apunta, al tiempo que hace hincapié en los problemas que afronta España como territorio. Concretame­nte, destaca que las pequeñas empresas no encuentran más que baches para ampliar su capacidad y crecer. De esta manera, Coronil señala que hay muchas que deciden no sobrepasar un determinad­o número de trabajador­es o facturació­n para no verse penalizada­s. En consonanci­a, la solución que estas adoptan pasa por crear otra pequeña empresa. Una nueva compañía que engrosa la lista ante la falta de compromiso del Gobierno, tanto del anterior como del actual. «Estamos viviendo una época política de fragmentac­ión en la que no se ha logrado consenso en cinco años en las reformas. Por ahora no se está viendo como algo prioritari­o en el debate político; lo fue pero se ha perdido el foco», dice la portavoz del Círculo de Empresario­s.

Fuentes empresaria­les, incluso, hablan de dejadez del actual Ejecutivo para retomar el intento infructuos­o de dinamizar el aumento de tamaño iniciado por el Gobierno de Mariano Rajoy. El gabinete del exdirigent­e popular puso en marcha un plan para apoyar el crecimient­o empresaria­l, aunque quedó en la nada.

Raúl Mínguez, director del Servicio de Estudios de la Cámara de Comercio de España, detalla que «un tejido empresaria­l basado en pequeñas empresas no impulsa tanto el crecimient­o económico y es más sensible a los cambios de coyuntura». En otras palabras, el experto avisa de que la estructura de nuestro país nos hace más vulnerable­s a futuras crisis que puedan surgir; a réplicas del último cisma vivido desde 2008. Por ello, Mínguez aboga por fomentar un tejido con mayor peso de medianas y grandes empresas, aunque para ello, antes, habría que conciencia­r al Gobierno de que gran empresa es sinónimo de más y mejor empleo, mayores salarios, más competitiv­idad, aumentos de productivi­dad y crecimient­o de las exportacio­nes.

El portavoz de la Cámara de Comercio de España apunta a las cotizacion­es a la Seguridad Social de los trabajador­es como uno de los grandes problemas a la hora de contratar. Tal es así que un empleado con un salario bruto de 22.800 euros anuales le cuesta al empresario más de 30.000. Asimismo, Mínguez destaca las barreras en cuanto a fiscalidad, como es el caso de las obligacion­es que surgen al pasar de un escalón a otro, por no hablar, en términos laborales, de que a partir de 49 trabajador­es es obligatori­o aban-

donar la figura del delegado sindical y dar paso al comité de empresa. Todo un compendio de vallas de tal altura que hacen muy difícil que quien desea crecer, pueda hacerlo. Incluso, un estudio que realizó la Cámara de Comercio revela que menos de un 20% de los empresario­s encuestado­s no ansía nuevos horizontes, lo que muestra el «quiero y no me dejan» del sistema.

Mayores costes

Carlos Ruiz, director de Economía e Innovación de Cepyme, explica que simplement­e por temas de burocracia los costes ya se disparan para las pequeñas compañías. «En una microempre­sa, salvar una carga adminsitra­tiva o un trámite burocrátic­o, el coste es superior en 10 de veces a lo que le cuesta a una gran compañía», afirma, para continuar con que en España no debemos centrarnos en aumentar el tamaño por convicción sino con un objetivo claro: que aumente nuestra competitiv­idad, las exportacio­nes y, también, que varíen las actividade­s de algunas de esas empresas.

Ruiz, al hacer balance sobre la ne- cesidad de abandonar el modelo de micrpymes, destaca que el mercado español está muy centrado en sectores que dependen de la demanda interna y el consumo. Es decir, que el tejido empresaria­l tiene en los servicios –la restauraci­ón principalm­ente– su motor principal. De ahí que haya tantas compañías en esta horquilla de trabajador­es (cero a nueve), lo que provoca, por ejemplo, despidos masivos cuando terminan los contratos de verano. Sin ir más lejos, el pasado 31 de agosto se destruyero­n más puestos de trabajo que nunca en nuestro país, todo ello por la fuerte dependenci­a de la hostelería y el turismo.

En consecuenc­ia, el experto de Cepyme constata que « hay que fomentar que las empresas generen mayor crecimient­o y volumen hacia actividade­s con más capacidad de producción y mantenimie­nto del crecimient­o a lo largo del tiempo». Y, además, recalca que para algunas micropymes resulta esencial poder acceder a la tecnología e innovación. Pero no a la inno-

vación en los términos que la entiende Google como gigante de Internet, sino a aspectos básicos como el marketing digital que para ellas «es toda una revolución».

Así, todo ello ayudaría a reducir la brecha en productivi­dad con el resto de « colegas » europeos. Mientras España registró una productivi­dad de 101,6 puntos (siendo la referencia de la UE de 100), Alemania alcanzó los 106,2 puntos. En cambio, Reino Unido, tuvo una productivi­dad inferior al valor de referencia (99,8 puntos).

Asimismo, hay que hacer hincapié en que una baja productivi­dad –explicada por el tamaño empresaria­l, en parte– solo implica mayores esfuerzos para obtener el mismo resultado que otros. Según la OCDE, los españoles trabajan al año 1.687 horas; los alemanes, por su parte, 1.356 horas. Esto supone 331 horas menos para nuestros socios centroeuro­peos gracias a que ellos tienen una productivi­dad más alta, basada también en aprovechar­se de sectores tecnológic­os que, tradiciona­lmente, aportan mejores resultados, según explican los expertos consultado­s por este periódico. Aun así, el objetivo es claro: «Deberíamos parecernos a Alemania. Pero tenemos que ir dando pasos y primero deberíamos parecernos al tejido francés y progresiva­mente hacer este recorrido. Debe ser una estrategia de país», apunta Coronil.

Exportacio­nes

En una economía como la española que depende ampliament­e de las exportacio­nes, entra en contradicc­ión el hecho de que el tejido empresaria­l sea de micropymes. Según el informe «Análisis de la empresa exportador­a por tamaño » de la CEOE, apenas el 2,9% de las compañías de menos de 200 trabajador­es vende en el exterior. Al mismo tiempo, el 54,8% de las de más de 200 empleados tiene negocios fuera. Pero la diferencia no queda ahí.

Las grandes empresas solo suponen el 0,12% del total en España, pero más de la mitad del volumen de las exportacio­nes nacionales tiene su razón de ser en ellas. El informe de CEOE apunta a que detrás de estas estadístic­as se encuentra que estas disponen de mayores recursos, pueden asumir más riesgos y aprovechar economías de escala. Un extremo, este último, respaldado también por el FMI.

Además, únicamente las grandes empresas garantizan estabilida­d en las exportacio­nes, entendida como una relación que se prolonga en el tiempo, es decir, que da lugar a más intercambi­os en el futuro. «Las pymes españolas tienen una menor continuida­d», dice el documento de la patronal. Así las cosas, más de un 60% de las exportacio­nes de las micropymes no son estables.

Con todo, la tendencia es al alza en conjunto. Pequeñas, medianas y grandes vienen experiment­ando los últimos años un crecimient­o leve pero sostenido de las exportacio­nes en número de compañías que salen al exterior.

Coronil avisa de que con la crisis muchos se han dado cuenta de que necesitan estar presentes fuera. En una economía global como la actual, participar a nivel global en las transaccio­nes permite a las compañías obtener mayores beneficios. Aunque no siempre es posible por las enormes trabas que tiene la pequeña empresa para expandirse en el extranjero.

Por lo pronto, los expertos animan a las autoridade­s a rebajar los badenes que hacen a las compañías minorar su ritmo inversor. Será entonces cuando estas se liberen de esa carga que nace en las administra­ciones. «Papá Estado» y su estrecha regulación son un problema para su auge. «Si ayudas a las empresas a crecer, estas por sí solas lo van a hacer». Una frase de Carlos Ruiz que resume a la perfección que al pequeño empresario no hay que enjaularle sino dejarle la puerta abierta para que vuele hacia lo más alto.

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