La venda en los ojos y la herida por venir
Si, como dijo el gran Miles Davis, el silencio es a veces el más fuerte de los ruidos, los oídos de Pedro Sánchez aún deben estar pitando, tal y como si acabara de salir del concierto de The Killers en el FIB (tú y yo a la fiesta en avión oficial), después de la callada por respuesta que sus palabras, con las que dibujaba un ídilico futuro económico que sonaba a utopía o directamente a ironía, encontraron el pasado martes en el Congreso anual de la Empresa Familiar. Ni un solo aplauso, ni siquiera uno de esos aislados que a veces se escapan como acto reflejo. Antes, el presidente de los 85 diputados tuvo que escuchar reproches directos, claros y concisos, como el del presidente de Gestamp y del Instituto de Empresa Familiar, Francisco J. Riberas: «El posible cambio de ciclo que llegará antes o después no puede pillar a España sin los deberes hechos. No podemos permitirnos que se se sigan adoptando medidas de corto plazo con la finalidad principal de garantizar la gobernabilidad». Y Sánchez, acostumbrado a venir, ver y conceder allá donde vaya, escuchó la filípica con total tranquilidad y sin torcer el gesto, por si la foto, como si la cosa fuera con algún otro señor escondido entre el público.
La contundente intervención resume la creciente inquietud de la empresa española por los efectos desastrosos que para la economía de neustro país puede tener la combinación del cambio de ciclo y de medidas electoralistas, fuego sobre la gasolina derramada. A la vista de unos Presupuestos que parecen concebidos más para allanar el camino hacia las urnas que para edificar un edificio sólido que resista los futuros temblores, no parece que poner la venda antes de que la herida se abra entre en los planes del Gobierno. Enredado en sus juegos de malabres pollíticos, en todo caso Sánchez parece tener la venda en los ojos. El error puede ser histórico, porque como también recordó Riberas, a pesar de la reactivación de los ultimos años España está hoy peor pertrechada que en 2008 para afrontar un futuro periodo de recesión. No se ha aprovechado la política monetaria expansiva para rebajar la deuda pública ni para acometer reformas imprescindibles, comenzando por las pensiones. Y lo cierto es que los nubarrones ya asoman en el horizonte. A pesar de que nuestro país creció un 0,6% en el tercer trimestre, es difícil pensar que el anémico pulso de la Eurozona (alza del 0,2%, con Italia junto al precipicio del estancamiento) no acabará pasando factura. De hecho, la caída de las exportaciones (la UE es nuestro gran cliente) ya es un síntoma inquietante. Pero no hay forma de que la venda caiga. Y es que siempre cuesta aceptar que la realidad económica te estropee un buena componenda política.
España no se ha preparado para afrontar un nuevo periodo de recesión