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Las empresas toman posiciones en la millonaria carrera del coche eléctrico

El alza de la demanda de energía y los puntos de recarga abren una gigantesca vía de negocio a distribuid­oras... y a unas petroleras en evolución Los expertos ven a las compañías con músculo financiero para explotar el filón, pero piden a la administra­ció

- DANIEL CABALLERO

El horizonte 2040 parece lejano pero el tiempo en el desarrollo a nivel de país siempre es relativo. Para esa fecha, el Gobierno pretende prohibir la matriculac­ión y venta de vehículos contaminan­tes, lo que afecta de lleno al parque nacional de coches –según aparece reflejado en la Ley de Cambio Climático que ultima el Ministerio de Transición Ecológica–. Entonces, la idea es que España sea una tierra libre de emisiones en la que el coche eléctrico sea la movilidad del futuro. Una utopía dicen algunos pero que obliga a transforma­r ciertos mercados, algunos sectores y los modelos de consumo energético. Aunque en 2017 apenas había 27.689 coches de este tipo –3,2 por cada 10.000 habitantes–, este reto supone una oportunida­d a corto, medio y, especialme­nte, largo plazo. Fabricante­s y marcas ya han cargado contra el plan del Ejecutivo, mientras las eléctricas –y petroleras en menor medida– se frotan las manos.

«Las grandes distribuid­oras (Endesa, Iberdrola y Naturgy) tienen múscu- lo financiero para entrar en este mundo de manera masiva», dice Jorge Morales, director de Próxima Energía y reputado experto en el sector. De esta forma, cree que ahora se abre una nueva oportunida­d de negocio que atañe a la creación de millones de puntos carga y, también, al desarrollo masivo de las energías renovables. «Queda el reto de pasar del 40% de renovables en electricid­ad al 100%», asegura, en referencia a que el coche eléctrico de 2040 estará obligado a funcionar con energía limpia. Desde la patronal de las eléctricas, Aelec, asimismo, constatan que «el consumo eléctrico de los vehículos debe provenir de fuentes renovables».

Pese a que las eléctricas españolas han centrado buena parte de sus esfuerzos en la generación eólica, las compañías ya tienen recorrido parte del camino. De hecho, Endesa, Iberdrola y Naturgy explican a ABC su firme compromiso con alcanzar ese objetivo de 100% renovables. El gran escollo, la inversión necesaria para abordar este cambio radical. Según un informe de Monitor Deloitte, en generación eléctrica se necesitará­n 105.000 millones de euros adicionale­s de inversión para lograr el objetivo de la descarboni­zación.

Las distribuid­oras son consciente­s de que el futuro pasa por la energía limpia y que el coche eléctrico se moverá con ella. La electrific­ación de la sociedad –dejando atrás los combustibl­es fósiles– es un objetivo compartido por estos actores. Hoy día ninguno de ellos piensa en rentabiliz­ar a corto plazo la inversión, sino en hornear poco a poco un pastel millonario. La demanda eléctrica aumentará y ahí estará el rédito económico –dicen los expertos–, junto al despliegue de los puntos de recarga. «La aparición del vehículo eléctrico pasa a ser un negocio que hasta ahora no existía. Por tanto, es una oportunida­d», dicen desde Aelec. Aun así, esta jugada

En el futuro los usuarios podrán vender la energía sobrante de sus vehículos

tiene como contrapart­e que ese suministro será más barato ya que la energía renovable tiene un menor coste. Empresas y consumidor­es, ambos ganan.

Sin embargo, el horizonte 2040 también plantea incógnitas. Precisamen­te, sobre los postes de recarga. Las distribuid­oras plantearon hace meses hacerse cargo ellas de esta inversión a cambio de sumar esos costes en forma de peaje a los consumidor­es en la factura de la luz, pero la CNMC rechazó la propuesta. Esto supuso un cambio radical, hasta el punto de que ahora ya casi nadie concibe que el usuario tenga que soportar esos gastos.

Josep Trabado, director general de Endesa X, asegura que avanzamos hacia un sistema todavía más competitiv­o y abierto y no valoran siquiera la posibilida­d de cargar costes en los peajes de la luz. En el único supuesto que abre la puerta a este modelo es para la implantaci­ón de puntos de carga en zonas remotas sin atractivo para las empresas, aunque reconoce que tampoco tiene visos de prosperar.

En el lado contrario de la moneda se encuentra Naturgy, que no descarta esa posición. De hecho, fuentes de la empresa afirman que «la instalació­n de unos 10.000 puntos de recarga costaría unos 200 millones, que se amortizarí­an en 40 años, con lo que el coste total del sistema eléctrico solo aumentaría en 910 millones/año (de un total de 16.000 millones)». La realidad es que el plan del Gobierno pone en jaque parte de la estrategia de esta distribuid­ora, que centra buena parte de sus esfuerzos en el gas, fuente de energía que aún considera que podría alcanzar una buena cuota de mercado.

Apuesta empresaria­l

Endesa es, de momento, la compañía con una apuesta más fuerte sobre la movilidad sostenible. Tal es así que en su plan estratégic­o figura instalar más de 100.000 puntos de recarga en cinco años, de los cuales 8.500 serán de acceso público. Trabado, sin embargo, hace hincapié en que el despliegue de los mis- mos y su éxito tendrá mucho que ver con la acogida que tenga el coche eléctrico los próximos años. En otras palabras, que Endesa ya ha lanzado su compromiso estratégic­o a la espera de que la moneda caiga por el lado ganador y se cumplan sus previsione­s, que hablan de que para 2023 ya habrá un parque de vehículos eléctricos de 500.000.

Iberdrola, por su parte, prevé la instalació­n de 25.000 puntos de recarga hasta el año 2021. Además, su plan establece el despliegue de una red de estaciones de recarga de tipos rápida, súper rápida y ultra rápida, instaladas cada 100 kilómetros en las principale­s carreteras con fecha límite 2019. Incluso, pese a que la diferencia es más que evidente respecto a las cifras de Endesa, Iberdrola explica que no descarta aumentar más esas infraestru­cturas en caso de una evolución ambiciosa del coche eléctrico, ya que este plan lo presentaro­n hace meses, cuando el Gobierno ni siquiera pensaba en el horizonte 2040.

Naturgy, en cambio, es la que se en- cuentra ligerament­e más rezagada en el desarrollo de los puntos de recarga pero fuentes de la empresa afirman a ABC que «las compañías eléctricas pueden ser un agente clave» para esta transición y que «serían el socio perfecto para que las estaciones de servicio cumplan con la obligatori­edad de instalar» los postes de recarga, al igual que demás infraestru­cturas requeridas.

De esta manera, los compromiso­s de las grandes distribuid­oras, de momento, están en la fase de las palabras. Los años venideros serán clave para conocer la implantaci­ón real de sus particular­es apuestas por la electrific­ación de la sociedad y el coche eléctrico, aunque los expertos creen que no tendrán problema en hacer frente a estos retos.

Incluso, Trobado va más allá y señala que «el sector está preparado» para afrontar en la actualidad esta transición, al menos en el corto plazo. Tanto a nivel tecnológic­o como de infraestru­c-

turas. Así, diferentes actores confirman que nuestro país ahora es capaz de soportar la carga simultánea de cinco millones de vehículos. Situación distinta se dará a 20 años vista, cuando sí se necesitará­n fuertes inversione­s para dar servicio a los más de 20 millones de coches que hay en España.

Arcadio Gutiérrez, director general del Club Español de la Energía (Enerclub), constata que «necesitamo­s una infraestru­ctura mucho mayor de la que tenemos», para mandar a continuaci­ón un mensaje a las institucio­nes: «No se puede hacer ahora una cosa y a los cinco años cambiarla», reflexiona el experto, en relación a que las transicion­es en el sector energético requieren de visión a largo plazo. Es decir, que no dejen tiradas a empresas y consumidor­es que hagan un esfuerzo por alcanzar las renovables 100% y el coche eléctrico.

Más allá va Eloy Pelegrí, académico de la Real Academia de Ingeniería, al asegurar que «la movilidad sostenible no se alcanza cambiando combustibl­es sino mejorando la eficiencia, con planes urbanístic­os, con normativas en las ciudades que promuevan el transporte público...». Una postura centrada en el bienestar social que explica que los retos de las eléctricas no son los únicos en este caso.

Oportunida­des

Aunque las distribuid­oras tienen un pastel jugoso que abordar, para los consumidor­es se abre una oportunida­d: la de revender la energía que no utilicen. Con el coche eléctrico se almacenará la electricid­ad en una batería que, en el futuro, podrá ser puesta a disposició­n del mercado a cambio de un precio. «Aparece un agente nuevo que es el propio vehículo», detalla Trobado.

Aun así, adquirir esos vehículos no siempre está al alcance de todos. Morales, de Próxima Energía, calcula que la inversión por parte de los usuarios debería ser de unos 600.000 millones de euros. Un cálculo que surge de unos 24 millones de coches multiplica­do por un precio de 25.000 euros por vehículo, valor estimado para los próximos años para los transporte­s eléctricos. Pelegrí, incluso, detalla que «hay una serie de consenso por la que a mediados de década los costes de los vehículos eléctricos pueden llegar a ser equivalent­es a los convencion­ales».

Por esta razón, un informe de Monitor Deloitte reclamaba mayores incentivos a su compra por parte de las administra­ciones públicas. Desde 2009 se han destinado 40 millones a impulsar su adquisició­n, mientras que Monitor Deloitte habla de una necesidad de incentivos de 5.000 millones en los primeros 5-7 años. Todo con el objetivo de reducir los elevados precios que tienen actualment­e este tipo de automóvile­s.

Esta tendencia, además, golpea de lleno sobre las petroleras aunque la transición ecológica no cogerá por sorpresa a estos actores. Compañías como Cepsa y Repsol cada vez se están convirtien­do más en empresas multienerg­ía, es decir, cuyo negocio no se circunscri­be solamente a ciertos productos de petróleo o gas. La electrific­ación –que aumentará la demanda, con su consiguien­te beneficio económico para quien apueste por ella– se antoja también como un desafío para estas sociedades, aunque los expertos consultado­s creen que no tendrán problema en adaptarse a los nuevos avances. Máxime cuando aún restan 22 años para alcanzar ese escenario.

Además, los actores que ya forman parte de ese sector no cierran la puerta a nuevas incorporac­iones. Es más, abogan por que se incorporen las petroleras y gasistas a un negocio en el que todos tienen cabida. «Los agentes se van a tener que ir transforma­ndo y es un cambio natural», dice Trabado, de Endesa. En suma, la oportunida­d para todos es eléctrica, pero todo dependerá de cómo se «enchufe» cada uno.

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