El desembarco en empresas clave pone en alerta a la UE
La Unión Europea como destino de inversión es una realidad. Las instituciones comunitarias trasladan cada vez que pueden la idea de apertura que reina en el Viejo Continente. Sin embargo, tampoco son «ingenuos», como aseguró hace escasas semanas el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. No todos los que proceden de terceros países llegan con la misma bondad; por ello, la UE establecerá un marco común para vigilar y controlar quién, cómo, cuándo y por qué invierte en el territorio comunitario. Todo ello con la vista puesta en países como China para proteger las empresas e infraestructuras críticas de inversiones extranjeras que puedan suponer robos de tecnología o ser perjudiciales para la seguridad y el orden público (sectores energético, espacial y del transporte, entre otros).
La Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos alcanzaron un acuerdo político para escudriñar a fondo aquellas inversiones que puedan resultar sospechosas de poder perjudicar al proyecto comunitario o cualquiera de sus Estados miembros. Así, pactaron crear un mecanismo de cooperación para intercambiar información y plantear inquietudes específicas; también, la Comisión podrá emitir opiniones sobre casos que abarquen varios Estados miembros o cuya inversión afecte a programas de toda la UE como el Horizon 2020.
La idea es que el intercambio de información entre las instituciones y los países sea lo más fluido posible para disponer de la mayor cantidad de datos sobre un supuesto. Pese a todo, la UE no podrá vetar ninguna inversión sino que los Estados continuarán siendo quienes decidirán en última instancia si aceptan o no la entrada de capital extranjero en una de sus empresas.
Juncker manifestó que Europa debe proteger sus «intereses estratégicos». Y, a su juicio, la mejor manera de hacerlo es endurecer el control sobre las compras extranjeras, especialmente las provenientes de aquellas compañías participadas por terceros estados pero también de aquellas que obtengan subvenciones públicas. Es el caso del Estado chino, con fuerte presencia en su tejido empresarial.
«En un mundo cada vez más interconectado e interdependiente, necesitamos medios para proteger nuestra seguridad colectiva mientras mantenemos una Europa abierta», dijo la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström. Asimismo, el vicepresidente de la Comisión, Jyrki Katainen, afirmó en 2017 que la UE « es y seguirá siendo uno de los regímenes más abiertos del mundo para la inversión». Una apertura teórica, con posibilidad de veto de los Estados miembros.
La Comisión opinará sobre la idoneidad de las inversiones extranjeras