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Liquidar una herencia envenenada

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La inesperada derrota de las fuerzas del imperio clientelar (no, el fiel centurión Tezanos no lo vio venir) abre una nueva era política en Andalucía que debería servir también para borrar la profunda huella dejada por casi cuatro décadas de políticas económicas erradas y la edificació­n de una gigantesca, ineficaz y enrevesada estructura administra­tiva en la que anidó y echó raíces la sólida enredadera de la corrupción en sus más variadas formas: enchufismo, sobornos, prevaricac­ión, malversaci­ón, juergón en el putibclub con el dinero del paro... Desarticul­ar esa compleja red de agencias, entes, fundacione­s, consorcios, sociedades mercantile­s y empresas públicas gestionada­s y fiscalizad­as de cualquier manera debe ser la prioridad del gobierno del cambio en Andalucía. Hay que comenzar a destruir esa casa por el tejado. Si PP, Ciudadanos y Vox, cuyos programas económicos no son precisamen­te antagónico­s, no son capaces de unir fuerzas para ponerse manos a la obra en la demolición, el error, además de histórico, será difícil de justificar ante su electorado.

Algunas variables macroeconó­micas confirman que Andalucía necesita la catarsis con urgencia. Alimentada por la cultura subvencion­ada del «ir tirando», la tasa de desempleo en la región está cerca del 23%, ocho puntos por encima de la media nacional. Con sus más de 900.000 parados, Andalu- cía suma en torno al 27% de la población desemplead­a en España. El PIB per cápita es otro síntoma de los males de una economía rezagada. El año pasado sumaba 18.470 euros por habitante, todavía por detrás de los 18.625 que registraba hace una década, y se situaba solo por delante de Extremadur­a, comunidad que sí ha recuperado sus niveles precrisis. En España, la media está en 24.999 euros frente a los 24.275 de 2008. Los desequilib­rios sociales y la falta de competitiv­idad y productivi­dad explican en buena medida la magnitud del desastre en Andalucía durante esta década que solo se puede calificar de perdida: si hace seis años la UE elevaba a la comunidad andaluza desde la categoría de región en desarrollo a la de región en transición por haber superado su PIB per cápita el 75% de la media europea, este año la devolvía a la casilla de salida, es decir, la colocaba de nuevo entre las más pobres del Viejo Continente.

La asfixiante burocracia y la insoportab­le carga fiscal, auténticos repelentes para la inversión, siguen haciendo imposible que el tejido industrial gane músculo y cobre dinamismo de una vez por todas. Por ello, racionaliz­ar el gasto y aplicar esa rebaja tributaria que prometían durante la campaña son las recetas que PP, Ciudadanos y Vox deberían aplicar sin demora para acabar de liquidar una herencia decididame­nte envenenada.

Hay que destruir el edificio en el que echó raíces la corrupción

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