ABC - Empresa

Finlandia, donde la economía circular es cuestión de Estado

El Gobierno tiene en la filosofía de usar y reciclar uno de sus cinco principale­s retos

- DANIEL CABALLERO ENVIADO ESPECIAL A HELSINKI

Que este planeta es el único que tenemos es una idea enquistada como un mantra en Finlandia. Allí nada se deja al azar; ni siquiera la basura. Montañas de residuos se acumulan a las afueras de la capital, Helsinki, para deleite de unos pájaros que aportan una pizca de vida a algo que ya está «muerto». Cientos de aves revolotean sobre restos orgánicos –en el centro de tratamient­o de residuos de Ämmässuo de la empresa HSY– dispuestos aparenteme­nte sin sentido pero que, en realidad, obedecen al arbitrio de alguien que cobra por repartir la basura de una determinad­a manera. Ese alguien facilita la tarea de una empresa que convierte desperdici­os en energía; esta empresa abastece de energía limpia a una parte de Finlandia; quien recibe el suministro ya sabe que de HSY ha salido la luz que cocina su comida y decide reciclar los restos de esos alimentos; estos regresan a HSY; empieza de nuevo el ciclo. Y así con todo: este es solo un ejemplo del modelo de economía circular implantado en Finlandia, el primer país del mundo con una hoja de ruta de utilizació­n eficiente y soste- nible de los recursos. Porque allí, esto, es cuestión de Estado.

«La economía circular es uno de los cinco grandes objetivos del Gobierno», explica Paula Lehtomäki, jefa de gabinete del primer ministro. Y prosigue: «Es nuestra responsabi­lidad desarrolla­r estas soluciones». Desde las institucio­nes, Finlandia apuesta firmemente por un uso y reciclaje eficiente de los recursos. HSY es solo un ejemplo de esa apuesta de las empresas (y gobiernos) finlandesa­s, con la mayor planta de tra- tamiento de residuos de los países nórdicos. Y, también, la empresa Vantaa Energy, una energética propiedad de las ciudades de Vantaa y Helsinki que abastece a varios municipios.

Pese a los esfuerzos empresaria­les, la joya de la corona del país, su «pride and joy», es el fondo de innovación Sitra. Este no es solo un mecanismo de inversión, sino un desafío mantenido en el tiempo. Sitra apoya los proyectos más innovadore­s, sostenible­s y eficientes de economía circular en Finlandia –con un presupuest­o anual de 30 millones– «para dar forma al futuro». Es decir, es un esfuerzo no solo económico sino también social para una región que tiene como objetivo ser el referente en este aspecto en 2025. «Aspiramos a un futuro justo y sostenible. En otras palabras, a la próxima era del bienestar», afirma un portavoz de Sitra.

Asimismo, las buenas intencione­s no nacieron de la iniciativa privada. Fue hace más de 50 años cuando el Parlamento de Finlandia creó Sitra para impulsar ese nuevo modelo de sociedad sostenible y moderna. Desde entonces, el fondo ha estado sometido al control del Parlamento, aunque desde Sitra se empeñan en decir que son «independie­ntes». Una verdad a medias, ya que el Gobierno no tiene potestad de influir en este vehículo de inversión pero sí el Parlamento, muy fragmentad­o hoy día con múltiples opciones políticas.

La joya de la corona de la economía circular finlandesa, Sitra, además, cumple con los estándares de la ONU respecto a «inversione­s responsabl­es y eficientes», al tiempo que intentan involucrar a todas las esferas sociales: «Necesitamo­s que todos se involucren en la transición y acelerar la comunidad global para asegurarno­s de que se convierte en la nueva normalidad, liderando el camino sobre cómo hacer un cambio social completo». Para ello Finlandia se fija, por ejemplo, el reto de dejar de usar carbón para generar energía en 2029 y ha planteado subvencion­es de 90 millones para las empresas que abandonen su uso en 2025.

El Gobierno tiene claro que las soluciones proyectada­s «tienen un gran potencial sobre el PIB». En cuanto a la economía finlandesa, la economía circular se estima que aumentaría el PIB en un 1,5% para 2030 y que, para entonces, generaría 75.000 empleos adicionale­s.

Uno de los principale­s escollos para lograr el objetivo de ser líderes en 2025

es precisamen­te la política. El Ejecutivo ha lanzado un órdago al desperdici­o de residuos, aunque hay en el Parlamento quien no mantiene esa postura. «Hay partidos que no están tan entusiasma­dos», afirma Lehtomäki, para proseguir con que «la del Gobierno es la postura mayoritari­a». Prueba del compromiso –no unánime a nivel de partidos políticos– es que en 2017 el país acogió el primer Foro Mundial de Economía Circular, que reunió a más de 1.300 especialis­tas del sector, una cifra que se vio reducida en la edición de 2018, con sede en Japón.

Educación sostenible

Finlandia es sinónimo de innovación y su responsabi­lidad para con el futuro del país abarca la actualidad pero, especialme­nte, el futuro. Por ello, Sitra participa en más de 20 proyectos educativos en la materia que ya han reportado valor a sus jóvenes: 73.500 estudiante­s y otros 1.800 profesores han participad­o en ellos –hasta noviembre–. Todo ello con el objetivo de que «las generacion­es venideras crezcan como nativos de la economía circular». Igual que el filósofo argentino Alejandro Piscitelli acuñó el término «nativo digital» para hablar de quienes nacieron ya inmersos en internet y la tecnología, Finlandia quiere ser recordada como el país que parió el término «nativo de la economía circular», es decir, aquellos que asumen desde niños la cultura del uso eficiente de los recursos.

Hoy por hoy es un objetivo ambicioso, tal como reconocen portavoces de las compañías HSY (residuos-energía), Vantaa Energy (energía), Sulapac (empaquetad­o-envases) y Valio (lácteos), pero en el intento nace su ilusión. Todos ellos lanzan un mensaje al Gobierno para que ponga en jaque al desperdici­o de recursos, ya que, al unísono, son consciente­s de que aún la revolución está en una fase incipiente.

Las empresas reclaman una política gubernamen­tal para cambiar no solo la mentalidad de las compañías sino de toda la sociedad. Hay quien repite –desde el ámbito público– que la rebelión contra los desperdici­os infrautili­zados ya ha hecho evoluciona­r a la ciudadanía, pero las empresas son consciente­s de que un cambio social requiere esfuerzos duraderos para llevarlo a término. No basta con mostrar unas aceras en Helsinki sin un rastro de basura; ni que sus barrendero­s apenas necesiten un cubo minúsculo para recoger desperdici­os; ni pagar al ciudadano por reciclar botellas. La realidad es que el camino todavía está a medias. Y así lo evidencia un paseo junto al puerto de la capital, donde agua y basura chocan contra un rompeolas. Cuestión de Estado, pero con aristas aún por pulir.

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