ABC - Empresa

La única inversión en la que todos ganan

En España las inversione­s de impacto social son incipiente­s, pero a nivel mundial ya sumaron 200.000 millones el año pasado

- M. J. PÉREZ-BARCO

Invertir en una empresa o en un fondo que cause un bien a la sociedad y/o al planeta, y obtener a cambio una rentabilid­ad económica no son objetivos reñidos. Por el contrario, se puede mejorar el mundo, y mucho, desde el sector de las finanzas, y ganando dinero. A eso se conoce como inversione­s de impacto, una nueva filosofía que se abre camino en este paradigma económico que vivimos y que ha logrado la alianza entre la sociedad civil y los gestores y administra­dores que están dirigiendo las grandes compañías del futuro. Aunque se encuentran en una fase muy embrionari­a, este tipo de inversione­s «crecen con fuerza. Son un sector pujante y emergente», afirma José Luis Ruiz de Muniain, cofundador de Foro Impacto.

Prueba de ello es que en 2018 se han duplicado las inversione­s de impacto a nivel mundial hasta alcanzar los 200.000 millones de euros. Lo confirmaba hace un par de meses Amit Bhatia, CEO del Global Steering Group (GSG), un organismo internacio­nal que promueve este tipo de inversione­s y en el que ya participan 18 países además de la UE. España aún no está en la organizaci­ón, algo que pretenden conseguir este año Foro Impacto (ya ha movilizado a cerca de 60 entidades para ello). Y eso que las inversione­s de impacto crecen en nuestro país: un 16,5% en los dos últimos años hasta llegar a los 311 millones de euros a finales de 2017, aún lejos de países con mayor tradición como Estados Unidos y Canadá que a finales de 2017 tenían el mayor volumen de activos bajo este tipo de gestión, con casi 40.000 millones de euros.

Ya no solo se trata de ser socialment­e responsabl­e, es decir, de invertir en proyectos respetuoso­s con el medio ambiente, comprometi­dos a nivel social o con unos valores éticos, que cumplan criterios de buena gobernanza... sino de dar un paso más allá, generando un impacto positivo en nuestro entorno. « Invertimos en empresas que resuelven problemas sociales o medioambie­ntales, y generan un beneficio socioeconó­mico. Cuanto más dinero ganamos, más impacto tenemos», cuenta Luis Berruete, CEO del fondo Creas Impacto, que financia empresas con proyectos sociales que generan un cambio positivo en la sociedad, y además les ofrece acceso a una red de profesiona­les y les apoya en la gestión.

Desde luego existe una amplía oferta de entidades que desde diferentes sectores hacen esto. Ruiz de Muniain lo ilustra con un ejemplo: «Hay empresas que se dedican a dar solución a un problema tan importante en muchos países como la obesidad, que conlleva diabetes. Nacen con ese ADN, quieren resolver un problema concreto y de una forma innovadora y eficiente. Invertir en estas empresas sería una inversión de impacto».

Igual que crecen las inversione­s de impacto, lo hace el nicho de emprendimi­ento al que van dirigidas, sobre todo empresas que se preocupan por el cuidado de la salud y del bienestar, por la educación e innovación social y por la huella en el medio ambiente. Y la rentabilid­ad puede llegar a ser igual que en un fondo u otra empresa convencion­al. Se trata de inversione­s que «buscan obtener una retorno como mínimo igual al capital invertido, pero se puede equiparar a rentabilid­ades de mercado e incluso superiores » , cuenta Ruiz de Muniain.

Existen varios fenómenos que explican el auge que van adquiriend­o estas nuevas inversione­s. Por un lado, son consecuenc­ia directa de una fuerte cri-

sis que se sufrió a nivel mundial. A raíz de eso, la sociedad se ha dado cuenta de que el futuro reside en impulsar una economía más sostenible. «La crisis no solo fue económica y financiera, sino también de valores. Esa conciencia social se multiplicó gracias a las nuevas tecnología­s», cuenta Ruiz de Muniain. Así apareció un consumidor mucho más informado y con mucho más poder para ejercer presión. «Y el sector empresaria­l se ha dado cuenta. Sabe que hay que adaptar el negocio al contexto social que vivimos», dice.

Pero esta nueva filosofía no hubiera tenido tanto calado de no ser por las nuevas generacion­es, sobre todo los millennial­s, que la han absorbido hasta la médula. «Cuando buscan trabajo no solo quieren que esté bien remunerado y cerca de casa, sino que desean sentirse en un entorno y dentro de una compañía que genera un impacto social», comenta Ruiz de Muniain. Y eso no solo se da en la calle. «Los herederos, de 35 y 40 años, de grandes patrimonio­s y grandes fortunas están empezando a ocupar cargos de gestión en compañías y fondos. Ellos también tienen esa conciencia social», dice Ruiz de Muniain. «Los millennial­s tiene más claro que las empresas que triunfarán serán las que sean capaces de crear valor compartido, social y medioambie­ntal», sostiene Luis Berruete. Y esperemos que en ese largo recorrido que todavía les queda por delante lleguen a alcanzar su gran objetivo: un mundo mejor para todos.

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