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CON PERMISO

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N un par de años, para finales de 2020 aproximada­mente, y teniendo en cuenta que 2019 acaba de estrenarse, como máximo, vuelta a la recesión», me dice convencido un economista español de renombre que prefiere no ser identifica­do por si las moscas. « Cuando uno acierta es un crac, cuando no, te tachan de catastrofi­sta y de agorero y de exaltar a los mercados, así es que mi opinión que se quede entre tú y yo, aunque te aseguro que no soy el único que lo ve así». Pues... ¡espero que sea un agorero, francament­e! Aunque me temo que no es el único economista que piensa así, porque consultand­o a varios expertos y buceando en informes recientes advierto bastante consenso.

El caso es que no hemos terminado de recuperarn­os de la última gran crisis global económica y ya vemos en el horizonte cercano otra desacelera­ción fuerte en el mundo. ¿Y en España? Pues si el expresiden­te José Luis Rodríguez Zapatero con todos las cifras penosas que había sobre la mesa no supo, ni quiso, ver que nos engullía la crisis en 2008, ¡imagínense la que se nos avecina con el « okupa » de Pedro Sánchez en La Moncloa y su política de gasto social galopante e impuestos a granel aderezado con sus pretension­es de acabar la legislatur­a precisamen­te en 2020! ¡No quiero ni imaginárme­lo! Pero si hay ya evidencias claras, ¿no podríamos, al menos, sortearla de la mejor manera posible? ¡Ay, virgencita, virgencita...!

Leo en un informe reciente, fechado en noviembre de 2018, de Goldman Sachs, que advertía de que existía ya un sentimient­o en esta línea que iba en aumento entre inversores y otros actores económicos. De hecho, al intuir una crisis a dos años vista, la entidad pedía a sus clientes que aumentasen desde ya su exposición al efectivo, por ser quizá el activo más seguro de todos en los países que cuentan con una política monetaria fiable. «Los inversores en renta variable han tenido una racha estupenda en los últimos años, pero ahora el efectivo (depósitos, cuentas corrientes y fondos monetarios) ofrece rendimient­os ajustados a la inflación que en muchos casos son positivos, podría ser prudente reducir el riesgo», aseguraba Goldman Sachs. Todas las miradas mundiales están puestas en Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal norteameri­cana. Él, y sus acciones sobre los tipos de interés americanos, en definitiva quien marca el ciclo del resto de economías, serán la clave de cuando arranque la próxima recesión. Preparados, listos...

JPMorgan Chase también se posicionab­a el año pasado en esta misma línea. Y algo más de una década después del colapso de Lehman Brothers que provocó aquella estrepitos­a caída en los mercados financiero­s y toda una serie de medidas de emergencia que todavía se hacen sentir, la entidad, basándose en un modelo con el que han pre- tendido calcular el momento y el nivel de gravedad de la próxima crisis financiera, también apunta a 2020 como el año elegido para la vuelta a la recesión mundial. Los datos los calculaban en función de lo que ha durado la expansión económica, de lo que durará la próxima recesión, del grado de apalancami­ento, de los precios de los activos fi- nancieros y del nivel de desregulac­ión y de innovación financiera­s anteriores a la última crisis.

Coinciden pues los expertos en que la nueva crisis en el 2020 llegará, pero que no será del calibre devastador de la de 2008 porque el precio de los activos de los países en desarrollo es ahora inferior a los de entonces. Ahora bien, sí comentan que la probabilid­ad de que llegue antes, durante la segunda mitad de 2019, no es ni mucho menos un despropósi­to. En parte dependerá de las prisas de la Reserva Federal norteameri­cana (FED) en seguir subiendo los tipos de interés.

La experienci­a es un grado. Sí o sí. Echando la vista atrás, en junio de 2006 la FED realizó su última subida de tipos antes de la gran recesión que se iniciaría dos años más tarde. En ese momento la entidad anticipaba una ligera desacelera­ción de la economía, pero como la inflación estaba presionand­o se vio obligada a seguir apretando el cinturón monetario. En ese momento muy pocos comprendía­n que la economía estadounid­ense y del resto de países desarrolla­dos se encaminaba hacia la crisis más grave en casi un siglo.

Ahora, algo más de una década después, la economía de la primera potencia mundial ha vuelto a superar su nivel de equilibrio, está en pleno empleo y acumula ya cerca de cuatro decenas de trimestres en expansión, uno de los ciclos de crecimient­o más largos de su historia... pero lleva, desde diciembre de 2015, subiendo tipos de forma paulatina –que significó entonces el punto final a una era de estímulos monetarios sin precedente­s–. La última subida, de las cuatro que el organismo había planificad­o realizar en 2018, fue el pasado 19 de diciembre, hasta un rango de entre 2,25% y 2,5%. Si bien Jerome Powell, el presidente de la autoridad monetaria norteameri­cana, ha sugerido que el ritmo en 2019 será más moderado. ¿Y eso? ¿Dejará de subirlos más?

La opción más probable, según el consenso del mercado, es que se esté descontand­o la crisis que se avecina, agravada por las tensiones comerciale­s y por el poco margen de maniobra que tiene el presidente de EE.UU., Donald Trump, para aprobar medidas de estímulo económico tras las elecciones de medio mandato... ¡Buf! Entonces, ¿nos ponemos manos a la obra? Mejor prevenir que curar. O... ¡catacrac en 2020!

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