China y el lado oscuro de la fuerza
Probablemente esto ya lo anticipó Nostradamus y era inevitable, pero el «sorpasso» en el liderazgo geopolítico global se está consumando. Casi nadie duda ya de que el siglo XXI pertenecerá a China. Como mínimo, parece el jugador con las fichas mejor dispuestas sobre el tablero. En unas décadas, el gigante asiático se ha desperazado de una siesta milenaria y, a pesar de sus evidentes desequilibrios internos, ha superado un infinito erial de pobreza hasta transformarse en el mayor exportador global y en un inversor voraz que ha inundado con millones zonas geográficas estratégicas como el sur de América o África, cimentando una capacidad de influencia en esas áreas que deja a las claras una ambición indisimulada por consolidarse como superpotencia mundial.
En el pulso por dirimir el nuevo orden internacional, el desarrollo tecnológico jugará un papel definitivo, y de nuevo el régimen de Pekín parece disfrutar de una posición privilegiada que ha consolidado en un abrir y cerrar de ojos. China ya no es solo la fábrica del mundo, también aspira a convertirse en su ordenador central y su cuadro de mandos.
No es que la resistencia frente al avance del gigante asiático haya sido precisamente numantina. Donald Trump no solamente se ha empeñado en dar una patada a seguir al multilateralismo, sino que también ha mantenido una política exterior desvaída y errática, muy alejada del papel de árbitro de los conflcitos globales que tradicionalmente se ha arrogado Washington. Si el creador de «The apprentice » ha encerrado a EE.UU. en sí misma, el Viejo Continente (un apelativo cada vez más ajustado a la realidad demográfica europea) prolonga la larga convalecencia de la crisis que socavó sus cimientos y espera con fatalismo resignado que la herida del Brexit comience a sangrar.
Que el poder económico y tecnológico de China avance por el planeta sin demasiado contrapeso, sin una fuerza equilibrante contrapuesta, no es un escenario ideal. No al menos mientras el régimen de Pekín siga diametralmente alejado de los esquemas de democracia liberal con los que se garantiza la libertad en la cultura occidental. Si los pasos de la potencia asiática hacia la economía de mercado y la vanguardia tecnológica han sido gigantescos, su monolítico régimen comunista apenas se ha movido ni un milímetro de los estrechos parámetros en los que no hay apenas ni un resquicio para la disensión o la divergencia. Tampoco concede en su mercado interno las facilidades inversoras que ha encontrado en su implacable desembarco planetario... No parecen las mejores manos para sostener el peso del mundo.
«China avanzó hacia el libre mercado, pero su régimen sigue lejos de la democracia »
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