Voluntariado, la herramienta solidaria con la que todos ganan
El valor del compromiso ▶ Con estos programas las empresas mejoran su clima laboral y productividad y los empleados adquieren destrezas útiles en su desarrollo profesional
Informáticos que capacitan a niños en competencias STEM; economistas que orientan a las pymes en recursos financieros; abogados que trabajan con presos en la cárcel; asesores que aconsejan a familias con menos recursos cómo ahorrar y ser más eficientes; empleados de todo tipo que visitan todas las semanas a personas mayores o enfermos de cáncer... Se ha demostrado que hacer voluntariado, ya sea a título personal o dentro del programa de una empresa, tiene réditos increíbles en las compañías y para los empleados es un valor muy apreciado por los departamentos de Recursos Humanos. En las primeras, mejora el clima laboral y, en consecuencia, la productividad, al contar con trabajadores muchos más satisfechos. Para cualquier persona se trata de una herramienta con la que lograr las denominadas competencias « soft skills » o habilidades blandas, cada vez más valoradas por las organizaciones: muchas veces pueden ser la diferencia que incline la balanza a favor de un candidato a la hora de conseguir un puesto de trabajo, para ascender en la carrera profesional o saber gestionar equipos. Y es algo que no se imparte en las aulas de las universidades. ge la Ley del Voluntariado de 2015. Esta norma dice: «No serían actividades de voluntariado las aisladas o esporádicas, periódicas o no, prestadas al margen de entidades de voluntariado».
Por tanto, para implantar un programa de voluntariado en una empresa es imprescindible trabajar de la mano de una ONG. «Ellas conocen el colectivo al que se dirigen», dice Sainé. Y debe ser un compromiso sostenido en el tiempo. «Una carrera solidaria no es un programa de voluntariado. El voluntariado es un trabajo a largo plazo, porque se juega en el terreno de las emociones: acompañar a una persona enferma no es un día a la semana y que luego le acompañe otro compañero a la semana siguiente. En el voluntariado social se trata a personas y lo más valioso es mantener su dignidad, ciudad y afecto», explica Mar Amate. De ahí la necesidad de hacerlo siempre guiadas por las ONG. Y en este sentido Mar se queja de cómo las empresas que llevan a cabo estas acciones miden su réditos: «Si llevamos un libro a una persona y tomamos un café con ella ¿ hemos solucionado el problema de su soledad? ¿Si contratamos a un equipo de personas para limpiar la ribera del Manzanares, hemos beneficiado a más de cinco millones de madrileños?», reflexiona.
Son las grandes empresas las que más miran hacia estos estas acciones. Un estudio de la Fundación Seres, realizado entre sus 77 socios (grandes compañías como Accenture, CaixaBank, Pascual, Mercadona, Randstad, Iberia, Telefónica...), revelaba que el 85% de ellas afirmaba tener programas de voluntariado activos. Ese informe, referido a
La ley exige que el voluntariado se desarrolle a través de una ONG
2017, dice que el ratio de personas que participa en ellos era del 8,3% de las plantillas. «Hace cinco años esa cifra era del 3,5%», sostiene Ana Sainz. «El gran reto es que se incorporen a estos programas las pequeñas y medianas empresas, que están más capilarizadas y asentadas en su entorno local y pueden encontrar acciones de voluntariado muy cercanas y contribuir al desarrollo comunitario», explica Mar Amate.
Para empezar, lo mejor es dejarse asesorar por una ONG que esté en sintonía con la actividad de la empresa, recomienda Mar Amate, que añade que «también hay que pensar qué vamos a hacer y por qué, además de contar con los trabajadores para conocer hasta dónde están dispuestos a participar». De llevarlo a cabo, está comprobado que el voluntariado «mejora el clima laboral, disminuye la rotación externa, proporciona mayor compromiso con la marca, el trabajador se sentirá más satisfecho y, por tanto, mas productivo», concluye Ana Sainz.