Viejas lecciones que conviene repasar
Algunos de los rotos provocados por la implosión de la gran recesión fueron de tal dimensión que las puntadas de la recuperación aún no han sido suficientes para culminar su remiendo más de una década después. Uno de los indicadores que mostraba a las claras la magnitud del desastre fue el de la morosidad en los créditos bancarios. A finales de 2013, el porcentaje de créditos dudosos sobre el total de concedidos se elevó hasta un exorbitado e histórico 13,6%, más de 197.000 millones impagados que certificaban el deterioro de la economía española y ponían en evidencia los errores en la política crediticia de un sistema financiero que comenzaba a recoger los frutos de sus excesos.
La mejora del ciclo económico ha permitido ir atemperando el desastre, un proceso que se ha acelerado en los últimos meses. Según los datos más recients del Banco de España, en octubre la ratio de morosidad se situaba ya en el 5,09% y los créditos dudosos sumaban 60.790 millones, 13.080 menos que un año antes. El avance en el último lustro es significativo, teniendo en cuenta que al cierre de 2015 el porcentaje de créditos impagados todavía superaba el 10%. Pero tampoco conviene olvidar que la mejora solo se traduce en que se ha regresado a los ratios de morosidad de 2009 (cuando se cerró el año con un 5,1%), pero el nivel precrisis, el exiguo 0,9% registrado en 2007, es aún un horizonte demasiado lejano.
Esta notable pero aún insuficiente rebaja de los niveles de morosidad se cimenta sin lugar a dudas en los esfuerzos de empresas y familias, aunque también hay que reconocer el papel de unas entidades que han acelerado la limpieza de sus balances al tiempo que, cumpliendo con las nuevas exigencias regulatorias, han aumentado las provisiones para blindarse frente a futuras contingencias. Un ejercicio de limpieza y transparencia con el que la banca española ha marcado diferencias con otros sistemas financieros atrapados en la sospecha, con Italia como emblema.
No hay que olvidar sin embargo que la tendencia se ha consolidado al calor de los bajos tipos de interés y con un volumen de préstamos mucho menor al de hace una década. Pero con todos sus matices, es una buena noticia. El gran desafío para la banca es no repetir viejos errores cuando el flujo crediticio se revitalice y la política monetaria vuelva a la normalidad (todo llegará, aunque sea más tarde que temprano). Y es que aunque las lecciones del pasado parecen bien aprendidas, fenómenos como el inquietante repunte de la morosidad en el crédito al consumo revelan lo sencillo que resulta olvidarlas si no se repasan a menudo.
La banca debe evitar antiguos errores cuando el flujo crediticio se revitalice
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