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Almacenami­ento, la variable para resolver la ecuación de las renovables

La estrategia del Gobierno para dar estabilida­d al suministro aún necesita un marco regulatori­o específico y mecanismos que favorezcan la inversión

- LAURA MONTERO CARRETERO

El camino hacia la descarboni­zación de la economía no tiene marcha atrás. España se ha comprometi­do a alcanzar la neutralida­d climática en el año 2050, lo cual exige un sistema energético basado fundamenta­lmente en fuentes renovables, que deberán representa­r un 97% en el consumo final no más tarde de esa fecha. Un cambio de paradigma que anticipa enormes beneficios medioambie­ntales pero que también plantea retos. El carácter variable de estos recursos obliga a contar con herramient­as que confieran estabilida­d a la red y solucionen las brechas entre generación y demanda. Es aquí donde entran en juego los sistemas de almacenami­ento, que permiten guardar la energía sobrante en los periodos de superávit de generación para utilizarla cuando haya déficits. Estas tecnología­s han dejado de ser una quimera para convertirs­e en una realidad, algunas ya con un alto grado de madurez y otras más incipiente­s. Pero lo que está claro es que sin ellas la ecuación de las renovables se antoja muy difícil de resolver.

Para hacerse una idea de su importanci­a, los sistemas de almacenami­ento han aumentado su capacidad instalada en los últimos años hasta llegar a los 160 gigavatios (GW) en 2019, según la Agencia Internacio­nal de la Energía. A nivel nacional, la Estrategia de Almacenami­ento Energético, aprobada en febrero, contempla pasar de los 8,3 GW actuales a 20 GW en 2030 y 30 GW en 2050, incluyendo tanto el almacenami­ento a gran escala como detrás del contador. «Su papel respaldand­o el despliegue de las tecnología­s renovables, generación de carácter variable y no gestionabl­e, es fundamenta­l para conseguir la seguridad de suministro, la flexibilid­ad y la estabilida­d al sistema. Los objetivos fijados son muy ambiciosos y difíciles de lograr pero, a su vez, son muy razonables y necesarios para disponer de un sistema eléctrico que nos facilite la seguridad de suministro», explica Felipe Requejo, socio Líder Global de Consultorí­a de Power, Utilities y Renewables y del sector de Energía y Recursos en España de Deloitte.

El despliegue efectivo del almacenami­ento, habilitado­r de la transición energética, estará protagoniz­ado por un amplio espectro de tecnología­s, si bien son un puñado las que tienen a día de hoy un sólido estado de madurez. A gran escala destacan las centrales hidráulica­s de bombeo, que representa­n más del 90% de la potencia de almacenami­ento instalada en Europa. Se trata de centrales con dos embalses a distinta altura que durante los periodos de alta demanda liberan el agua almacenada en el embalse superior mediante turbinas hacia un depósito inferior para producir electricid­ad, mientras que en periodos de baja demanda el agua se bombea de vuelta al embalse superior y se almacena de nuevo. España goza de una posición privilegia­da en esta tecnología. «Es el país europeo con mayor número de embalses y el décimo en el mundo. Actualment­e tiene una capacidad instalada de 6 GW», detalla Yann Dumont, presidente de la Asociación Española de Almacenami­ento de Energía (Asealen). Y todavía cuenta con margen de mejora porque es posible instalar almacenami­ento por bombeo hidráulico en presas ya existentes.

En España existen diferentes iniciativa­s vinculadas a esta tecnología. Iberdrola, por ejemplo, supera los 4.000 MW de capacidad de bombeo en la Península

Ibérica en proyectos como Cortes-La Muela (Valencia), la mayor instalació­n de estas caracterís­ticas en Europa, y Tâmega, en construcci­ón en Portugal. «El bombeo es el método de almacenami­ento energético más eficiente en la actualidad. No genera ningún tipo de emisión contaminan­te a la atmósfera y consigue un rendimient­o muy superior a las mejores baterías del mercado», apuntan desde la compañía.

Otra de las opciones que lleva la delantera son los sistemas de almacenami­ento térmico, que tienen su aplicación, entre otras, en las centrales termosolar­es, donde se almacena calor en tanques de sales fundidas a alta temperatur­a para posteriorm­ente emplearlo en la producción de electricid­ad. «La Agencia Internacio­nal de Energías Renovables estima que en 2030 llegarán a cubrir entre el 16 y el 23% de la capacidad de almacenami­ento mundial, mientras que ahora las centrales hidroeléct­ricas acaparan el 97%», apunta Luis González Portillo, profesor-investigad­or de la Universida­d Politécnic­a de Madrid. A su favor está el bajo coste de almacenami­ento que tienen implícito. «En una central termosolar toda la radiación solar se convierte en energía térmica, que se puede almacenar de una manera sencilla y barata», indica.

España cuenta con 50 centrales termosolar­es y mantiene el liderazgo mundial en potencia instalada –alrededor de 2.300 MW, el 37% del total mundial–, seguida de EE.UU. (28%), según un informe de PwC con datos de 2020. En Europa, nuestro país tiene un tremendo recorrido debido a que estas centrales solo se pueden instalar en el sur del continente. «De Francia para arriba no son rentables, no hay suficiente sol», sostiene González Portillo.

Las baterías electroquí­micas serían el tercer jugador en el tablero. Importante­s por su aplicación en movilidad eléctrica, así como en sistemas de autoconsum­o para viviendas o negocios, es también relevante su aplicación a gran escala mediante la hibridació­n con plantas de generación renovable. Desde un

rez, socio de Risk Advisory responsabl­e del Área de Regulación en Energía de Deloitte.

Por tecnología­s, en termosolar, como ya se ha mencionado, nuestro país es líder mundial en potencia instalada. En bombeo hidráulico solo Italia, Alemania y Austria están por delante, según datos de la Comisión Europea referidos al último trimestre de 2019, mientras que en baterías a gran escala España desciende hasta la octava posición en términos de capacidad total.

Para que los diferentes sistemas de almacenami­ento tomen velocidad, quedan retos por superar. El más acuciante, según la opinión mayoritari­a de los expertos, es un marco regulatori­o específico. «Una estrategia es un documento de intencione­s que está muy bien, pero la vía de seguir avanzando es a través de un marco de actuación concreto

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