El euro digital pide pista para iniciar un viaje sin destino definido
Establecer sus funciones y límites, calibrar el impacto en la banca tradicional y la privacidad son algunas de las dudas por despejar para avanzar en un proceso en el que ningún banco central quiere quedarse atrás
Todavía es un proyecto en ciernes, pero va camino de convertirse en realidad. Es solo cuestión de tiempo, y no mucho, que el dinero físico conviva con una versión digital que tendrá su mismo valor y cuya emisión correrá igualmente a cargo de los bancos centrales. Y es que si el modo en que trabajamos, compramos e incluso nos relacionamos ha cambiado a toda velocidad, ¿por qué la forma en que pagamos iba a ser diferente? Es posible que en alguna ocasión haya oído hablar de las divisas digitales públicas, CBDC por sus siglas en inglés. Sonaron con fuerza en junio de 2019 a raíz de que Facebook anunciara sus intenciones de poner en marcha su propia criptomoneda, Libra (rebautizada como Diem), para transacciones entre particulares y compras en establecimientos. El temor a que la iniciativa pudiera amenazar la soberanía monetaria de los países y afectar a la estabilidad financiera hizo saltar de sus sillones a los banqueros centrales de todo el planeta, que dificultaron su nacimiento –aún no se ha lanzado– y estudiaron con más ahínco que nunca la creación de sus monedas digitales.
El Banco Central Europeo (BCE) no fue una excepción. En octubre de 2020 abrió una consulta pública sobre el euro digital a la que respondieron algo más de 8.200 ciudadanos, empresas y asociaciones sectoriales, una muestra que, sin ser representativa, marcó un récord de participación. Y la semana pasada autorizó el lanzamiento de una investigación formal, de 24 meses, para resolver cuestiones como el diseño y distribución del euro digital. Una vez acabe esta fase, decidirá si se implementa o no. Si todo sale bien, podría ver la luz en 2026. «El euro digital no es más que una respuesta del sistema financiero a la economía digital que ya está aquí. O se adapta o llegará alguna criptomoneda que lo hará en su lugar», destaca Luis Garvía, director del Máster en Riesgos Financieros de ICADE Business School.
Más allá de la amenaza que suponen las divisas digitales emitidas por agentes privados, otra de las razones que han empujado al BCE a plantearse el euro digital es el progresivo desuso del efectivo, que podría provocar que el dinero de curso legal que emite pierda relevancia en la economía.
Pero la entidad que encabeza Christine Lagarde no es la única que trabaja en un proyecto así. El 86% de los bancos centrales, según una encuesta del Banco de Pagos Internacionales, estudian las posibilidades de una divisa soberana digital.
Carrera internacional
China es uno de los países que ha tomado la delantera. En 2020 empezó a probar el yuan digital en proyectos pilotos de diferentes ciudades y, si todo continúa de acuerdo a lo previsto, la primera prueba internacional de su moneda virtual podría llegar en los Juegos Olímpicos de invierno de Pekín del próximo febrero. El gigante asiático es ambicioso y aspira incluso a desplazar al dólar como divisa de reserva mundial.
Garvía explica así el esprint de las autoridades centrales por posicionarse las primeras en este terreno: «La política monetaria, según funciona ahora, es la propia de un sistema industrial: los bancos centrales emitiendo grandes cantidades de dinero que luego multiplica el sistema bancario. Mientras no haya ningún banco central que dé el primer paso, todos los sistemas económicos están igual de obsoletos, pero en cuanto uno ponga su política monetaria a tono, tendrá una ventaja sobre el resto. Como China en 2020 empezó a probar el yuan digital, el resto de bancos reaccionan o llegarán tarde».
Lo cierto es que nadie se quiere quedar atrás en una carrera ya irreversible. «Si algún banco central de los dominantes se adelantara mucho a los otros, ello podría afectar a la importancia de las divisas respectivas. El atractivo de la nueva divisa digital podría llevar a nacionales de otras jurisdicciones a usarla en perjuicio de la suya propia. Y es seguro que los grandes bancos centrales tratan de evitarlo, de ahí los recientes progresos», dice el economista Carmelo Tajadura.
Si finalmente sale adelante, piensa que el euro digital traerá consigo una serie de ventajas. «Aunará la seguridad que ofrece un banco central con la comodidad, en términos de almacenamiento e inmediatez, que puede proporcionar el dinero digital», comienza por destacar Tajadura. Por otra parte, será de fácil acceso, a través de aplicaciones
LUCHA DE GIGANTES China mueve fichas con rapidez para intentar desplazar al dólar como divisa de reserva global