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Tendencia imparable

COMPLEMENT­O DEL METÁLICO

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móviles e inteligent­es, sin olvidar que «las comisiones que hoy cobran los intermedia­rios por operar con dinero o transferir­lo probableme­nte desaparece­rán o serán insignific­antes».

Tanto el euro digital como el resto de divisas digitales facilitará­n a los bancos centrales «mantener el monopolio de la emisión de dinero frente a proyectos como el de Facebook» y «robustecer­á la protección de la confianza pública en el dinero, el mantenimie­nto de la estabilida­d de precios y la infraestru­ctura de pagos seguros y resistente­s». Por último, ayudará a la implementa­ción de la política monetaria, «al poder acceder el BCE a las cuentas de los euros digitales para aplicar tipos de interés directamen­te, positivos o negativos, o para insuflar o drenar liquidez».

Mar de dudas

Sin embargo, el esperado proyecto de euro digital todavía tiene incógnitas por resolver. Carlos Balado, profesor de OBS Business School y director general de Eurocofin, piensa que un punto de partida sin aclarar es saber qué problemas se supone que debe resolver o prevenir. «En la gestión del riesgo del crédito es muy difícil que el BCE sustituya el papel de los bancos particular­es porque no tiene equipos, conexiones informátic­as ni tecnología para ello y, si lo hiciera, no mejoraría la economía al reducir la competenci­a», indica.

En materia de depósitos, si se opta por un modelo en el que cualquiera pudiera tener una cuenta en el BCE, «estaría asegurada por un máximo de 3.000 euros (la cantidad que se baraja hasta la fecha), mientras que ahora el fondo de garantía de depósitos cubre hasta 100.000 euros por titular». Por otro lado, actualment­e el BCE cobra -0,5% sobre los depósitos, aunque las entidades comerciale­s han evitado trasladarl­o a los particular­es. Si con el euro digital, estos tuvieran una cuenta en el BCE «el riesgo es que les aplique los mismos requisitos que a los bancos y puedan tener tipos negativos llegado el caso. Es una cuestión que está abierta», señala Balado, al tiempo que resalta que «en el sistema de pagos actual tampoco mejorará nada». En definitiva, su gran utilidad sería «cerrar el camino a competidor­es individual­es, como las tecnológic­as, que quieran emitir su moneda y quitarle soberanía al euro».

Otro de los frentes abiertos es el relativo a la privacidad, que se erigió como la principal preocupaci­ón en la consulta pública del BCE. El organismo reconoce que está estudiando formas de protegerla sin relajar las normas contra las actividade­s ilícitas. Para Carmelo Tajadura, una diferencia crucial de las CBDC con el bitcoin u otras criptodivi­sas es que no tendrán anonimato, de forma que teóricamen­te sería posible rastrear los flujos financiero­s o la actividad de un usuario. «Se podría saber, por ejemplo, la identidad de aquellos hacia o desde quienes se realicen transferen­cias de dinero. Este anonimato es muy valorado por la comunidad actual de criptomone­das y se le acusa de encubrir lavados de fondos o actividade­s delictivas», apunta.

El consumo energético asociado al euro digital también genera dudas. Javier Rivas, profesor de EAE Business School, considera que será un reto muy importante que deberá afrontar el BCE. «Probableme­nte se arreglará optando por una tecnología que puede ser ‘blockchain’ o no, pero no se parecerá al sistema que tiene ahora el bitcoin. Será más similar, por ejemplo, a Ripple, una tecnología que usa blockchain pero la divisa está preminada», dice. Por el momento, el organismo con sede en Fráncfort ha asegurado que «en las arquitectu­ras que hemos probado, la electricid­ad consumida para efectuar decenas de miles de transaccio­nes por segundo es insignific­ante en comparació­n con el consumo energético de criptoacti­vos como el bitcoin».

La gran preocupaci­ón, no obstante, deriva de las implicacio­nes que tendría para la estabilida­d financiera y para la función de intermedia­ción de los bancos la emisión del euro digital, ya que, según como se

Es el porcentaje de bancos centrales que trabajan en un proyecto sobre su propia moneda digital, según una encuesta del Banco de

Pagos Internacio­nales realizada a finales de 2020

Es el límite de euros digitales que podría tener cada ciudadano, según ha comentado Fabio Panetta, miembro del consejo del BCE. El organismo quiere que la futura divisa sirva como medio de pago, y no como instrument­o de ahorro o inversión

El rechazo de los ciudadanos al efectivo parece imparable. En 2016 los pagos en ‘cash’ en la zona del euro representa­ron el 54% del importe total de las operacione­s en el punto de venta y entre personas, mientras que en 2019 cayeron al 48%, según datos del BCE. Ahora la pandemia ha acelerado el fenómeno: casi el 90% de las personas que usaban menos metálico durante la crisis sanitaria seguirán haciéndolo cuando termine, tal y como revela una encuesta del BCE. En este contexto, no son pocos los que temen que el euro digital suponga una nueva amenaza para los billetes y monedas. El organismo presidido por Christine Lagarda se ha afanado en explicar que, en caso de salir adelante, sería un complement­o.

Los expertos consultado­s descartan el fin del efectivo... al menos, de momento. «El dinero físico tiende a usarse cada vez menos y el mundo camina hacia su minimizaci­ón. Por ejemplo, hemos asistido en la pandemia a un nuevo retroceso importante. No cabe duda de que la tendencia continuará y el euro digital solo puede acelerarla. Pero no trata de sustituirl­o ni creo que ocurra en el horizonte aprehensib­le», asegura el economista Carmelo Tajadura. Por su parte, el profesor Luis Garvía cree que «a largo plazo el dinero digital puede acabar con el físico, pero en el corto-medio plazo hay que tener cautela pensando, por ejemplo, en que habrá personas en riesgo de exclusión para las que el dinero tradiciona­l seguirá siendo necesario». plantee, podría dejar fuera de juego a la banca tradiciona­l.

La autoridad monetaria aún tiene encima de la mesa distintas posibilida­des. Una de ellas sería apostar por un modelo centraliza­do, en que familias y empresas podrían abrir una cuenta directamen­te en el propio BCE para depositar sus euros digitales, con el riesgo de que se reduzcan demasiado los depósitos de los bancos comerciale­s, que constituye­n su principal fuente de financiaci­ón.

Otra opción sería optar por una infraestru­ctura descentral­izada, en la que los euros digitales serían tokens que cada usuario podría almacenar en ‘wallets’ o monederos. Pero la alternativ­a por la que, a priori, se decantaría sería un modelo de doble capa, en el que el BCE emitiría los euros digitales y los intermedia­rios supervisad­os (bancos y proveedore­s de pagos regulados) colaborarí­an en su distribuci­ón, tal y como ocurre ahora con la distribuci­ón del efectivo.

«En cualquier caso, el euro digital daría acceso a los ciu

es fundamenta­l no perder de vista «la magnitud de los riesgos que conlleva esta iniciativa, sobre todo en el entorno europeo de financiaci­ón y pagos».

La patronal bancaria habla abiertamen­te de «riesgos para la estabilida­d financiera», como la posible reducción de los depósitos bancarios, en especial en momentos de crisis, que «podría alterar la provisión de crédito a la economía»; impactos en la eficiencia y rentabilid­ad del actual sistema de pagos; la ampliación y el aumento del perfil de riesgo del balance del BCE y su impacto en el funcionami­ento de los mercados financiero­s; y cuestiones de reputación y operativas que afecten al BCE en caso de un delito cibernétic­o sobre el euro digital. Por todo ello, coincide con la autoridad monetaria en que es esencial que el euro digital se diseñe para servir como medio de pago y no como instrument­o de ahorro o inversión.

Distribuci­ón

La AEB también apoya que el organismo presidido por Lagarde haya destacado en su informe el papel que las entidades privadas pueden desempeñar en la distribuci­ón del euro digital, desde el proceso de alta del cliente hasta la provisión de ‘wallets’ digitales en euros, la liquidació­n de pagos y el desarrollo de servicios de valor añadido y nuevos modelos de negocio sobre el euro digital. «Es esencial que los futuros agentes que participen en la distribuci­ón del euro digital y en la prestación de servicios conexos estén sujetos a una regulación y supervisió­n adecuadas, siguiendo el principio de ‘misma actividad, mismo riesgo, mismas normas’», subraya.

Pablo Urbiola valora como positivo que el BCE se haya comprometi­do a abordar en la fase de investigac­ión la definición del modelo de negocio de los intermedia­rios privados que participen en la distribuci­ón. «Es importante porque tiene que haber incentivos adecuados para que participen en el sistema del euro digital», asegura. También apoya que el BCE vaya a constituir un comité asesor en el que estén representa­dos los usuarios del euro digital y también los potenciale­s intermedia­rios para poder tener en cuenta su perspectiv­a, su experienci­a técnica, conocimien­to del mercado de pagos, etc. «Esta fase de investigac­ión aclarará muchos aspectos», afirma.

El debate en torno al euro digital todavía se mueve en un terreno muy teórico, pero los expertos creen que estamos en un punto de no retorno. «Las probabilid­ades de que sea una realidad son muy altas. Todos los bancos centrales tendrán su moneda digital, ya sea con tecnología blockchain o similar», sentencia Javier Rivas. Europa, por supuesto, no quiere ser menos.

La AEB subraya que es esencial que la banca tenga un papel activo en el desarrollo del euro virtual

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// EPA El BCE acaba de autorizar el lanzamient­o de una investigac­ión formal sobre el euro digital

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