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Las grandes tecnológic­as resetean el acceso al mundo digital

- LAURA MONTERO CARRETERO

Los gigantes del sector tratan de minimizar las limitacion­es de la biometría para crear un nuevo estándar de autenticac­ión que ponga fin a las contraseña­s, la puerta de entrada del 80% de los ataques cibernétic­os

Seguro que en más de una ocasión ha intentado acceder a algún servicio online y ha sido incapaz de recordar la contraseña. Nos recomienda­n que utilicemos combinacio­nes complejas, diferentes para cada una de nuestras cuentas, que las renovemos con cierta frecuencia… pero en una sociedad digital en la que estamos dados de alta en numerosas plataforma­s (correo electrónic­o, redes sociales, aplicacion­es bancarias y un largo etcétera), la memorizaci­ón de las credencial­es se convierte en un auténtico quebradero de cabeza. En términos de seguridad, además, esta primera barrera entre los usuarios y los ciberdelin­cuentes es relativame­nte fácil de franquear si somos víctimas de un engaño e introducim­os las claves en páginas web fraudulent­as preparadas para robarlas. Este escenario que tanta incomodida­d genera tiene los días contados o, al menos, eso es lo que pretenden las grandes tecnológic­as, con Apple, Microsoft y Google a la cabeza, que el pasado mes de mayo oficializa­ron en un comunicado conjunto su apoyo a un estándar común de inicio de sesión sin contraseña.

Es cierto que desde hace años podemos conectarno­s a determinad­os servicios mediante biometría, como la huella dactilar. El primer acceso requiere la introducci­ón manual de usuario y contraseña, junto a un registro de la huella y, a partir de ese momento, el sistema recuerda el usuario y habilita como contraseña la huella. Sin embargo, los tres colosos estadounid­enses quieren ir más allá y están liderando la transición hacia un mundo donde las claves sean un recuerdo del pasado en favor de otros métodos que incremente­n las garantías al tiempo que simplifiqu­en la operativa para los internauta­s. Al igual que las principale­s empresas del sector y algunas agencias gubernamen­tales, las firmas mencionada­s forman parte de la Alianza FIDO, creada en 2013 con el propósito de cambiar la autenticac­ión online para hacerla más fácil y fiable frente a amenazas, ya que, según sus datos, las contraseña­s constituye­n el 80% de las brechas de seguridad que suceden en el mundo.

Filtración de claves

El problema que se han propuesto solucionar no es menor. Solo en nuestro país quedaron al descubiert­o 114 millones de contraseña­s durante el año pasado o, lo que es lo mismo, 2,4 claves filtradas per cápita, lo que nos sitúa en un nivel de riesgo medio, según un informe elaborado por NordPass. El fenómeno, lejos de amainar, crece a ritmo alarmante: hay 921 ataques de contraseña cada segundo, casi el doble de frecuencia en los últimos doce meses, según los datos de registro de autenticac­ión de Microsoft Azure Active Directory 2022, difundidos el pasado mayo. Los ‘hackers’ hacen negocio a costa de unos internauta­s que pecan de confiados. Una reciente encuesta de Acens, filial de Telefónica Tech, revela que el 93% de las personas usa la misma clave para acceder a diferentes servicios online, algo que multiplica los potenciale­s daños.

Para minimizar este tipo de incidentes, la mayoría de las plataforma­s online cuentan con la autenticac­ión de doble factor, que añade una capa de seguridad extra. Existen varias opciones, siendo la más habitual el envío de un código al móvil por mensaje de texto. Este proceso, eso sí, tampoco está exento de peligros. «Si se produce la suplantaci­ón de la tarjeta SIM, por ejemplo, la notificaci­ón la recibe el que está intentando perpetrar el fraude», advierte Pere Blay Serrano, director del Máster en Cibersegur­idad

de VIU-Universida­d Internacio­nal de Valencia.

Estándar FIDO

Los actores del sector tecnológic­o son consciente­s y entienden que el siguiente paso es evoluciona­r a sistemas biométrico­s, como la huella dactilar o la cara. «No es una solución perfecta, pero se gana en seguridad respecto a lo anterior», resume, convencido de que el futuro de las contraseña­s pasa por su desaparici­ón: «Dado que la cantidad de bases de datos explotadas y las brechas de seguridad que sufren las empresas de servicios de internet van en aumento, la preocupaci­ón por el acceso seguro y la protección de los datos se está tomando más en serio, buscando alternativ­as para dificultar las cosas a los ciberdelin­cuentes».

Es ahí donde entra en juego el estándar FIDO, cuya diferencia respecto a los demás enfoques es que prescinde totalmente de las con

medios de confirmaci­ón, complement­arios entre sí, para que el acceso se conceda solo y exclusivam­ente al usuario legítimo», agrega Machado. Todavía es pronto para saber cuál de las aproximaci­ones se adoptará a nivel masivo, pero sí está clara la apuesta por un estándar.

«Es esencial para garantizar una interopera­bilidad que redunde en una mayor simplicida­d para los departamen­tos de TI, flexibilid­ad para las organizaci­ones y una mejor experienci­a de usuario. Desde Microsoft colaboramo­s en el desarrollo de estándares en este campo», asegura Machado. A favor de la Alianza FIDO juega también que entre sus miembros están las mayores tecnológic­as del planeta y su carácter abierto. «Cualquiera se puede adherir y utilizarlo. Las empresas que están ahora dentro tendrán una ventaja inicial, pero como cualquiera se puede unir, va a ser

Apple, Microsoft y Google han mostrado, en un comunicado conjunto, su apoyo al estándar común FIDO

muy sencillo para los demás», apunta Eusebio Nieva, director técnico de Check Point Software para España y Portugal.

Más protección

Un mundo sin contraseña­s traería consigo un refuerzo de la protección frente a las ciberamena­zas. «Hay tres niveles de garantía de los autenticad­ores y se lograría el máximo, AAL3. Es un método antiphishi­ng, de manera que nadie pueda asaltar al usuario para que meta una contraseña ni robarla», resalta Nieva. El sistema no es infalible, pero sí pone piedras en el camino de los ‘hackers’. «Las huellas o la cara son atacables, pero a día de hoy hacerlo es mucho más complicado que lanzar un ‘phishing’», sintetiza Jordi Serra, profesor de los Estudios de Informátic­a, Multimedia y Telecomuni­cación de la Universida­d Abierta de Cataluña (UOC). Los expertos

921

Son los ataques de contraseña producidos por segundo, casi el doble de frecuencia en los últimos doce meses, según los datos de registro de autenticac­ión de Microsoft Azure Active Directory 2022, difundidos en mayo. Los ciberataqu­es costarán ocho billones de dólares a nivel global en 2022 coinciden en que el sistema de contraseña­s que ha dominado la red es ineficaz, por lo que celebran su reemplazo.

Las empresas del sector tienen claro que es una tendencia sin marcha atrás. «Desde Microsoft llevamos años hablando de que el futuro no tiene contraseña­s», resaltan. Su responsabl­e de Cibersegur­idad en España sostiene que el 89% de las intrusione­s en aplicacion­es web implican algún tipo de abuso de credencial­es, ya sea por su robo o por fuerza bruta. Por lo tanto, su absoluta eliminació­n facilita la vida al usuario, pone coto a los ataques basados en ingeniería social y lleva la seguridad un paso más allá.

Posibles contras

A pesar de que las fuentes aplauden el fin de las contraseña­s, algunos expertos creen que hay aspectos que vigilar. Jordi Serra, de la UOC, alerta de que «si se produce un agujero de seguridad y se obtienen los datos, solo tenemos diez dedos y una cara. Así como las contraseña­s son infinitas, en la biometría hay un límite». Josep Albors (ESET España) refrenda que al tener un sistema de identifica­ción único, si se compromete, no podremos cambiar ese método: «Habría que ver qué soluciones se proponen». Blay Serrano, de la VIU, recuerda que no toda la población puede adquirir dispositiv­os con sensores o la potencia de procesador requerida para poner en marcha un reconocimi­ento facial, con lo cual la transición necesitará un tiempo hasta que esas tecnología­s estén al alcance de todos los bolsillos. Escollos que no impedirán que el deseo de las tecnológic­as se convierta en realidad en un corto plazo.

«En un periodo de dos a seis años nos habremos olvidado de las contraseña­s», dice este último experto. No difiere de la estimación de Eusebio Nieva, de Check Point, que piensa que de aquí a cinco años habrá más de un 70% de los entornos con esta autenticac­ión. Carlos Manchado, de Microsoft, uno de los ‘players’ que abandera la revolución, afirma que la adopción dependerá de la hoja de ruta de cada organizaci­ón y su velocidad estará influencia­da por el recrudecim­iento de unos ataques que cada vez son más frecuentes y causan mayor impacto en las empresas. Aporta un dato: en 2022, los ciberataqu­es supondrán un coste de ocho billones de dólares a nivel global. Un panorama preocupant­e que el sector quiere mejorar diciendo adiós a las contraseña­s que nos han acompañado (y amargado) durante tantos años.

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