Adiós con el corazón… y la cabeza
«Federer nos deja también, además del tenístico, un legado de valores de conducta, algunos de ellos aplicables al campo de la inversión financiera»
os aficionados al tenis sabíamos que la retirada de Roger Federer tenía que llegar en algún momento cercano, tras dos años de lesiones y visitas al quirófano. Su legado tenístico es eterno, como germen y protagonista de la mejor época de este deporte, algo impensable en las décadas de los 70 y los 80, cuando las pistas estaban plagadas de iconos carismáticos como Borg, Connors, McEnroe, Lendl o Gerulaitis, entre otros.
Pero Federer nos deja también, además del tenístico, un legado de valores de conducta, algunos de ellos aplicables al campo de la inversión financiera. A fin de cuentas, Federer sería el Warren Buffett del mercado (siendo Charlie Munger nuestro querido Rafael Nadal).
En 1997, el tenista de Basilea era un joven de 16 años que rebosaba talento, pero tendía a perder los nervios. La calma de la que ha hecho gala durante casi toda su carrera profesional no siempre fue un rasgo característico de su personalidad. «Solía tirar mi raqueta al suelo… Cuando tenía 16 años me expulsaban de las sesiones de entrenamiento», confesó en alguna entrevista. A los 17 años decidió acudir a un psicólogo deportivo, gracias a cuya ayuda pasó de un extremo a otro en el espectro psicológico, desde el carácter explosivo de John McEnroe hasta la templanza de Björn Borg (conocido también como ‘Ice Borg’). El resultado fue que seis años después, en 2003, se convirtió en el primer suizo en ganar un Grand Slam, logrando el primero de sus ocho torneos de Wimbledon. Federer pudo alcanzar la calma en las pistas tras ponerse en manos de un profesional, lo que fue una de las claves de una carrera tan exitosa (el talento es condición necesaria, pero no suficiente. Si no, que se lo digan a Nick Kyrgios).
LLa traducción para un inversor es sencilla: calma ante los vaivenes y las turbulencias del mercado entendida como paciencia, perspectiva y prudencia, a la que un profesional del asesoramiento, sin duda, puede contribuir. El largo plazo nos dice que el éxito razonable de una cartera de inversión descansa en buena medida en ello.
En el libro Amplitud (Range), de David Epstein, se explica por qué los generalistas triunfan en un mundo especializado. Su conclusión principal es que la hiperespecialización y el foco único no son caminos irrenunciables para alcanzar el éxito. Cita el caso de Tiger Woods, que comenzó a jugar al golf a los dos años, en contraposición al de Federer, que, en su infancia, jugó al squash cada domingo con su padre. Probó el esquí, la lucha libre, la natación y el monopatín. Jugó al baloncesto, al balonmano, al ping-pong, al bádminton y al fútbol. No fue hasta la adolescencia cuando comenzó a decantarse por el tenis. Aquello de ‘no poner todos los huevos en la misma cesta’, lo que en términos inversores se conoce como diversificación.
Estamos viviendo, y sufriendo, en la actualidad un episodio de particular zozobra en el mercado financiero, pero todo inversor debe tener en cuenta que la volatilidad es una compañera de viaje habitual con la que hay que convivir. Como inversores, es importante tomar distancia en estos momentos y afrontarlos con amplitud de miras, defendiéndose desde el fondo de la pista con activos que ejerzan de cobertura, pero también buscando la oportunidad de subir a la red para volear. En otras palabras, aplicar ‘hielo’ frente a ‘tripas’ o saber reaccionar racionalmente, lo que contribuye no sólo a no perder de vista los objetivos de inversión a largo plazo, sino que también ayuda a los inversores a aprovechar los precios bajos, en lugar de materializar pérdidas precisamente vendiendo a precios bajos movidos por las emociones.
Asimismo, ningún inversor debe pretender ser siempre «el alumno más listo de la clase». Los que mantienen sus inversiones generalmente se benefician de la tendencia alcista a largo plazo de las bolsas. Cuando los inversores intentan acertar con los tiempos del mercado, y entran y salen continuamente de sus inversiones, corren el riesgo de erosionar las rentabilidades futuras, ya que se pueden perder los días de mayor recuperación del mercado y las oportunidades de compra más atractivas que generalmente aparecen en periodos de pesimismo. Un ejercicio que excede la precisión de un reloj suizo, y que ni siquiera Federer lo intentó en su carrera: conquistar 20 Grand Slams hubiera sido una tarea quimérica de haber querido participar en todos los torneos del circuito ATP cada temporada y, además, ganarlos.
A pesar de decir adiós a Roger, sigamos amando el tenis, pero nunca dejando de lado nuestras inversiones.
«Todo inversor debe tener en cuenta que la volatilidad es una compañera de viaje habitual con la que hay que convivir»