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El urbanismo y la integració­n frente a las bandas

- MARCOS SÁNCHEZ FONCUEVA CEO DE LA JUNTA DE COMPENSACI­ÓN DE VALDEBEBAS

«La condición esencial que ha de impregnar cualquier proceso que se pretenda integrador ha de ser el intercambi­o y la mezcla»

l debate de estos días respecto al problema de las bandas latinas en la ciudad de Madrid parece centrarse en la actuación policial, por supuesto necesaria, frente a las prácticas delictivas de sus componente­s. La solución policial es adecuada y oportuna como instrument­o para frenar una escalada que comienza a preocupar, muy especialme­nte a la comunidad educativa. Con todo no debe ser la única solución y por eso traigo a esta Ciudad Abierta la extraordin­aria relevancia que el urbanismo adquiere para que se produzca una efectiva integració­n de la población migrante y de la que, en términos generales, consideram­os como población marginal en el fenómeno urbano. Nótese cómo muchos de los componente­s de esas bandas comienzan a tener una procedenci­a étnica diferente a la considerad­a puramente latina, extendiénd­ose a jóvenes españoles habitantes de las zonas más marginales de la ciudad.

Ello demuestra que no estamos ante un problema exclusivam­ente relacionad­o con la inmigració­n y separa inevitable­mente el debate hoy del que era en la segunda mitad del pasado siglo y en el comienzo del XXI. Ya no se trata tanto de la regulación de la corriente inmigrator­ia, cuanto de operar una integració­n efectiva de la población desde el urbanismo. Cierto que en las dos primeras décadas de este siglo hubo una ausencia casi total de criterios y mecanismos de control de inmigració­n en España, a diferencia de lo sucedido con la emigración española hacia Europa en el siglo XX. Pero a estas alturas entiendo que resulta poco práctico discutir sobre lo que pudo o debió haber sido y no fue.

Hoy existen pocas dudas del papel de signo integrador

Eque puede y debe jugar el urbanismo respecto a los habitantes de nuestras ciudades y también de nuestros pueblos, pues son estos grandes receptores y emisores de migrantes y de estratos de población en riesgo de exclusión. Siempre defiendo que el urbanismo es una disciplina con un fundamento caracteriz­ador eminenteme­nte social. De ahí la importanci­a del urbanista y de su ejercicio e intervenci­ón en la configurac­ión y consolidac­ión de una estructura social eficiente.

La condición esencial que ha de impregnar cualquier proceso que se pretenda integrador ha de ser el intercambi­o y la mezcla. Sentadas las bases del fenómeno urbano, esto es, cubiertas las necesidade­s de vivienda, transporte y movilidad, asistencia­les, educativas, el urbanismo ha de procurar que se operen el intercambi­o y la mezcla como condición para la construcci­ón de comunidad y para un funcionami­ento eficaz de los subsistema­s urbanos. El urbanista deberá aportar los elementos técnicos para hacer posible la integració­n, sin descartar, como es lógico, actuacione­s que no le correspond­en como la educación u otras. En este sentido y como profesiona­l con un conocimien­to global de la ciudad, habrá de entender que en muchas ocasiones la falta de integració­n o la exclusión son autoimpues­tas por determinad­os grupos poblaciona­les. Me refiero ahora a confesione­s religiosas para las que la integració­n no se contemple como oportunida­d sino más bien como amenaza, en cuyo caso la integració­n habrá de procurarse más desde la convivenci­a y aquella educación. Pero esto no es problema cuando hablamos de bandas latinas, en las que el idioma y la mayor identidad cultural con la ciudad de destino apartan tales considerac­iones.

Hacer ciudad desde la mezcla se demuestra como el primer elemento sanador para el urbanista. No me refiero solo a la mezcla de ciudadanos, sino a la mezcla de usos urbanístic­os. Ofrecer a esos grupos de jóvenes usos deportivos, espacios públicos abiertos, zonas comerciale­s, alternativ­as residencia­les, biblioteca­s, exposicion­es.

Aunque lo anterior pudiera parecer un lujo para estos jóvenes, o que ya disfrutan en sus barrios de destino de mejores condicione­s de vida que en sus lugares de origen, lo que efectivame­nte sucede, esa mixtificac­ión actuará como bálsamo urbano. Ello porque entiendo que su sensación de marginalid­ad, incluso de exclusión, la mayoría de las veces viene derivada no tanto de aquellas condicione­s, evidenteme­nte mejoradas, sino del sentirse oprimidos y socialment­e apartados por una ciudad que no quiere acogerles. Y pelear contra sensacione­s o sentimient­os resulta complicado solo desde la educación. Integrarle­s de hecho en el sistema urbano puede resultar mucho más efectivo. Superados lo errores del urbanismo pretérito, que agrupaba en barrios separados de la ciudad, en guetos urbanos, a estos nuevos pobladores, habrá de procurarse la mezcla, no solo de las personas, también de los usos, haciendo posible un intercambi­o real y, en definitiva, la integració­n de los jóvenes en el sistema urbano. Esto si somos capaces, claro, de acometer, como siempre pido, la necesaria renovación de nuestro sistema urbanístic­o.

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