Erdogan perfecciona el arte del funambulismo político y económico
Un actor internacional imprevisible
Erdogan se ha convertido en un funambulista económico que camina sobre una línea roja que adapta a sus necesidades, mientras teje una red de seguridad bajo sus pies a costa de Occidente y de una Rusia en conflicto a la que teme. Busca relevancia, mientras Rusia encuentra en Turquía una salida a lo que no puede vender por la vía tradicional a Europa, y el país otomano se convierte en ese tránsito en un centro comercial y logístico. Con músculo tecnológico, capacidad para competir con China en tierras raras y producir sus propios chips. Y en medio de esto, el Mediterráneo Oriental empieza a atraer la atención de numerosos agentes, por los yacimientos de gas descubiertos que podrían suponer una alternativa a largo plazo al gas ruso.
Como establece Sergio Príncipe Hermoso, profesor de Política de Información y Comunicación en la UE de la Universidad Complutense, «es un socio incómodo del que desconfiar, pero con el que tienes que contar siempre. Vemos así a Turquía practicando una política esquizofrénica, difícil de comprender a simple vista». Miembro de la OTAN y eterno candidato a unirse a la UE. Erdogan se ofrece para mediar con Putin, al tiempo que acusa a EE.UU. y a la UE de practicar una política de provocación contra Rusia por entregarle armas a Ucrania, cuando la propia Turquía le ha dado los drones Bayraktar TB2 a los ucranianos, que han sido la pesadilla de los soldados rusos. Y a su vez, considera que es inaceptable que Rusia se anexione Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia en un falso referéndum.
Pero este apoyo no se traduce en un respaldo a las sanciones financieras contra Putin. De hecho, ha sacado beneficio económico de ello al aceptar que los empresarios rusos sigan con sus actividades comerciales en suelo turco, y al aprovechar el vacío dejado por las empresas extranjeras en Rusia para la entrada de sus entidades. También compañías occidentales que abandonaron Rusia han seguido vendiéndole productos aprovechando su sede en Estambul. De modo que en los siete primeros meses de 2022, entraron en Turquía un 41% más de rusos que el año anterior, y según la Cámara de Comercio turca se fundaron más de 600 empresas con capital ruso. Según la oficina de estadística turca Turk Stat, las exportaciones de Turquía a Rusia aumentaron un 75% en julio en comparación con 2021.
Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador asociado de Cidob, explica que «el haber conseguido desempeñar todos esos papeles le ha permitido no verse arrastrada ni a una crisis con Occidente ni a tener que aplicar cortapisas a Rusia. Porque conoce de primera mano el coste de un enfrentamiento con Moscú, ya que en 2015 Turquía derribó un caza ruso cuando entró en espacio aéreo turco, y sufrió las severas represalias del Kremlin».
«Lo que hace Turquía, y especialmente su presidente, es mandar mensajes distintos para audiencias diferentes» comenta Soler. Por todo ello, Turquía va más allá de un doble juego, por una cuestión tal de supervivencia que muchas veces tiene que moverse en aguas pantanosas y tomar decisiones contradictorias. Porque además tiene una fuerte dependencia energética. Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA). el 82,9 % de la oferta total de energía que recibió Turquía procedía de energías fósiles. Ankara importa la práctica totalidad del gas natural que consume, el 93 % del petróleo y el 60 % del carbón. Y el gas ruso lo recibe por una de las rutas principales de entrada en Europa, el Turk Stream. Los turcos además se comprometieron a pagar el gas en rublos y a integrar en el país el sistema Mir, que es la alternativa creada por el Banco Central ruso cuando se pusieron cortafuegos al Swift por parte de los negocios rusos. Y se han vendido unos seis mil inmuebles a ciudadanos rusos, lo que según la legislación turca significa acceder a la ciudadanía turca. Así, pueden comerciar sin problemas con las empresas europeas. Al mismo tiempo que tienen el proyecto ruso de la creación de una planta nuclear en la zona turca de Akkuyu a cargo de la empresa rusa Rosatom. Todo eso no ha impedido que Turquía fuera el principal inversor en Ucrania en 2020-2021.
Turquía intenta sortear la crisis con músculo tecnológico y posicionándose como centro logístico estratégico sin airar a Putin ni romper con Europa
Clave interna
«También hay que añadir el factor interno, Erdogan justo cuando estalla el conflicto en Ucrania tiene un problema muy serio con su economía y el desplome de la lira turca. Con unos niveles de inflación que manchaba el mandato de Erdogan. que ha sido una figura intocable en la Turquía de los últimos quince años. Muchos de los pasos del líder turco los da en clave interna», afirma Príncipe.
Una situación económica que salvaron algunas de las nuevas empresas tecnológicas más valiosas del mundo instaladas en suelo otomano, como la compañía Dream Games, con sede en Estambul, con una valoración de 2.750 millones de dólares; Trendyol, dedicada al comercio electrónico y con un valor de 16.500 millones de dólares o la empresa de delivery Getir, valorada en 7.700 millones. «Y ahora su gran objetivo es que los turcos se olviden del planteamiento económico frágil como si fuera una cuestión me
MANO GANADORA
El hallazgo del segundo mayor yacimiento europeo de tierras raras puede ser clave para el país
ramente coyuntural en la que él no ha tenido nada que ver, y donde lo que quiere vender es que es un estadista de primer orden en el ámbito mundial, especialmente por las elecciones de 2023», señala Príncipe.
Erdogan juega a lo que llaman los expertos una neutralidad activa, que mostró su mejor cara con el acuerdo de cereales en julio. Pero con la petición de Suecia y Finlandia para entrar en la OTAN manifestó su desacuerdo. «Hay otra cuestión interna de la UE que complica la relación de Erdogan con todos los demás países de la UE, y es Grecia, su eterna enemiga. Pero Turquía tiene fácil jugar con el palo y la zanahoria. El palo en la UE y la zanahoria en la OTAN, de manera que si tengo difícil cierta relación con la UE, desde la OTAN se me va a facilitar, porque la OTAN le prefiere como socio para mediar con Rusia» dice Príncipe.
Pero no deja de ser verdad que a Turquía le preocupa el avance de Rusia en el Mar Negro por los intereses económicos y geoestratégicos en la zona. Ya que Turquía controla el Bósforo que separa el mar Negro del mar de Mármara. por el que pasan 40.000 buques al año. Y el 7 de octubre Turquía ha quintuplicado la tasa que pagan los barcos por cruzar el Bósforo, ingresando 200 millones de dólares, según los medios turcos.
Mediterráneo Oriental
Turquía también juega sus cartas en la búsqueda europea de alternativas al gas ruso con tres proyectos a largo plazo que se dibujan en Asia central, el Golfo y en el Mediterráneo Oriental. Este último es una región con potencial para la seguridad energética de la zona, y Turquía y Grecia tienen disputas continuas por la explotación de los yacimientos de gas. Al que se unen los intereses de otros países. Un informe del Servicio Geológico de EE.UU. estimó la presencia de tres billones de metros cúbicos de gas y 1.700 millones de barriles de petróleo en las costas de Chipre, Israel, la Franja de Gaza, Siria y Líbano. Para más inri, Rusia también está presente en la región, con las bases que tiene en Siria. Y China tiene durante 51 años la gestión del puerto del Pireo, en Grecia. Con el gigante asiático pretende tener un pulso en tierras raras, dado el descubrimiento en Turquía del mayor segundo yacimiento de este tipo. Para Príncipe, «tenemos un facilitador, no neutral, pero es mejor que nada. A sabiendas de que habrá un precio a pagar».