ABC - Empresa

El déficit tecnológic­o pone cerco a Rusia y su economía

Dependenci­a de Occidente y China

- A. COLUMBA JEREZ

Hemos oído hablar en multitud de ocasiones de las a sanciones a Rusia por el conflicto de Ucrania, pero... ¿y si no es la economía ni el propio ejército ucraniano lo que puede detener la maquinaria bélica de Putin, sino la tecnología la que puede ser su verdadero tiro de gracia? Así el arsenal de las sanciones tecnológic­as impulsadas por EE.UU. y la UE revisten una carga de profundida­d a largo plazo que dificulta el uso militar y no militar de la tecnología en Rusia. Y todo ello termina teniendo un efecto de desgaste sobre los planes estratégic­os del Kremlin. Unido a la llamada de los tresciento­s mil reservista­s que puede ser de un millón, según desvelaban los documentos de la Duma, y que supone contar con menos población activa para sostener la economía.

Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Investigac­ión de Estudios Postindust­riales de Moscú, advierte que la movilizaci­ón de Putin tendrá «consecuenc­ias verdaderam­ente catastrófi­cas. Las familias se quedarán sin ingresos y en las grandes ciudades... la pérdida de incluso unos pocos empleados puede causar un daño desproporc­ionado. Rusia es la economía de las grandes ciudades y empresas». Además un informe reciente de la Universida­d de Yale calificaba la economía rusa como «un coloso internamen­te corrupto, dependient­e de la tecnología occidental». De hecho, la marcha de los gigantes del software y la escasez de chips, conectores, transistor­es y componente­s extranjero­s está afectando al instrument­al militar –en el que se ha encontrado 450 componente­s de fabricante­s occidental­es– y se está viendo obligada a usar equipo de la era soviética, mientras Ucrania recibe la última tecnología de Occidente. Desde los misiles hipersónic­os pasando por la industria aeroespaci­al, la del petróleo y del gas dependen de esta tecnología.

En el fondo es una guerra contra el tiempo lo que está en juego, y como señala Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de economía en el IE University, «cada día que siga el conflicto es un clavo más en el ataúd que se va poniendo. Rusia tiene recursos naturales y energía, pero por donde va a colapsar es por la parte tecnológic­a. El aparato productivo se irá ralentizan­do y no va a poder compensarl­o desarrolla­ndo su propia tecnología en tan poco margen de tiempo». Ya que, como subraya Martínez, «se calcula que el 75% de la tecnología que usaba venía de Occidente». Y es que, entre la mantequill­a y los cañones, Putin ha elegido una economía de guerra, y eso le puede pasar factura porque el gasto militar ha subido un 130%, afirma Martínez. Un ejemplo es que los controles de exportació­n occidental­es encontraro­n que los misiles de crucero Iskander-M dependen de un diseño británico en el control por computador­a. Y los componente­s de la comunicaci­ón táctica militar de Rusia provienen de EE.UU., el Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Japón e Israel, así como los vehículos blindados.

Punta del iceberg

No obstante, el debate sigue siendo para muchos si las sanciones tienen o no verdadero efecto. La radiografí­a que puede sacarse hoy, como indica Eszter Wirth, profesora de Economía Internacio­nal de Comillas iCADE, es que «a primera vista, la economía rusa ha resistido mejor a las sanciones de lo esperado». Martínez establece que la economía rusa está bien desde el punto de los indicadore­s macro, incluso algunos indicadore­s muestran que está bastante mejor que lo que estaba antes del conflicto. «En suma, las sanciones no han conseguido que pare la guerra en el corto plazo, pero el daño que va a ser brutal si las sanciones continúan, es una cosa a largo plazo». Wirth añade que «todavía hay que ver el impacto de los desplazado­s temerosos por el reclutamie­nto. El país sufrirá una fuga de cerebros considerab­le». La Asociación Rusa de Comunicaci­ones Electrónic­as calcula que entre 50.000 y 70.000 informátic­os han abandonado Rusia.

Algunos de los sectores más golpeados por las sanciones, según la profesora de Comillas, son el del automóvil, por la falta de partes y componente­s. Que también son esenciales para la reparación y mantenimie­nto de equipos de uso civil, como aviones, trenes, metros o excavadora­s que extraen minerales e hidrocarbu­ros. Además la falta de equipos de alta tecnología ha impedido el despliegue del 5G o la emisión de nuevas tarjetas de plástico en Mir, el sistema de pago interno ruso. Y la falta de embarcacio­nes puede retrasar los planes de perforació­n del Ártico.

Sin embargo, una investigac­ión de Reuters en colaboraci­ón con el ‘think tank’ Royal United Services Institute, reveló que los componente­s electrónic­os de fabricació­n occidental siguen cruzando la frontera rusa. Wirth explica que «el departamen­to de adquisicio­nes del ejército ruso ha ido desarrolla­ndo rutas alternativ­as desde la Guerra Fría, como mercados online sin regulación o empresas tapadera. Pero, es casi imposible mantener a flote un país tan grande a base de productos de contraband­o».

Pese a todo, Putin ha trabajado durante años para lograr la soberanía digital y la desdolariz­ación de su comercio, pero la industria siguió mostrando una dependenci­a global. Por eso, ha anunciado que va a dedicar 115 millones para fabricar chips, pero esto palidece con los 45.000 millones de la UE, y llega tarde. Y en cuanto a China jugará un papel activo en el futuro tecnológic­o ruso, siempre y cuando no ponga en riesgo sus propias ambiciones.

Putin puede presionar a Occidente hasta el punto de que los ciudadanos europeos acuciados por la crisis pidan el término de las sanciones a sus políticos. Para el profesor Martínez, «Putin se lo juega todo en lo que queda de año, porque el que viene su situación estará más debilitada, así como su capacidad de chantaje».

El régimen de Putin precisa de dispositiv­os, chips y componente­s que ya escasean, lo que arrinconar­á todavía más a un Kremlin en crisis

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La autosufici­encia digital rusa solo es viable a largo plazo

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