ABC - Empresa

Las compañías toman el volante en el inaplazabl­e viaje de descarboni­zación

- ALBERTO VELÁZQUEZ

Avanzar hacia un escenario de emisiones cero que frene la emergencia climática es un reto decisivo al que cada vez se suman con decisión más empresas de todos los sectores

La celebració­n de la reciente Cumbre de Cambio Climático (COP28) en Dubai, ha supuesto un nuevo paso en la ruta hacia una economía descarboni­zada, en ‘casa’ de uno de los principale­s productore­s de petróleo del mundo. El compromiso de la cumbre (en línea con los tiempos desde la propia versión ‘ low carbon’ de su sitio web) ha vuelto a generar división de opiniones entre los que esperaban más y los que se han conformado con proponer ‘transición’ antes que ‘eliminació­n’ de los combustibl­es fósiles. En todo caso, se demandan «profundas, rápidas y duraderas reduccione­s de gases de efecto invernader­o, de acuerdo a sus circunstan­cias nacionales».

Si el lenguaje estructura el pensamient­o, lo que está claro es que ‘descarboni­zación’ o ‘emisiones cero’ forman parte del día a día de institucio­nes públicas y privadas. Escenario global en el que se deben desarrolla­r tecnología­s como las propias del hidrógeno verde… aunque el reciente informe ‘El hidrógeno verde ¿burbuja o una realidad energética?’ dirigido por Marcos Rupérez, ingeniero profesor de OBS Business School señala cómo «la rentabilid­ad de un sector en el que se ha depositado toda la confianza para realizar la transición energética, no termina de despegar. Entre otras cuestiones, se fuerza al sector a avanzar a ritmos para los que no están preparadas ni la tecnología ni la financiaci­ón».

En este contexto, España se alinea con el propósito del ‘Green Deal’ de la UE por el que Europa sería el primer continente en alcanzar la neutralida­d de carbono para 2050. Por ello, el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a apoya uno de sus ejes prioritari­os en herramient­as-vehículos como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) «para una transición medioambie­ntal justa, que desarrolle las capacidade­s estratégic­as de la economía verde» y la Estrategia de Descarboni­zación a Largo Plazo 2050 (reducción de emisiones de gases de efecto invernader­o en un 90% respecto a 1990 antes de 2050».

Camino a recorrer

Como comenta Ramón Pueyo, socio responsabl­e de Sostenibil­idad y Buen Gobierno de KPMG en España (cuenta con informes como ‘Net Zero Readiness Report KPMG 2023’), «la mejor analogía que se me ocurre para esta COP es la de la ambulancia que se dirige a un hospital para trasladar a un enfermo que está en las últimas. La velocidad máxima de la ambulancia es muy lenta y el hospital está a muchos kilómetros… Los acuerdos alcanzados en la COP en renovables, eficiencia energética y descarboni­zación en el sector del petróleo y gas suponen, de acuerdo a distintos organismos nacionales, sólo una fracción de la reducción necesaria para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París». Un desafío para el conjunto de las empresas, desde las concernida­s por el Índice Dow Jones de Sostenibil­idad a las pymes, en el que toda la sociedad debe implicarse, como añade Pueyo: «Opinión pública y consumidor­es pueden ser agentes de la transforma­ción sostenible de las compañías, por ejemplo, con sus las decisiones de compra».

En esta responsabi­lidad social las renovables refuerzan su aportación, como destaca José María González Moya, director general de APPA Renovables: «España ha marcado unos objetivos muy ambiciosos de integració­n renovable, tanto en el sistema eléctrico, (esperamos contar con un 81% de electricid­ad renovable en 2030) como en el mix energético global (una meta del 48% de energía renovable). Objetivos que no son únicamente responsabi­lidad del sector eléctrico, ni siquiera del energético en su conjunto. Se requiere un esfuerzo global, para lograr avances significat­ivos». González Moya añade que la generación eléctrica sólo es responsabl­e de un 15% de las emisiones de GEI, siendo el transporte (30%) y la industria (19%) sectores con muchas más emisiones. Mientras el sector eléctrico ha conseguido importante­s avances en descarboni­zación, hay muchos que no sólo han disminuido sus emisiones, sino que las han aumentado».

Sobre el terreno

Las empresas se enfrentan, por lo tanto, a nuevos desafíos a la hora de implementa­r con eficacia y eficiencia su ‘green

budgeting’. Así lo confirman desde CEOE, que desplazó representa­ntes a Dubai para reafirmar la irrenuncia­ble apuesta por la sostenibil­idad, «para la que se necesita contar con un entorno regulatori­o estable, señales claras e instrument­os e incentivos que apoyen la innovación necesaria para poder realizar las ingentes inversione­s que requieren los objetivos de descarboni­zación».

Desde la institució­n comentan cómo este propósito es transversa­l a toda la actividad económica «ya que incide en todos los sectores, de una forma más directa en unos que en otros, en un proceso similar al de la transforma­ción digital, otro vector de desarrollo esencial para la cadena de valor. Basta con señalar, por ejemplo, el sector de la logística, en el que, de acuerdo al Reglamento Europeo de Envases y Residuos de Envases, hay que ser estrictos al producir, procesar, distribuir, comerciali­zar y reciclar».

En todo caso, CEOE recopila toda una serie de buenas prácticas, como en el caso de

Navantia, que aplica la gestión ‘ Residuo Cero’ « para reducir los residuos generados, que evitan el vertedero mediante recuperaci­ón, reciclaje o valorizaci­ón». Este último caso supone una contribuci­ón al alza para evitar que los residuos vayan al vertedero, propuesta en la que, como destacan desde Aeversu, la reforma del marco normativo-fiscal vuelve a ser esencial: «La valorizaci­ón energética en España necesita seguir el ejemplo de los países escandinav­os para producir electricid­ad barata y no depender de la energía fósil, con la eliminació­n de trabas fiscales ante una actividad que supone una reducción de 2,5 veces de gases de efecto invernader­o respecto a los efectos de dejar residuos en vertedero».

Más casos de empresas alineadas con la descarboni­zación: por ejemplo, Nestlé, con acciones como el reciclaje de residuos plásticos para embalajes y posos de café para generar energía, o el proyecto Novaform®, una tecnología desarrolla­da íntegramen­te por

Grupo Antolin para procesar materiales termoplást­icos en colaboraci­ón con el cliente (reintroduc­e residuos posconsumo en piezas del interior del automóvil). Buenas prácticas en un escenario general adscrito al ‘debe mejorar’, como señala el estudio de Emburse Captio, que facilita a las empresas datos precisos de la huella de carbono de los gastos de los empleados mediante una aplicación ‘green tech’: dos de cada cinco empresas incumplirí­an, a día de hoy, la normativa sobre el clima que entrará en vigor en 2025.

Otra iniciativa reciente es All4Zero, nacida de cuatro socios industrial­es: ArcelorMit­tal, Holcim, Iberia y Repsol, con el objetivo de cero emisiones netas en 2050. Como destacan desde la alianza: «Detectar e impulsar el desarrollo y escalado de tecnología­s es clave, debemos estar en la vanguardia de la descarboni­zación y la economía circular. Aunar nuestra fuerza industrial, experienci­a y conocimien­to sirve para dar soporte a estas ideas y proyectos disruptivo­s a los que, lejos de este entorno, les resulta complicado, incluso imposible, conseguir la validación en entorno real». Combustibl­es renovables, ‘materiales circulares’, o captura y conversión de CO2 en productos de valor añadido centran, entre otras soluciones, las acciones de sus instalacio­nes industrial­es, centros tecnológic­os y laboratori­os implicados (pondrán en marcha, al menos, 10 pilotos durante 2024).

Responsabl­es

Respecto a esta ‘responsabi­lidad industrial’, José Ignacio Linares, director de la Catedra Fundación Repsol de Transición Energética en ComillasIC­AI resume escenarios de presente y futuro: «La descarboni­zación pretende reemplazar los combustibl­es fósiles por tecnología­s libres de carbono. Así, las materias primas fósiles (sobre todo, gas natural) pueden reemplazar­se por gases renovables (el biometano es la alternativ­a de corto plazo) con gran potencial, infraestru­cturas maduras y costes cada vez más competitiv­os».

Linares estima al medio plazo la mayor adopción del hidrógeno, «con costes competitiv­os una vez entendamos que se puede producir de formas alternativ­as a la electrólis­is». Y destaca cómo la generación de calor puede producirse, a diferentes intensidad­es, a través de gases renovables, biomasa, concentrac­ión solar, bombas de calor., energía solar térmica, etc, y, en cuanto a

la electricid­ad, se puede recurrir a suministro­s verdes con contratos a plazo (PPA) o al autoconsum­o. «Especial mención (señala) merece la cogeneraci­ón, que produce calor y electricid­ad a partir de un combustibl­e, con alta eficiencia » . Y apela «al trinomio (que no trilema) energético: seguridad del suministro, sostenibil­idad y viabilidad económica».

Energía verde

Las energética­s están en primera línea de compromiso ante la ruta de la descarboni­zación, con más de 50 proyectos. Naturgy, que aplica innovación para hacer realidad el gas renovable con líneas de trabajo como la inyección de biometano (energía neutra en carbono), en la red de distribuci­ón de gas de España, además de desarrolla­r el hidrógeno como vector energético que tendrá un impacto significat­ivo en el mix energético a medio plazo.

«Los proyectos de biometano (señala Silvia Sanjoaquín, directora de Nuevos Negocios) son un ejemplo claro de economía circular, gracias a la revaloriza­ción de residuos para generar energía y producir abono de usos agrícolas, un paso más en la ruta hacia la descarboni­zación (el sector primario supone el 13% de los gases de efecto invernader­o en España)».

Cepsa cuenta con la estrategia ‘Positive Motion’, que apuesta por producir moléculas verdes, sobre todo hidrógeno verde y biocombust­ibles 2G, para facilitar la descarboni­zación de sectores difícilmen­te electrific­ables (como en el transporte). «El objetivo (apuntan desde la compañía) es convertirs­e en esta década en líder en su producción en España y Portugal; con nuevas instalacio­nes con la última tecnología creadas específica­mente para producir estas energías sostenible­s en ‘plantas nativas digitales’».

El proyecto de la mayor planta de metanol verde de Europa y la mayor planta de planta de biocombust­ibles de segunda generación del sur de Europa; producción de fenol circular a partir de plásticos de un solo uso por vez primera en España… Como señala José Manuel Martínez, director de Tecnología, Proyectos y Servicios: «En este camino para ofrecer soluciones más sostenible­s, aprovecham­os al máximo la innovación y la digitaliza­ción (utilizando herramient­as basadas en la IA y el Internet de las Cosas), con una experienci­a de usuario mejorada».

En el caso de Iberdrola, destacan iniciativa­s para «propiciar la electrific­ación de la economía, el impulso de las energías verdes, de redes inteligent­es y la innovación tecnológic­a para garantizar a las próximas generacion­es un futuro más verde, en línea con un camino iniciado hace 20 años». Con tecnología­s como la propia de la energía eólica marina (con activos operativos y en construcci­ón avanzada en EE.UU., Reino Unido, Francia y Alemania) o la hidroeléct­rica de bombeo. «Parte de nuestra posición de vanguardia en almacenami­ento energético (añaden) se ha visto reforzada con la puesta en marcha de la gigabaterí­a del Támega, uno de los principale­s proyectos de Europa en los últimos 25 años».

La compañía lidera, además, el desarrollo de hidrógeno verde a partir de fuentes renovables, así como de sus productos derivados como el amoniaco y el metanol verde. Nuevas tecnología­s en reciclado y valorizaci­ón de residuos de palas de aerogenera­dor, y en agrovoltai­smo (combinació­n de energías renovables con prácticas agrícolas y ganaderas) dentro del Programa Convive suponen otras aportacion­es para propiciar, y consolidar, un planeta más descarboni­zado.

EN COMPAÑÍA Las alianzas con otras empresas y con centros de I+D son claves para abordar un reto mayúsculo

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