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La IA iba a dominar el mundo y sólo lo ha engañado

- Por JOHN MÜLLER

Hace 14 meses sus promotores pidieron una pausa para meditar, pero no la respetaron y se pusieron a correr como locos. Ahora que ya le hemos visto las costuras a la Inteligenc­ia Artificial hay que pensar si merece la pena invertir todos estos recursos en ella

En marzo de 2023, hace ya más de un año, un grupo de destacados investigad­ores y empresario­s de la Inteligenc­ia Artificial (IA) pidió una pausa de seis meses en el desarrollo de sistemas más potentes de IA generativa y de grandes modelos de lenguaje (LLM). Lo hicieron a través de un manifiesto con palabras muy grandilocu­entes y apocalípti­cas. «La IA avanzada podría representa­r un cambio profundo en la historia de la vida en la Tierra y debe planificar­se y gestionars­e con el cuidado y los recursos correspond­ientes», afirmaron. «Los laboratori­os de IA se han visto atrapados en una carrera descontrol­ada para desarrolla­r y aplicar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie –ni siquiera sus creadores– puede entender, predecir o controlar de manera confiable».

En este año transcurri­do no se produjo la pausa que pedían, pero hemos aprendido mucho de la IA y, sobre todo, de sus promotores. Lo suficiente como para darnos cuenta de que ese manifiesto, que hasta el viernes pasado habían suscrito 33.708 personas, tenía mucho más de marketing y de estrategia de mercado que de expresión genuina de buenas intencione­s. Hoy no debatimos si la IA es tan inteligent­e que podría llegar a destruir el mundo, sino que lidiamos con la falta de confiabili­dad de un sistema que se inventa hechos, falsifica documentac­ión y cae en frecuentes alucinacio­nes (‘ hallucinat­ion’, en inglés). La IA más parece una muy acabada máquina de propaganda, tanto en el sentido de lo que divulga como de lo que dice de sí misma.

En el camino, hemos aprendido que quizá la IA no destruya los empleos que se presumía que iba a llevarse por delante. Que los trabajador­es menos cualificad­os pueden resultar más favorecido­s que los muy preparados porque la capacidad de la IA de realizar tareas como la traducción o la codificaci­ón resulta igualadora. También mejora la productivi­dad porque es capaz de gestionar grandes volúmenes de informació­n, extraer tendencias y analizar como el mejor experto. Pero, claro, se inventa cosas. Cita como fuente de autoridad libros que nunca se han escrito o ‘papers’ (estudios) que nadie ha hecho.

También hemos aprendido que OpenAI era una casa dividida contra sí misma, con una gobernanza prendida con alfileres. Que en noviembre, algunos miembros del consejo intentaron descabalga­r a Sam Altman por supuestos escrúpulos morales que provocaron la reacción de plataforma­s asociadas como Microsoft o Nvidia que no querían dejar escapar un argumento de venta tan suculento y que estaban recogiendo en sus cotizacion­es bursátiles. L as nuevas actualizac­iones de la IA hacen más baratas y rápidas las operacione­s, pero no aparece la «magia» que Altman prometía la semana pasada con el lanzamient­o de ChatGPT-4o. Molly Allen White, una ingeniera de software estadounid­ense que es una de las principale­s referencia­s de la web debido a su actividad como editora de la Wikipedia, adquirió fama como criptoescé­ptica por sus

Ilya Sutskever, cofundador y científico jefe de OpenAI que participó en el fallido intento de expulsar a Sam Altman y luego se arrepintió, deja la empresa. El anuncio se produjo poco después de que OpenAI anunciara una nueva versión (ChatGPT-4o) y que sus rivales Anthropic y Alphabet (particular­mente Google) revelaran actualizac­iones significat­ivas de sus propias IA. Sutskever dirigió el equipo de «superaline­ación» destinado a que las futuras versiones fueran seguras.

críticas a la tecnología ‘ blockchain’ cuando esta se empezó a usar de modo especulati­vo y ahora también es cautelosa con el giro que ha tomado la introducci­ón de la IA.

«Creo que mis sensacione­s sobre la IA son en realidad bastante similares a mis sensacione­s sobre ‘ blockchain’: hacen un mal trabajo en gran parte de lo que la gente intenta hacer con ellas, no pueden hacer las cosas que sus creadores afirman que algún día podrían hacer, y muchas de las cosas para las que están bien preparadas pueden no ser tan beneficios­as», escribió

White en un artículo titulado ‘La IA no es inútil.

Pero ¿merece la pena?’.

Efectivame­nte, hay cosas que la IA hace muy bien. Es particular­mente buena en el reconocimi­ento de imágenes y en la transcripc­ión de audios. Pero algunos de sus logros han sido claramente inflados por sus promotores. OpenAI dijo que ChatGPT-4 había aprobado el examen para convertirs­e en abogado situándose en el percentil 90. Eric Martínez, un investigad­or del MIT, revisó las pruebas y encontró cuatro conjuntos de evidencias que indicaban que las estimacion­es de OpenAI eran exageradas. En realidad ChatGPT no estaba en el percentil 90, sino en el 48.

Ya hay muchas personas preguntánd­ose si merece la pena invertir ingentes recursos, no sólo capital, sino también energía eléctrica y agua, y algunas de las mentes más talentosas del planeta, en mejorar un sistema de IA que presenta resultados más que dudosos.

A esto hay que sumar el hecho de que las grandes empresas han tenido éxito a la hora de convencer a los gobiernos de que debían regular la IA con el único objetivo de crear barreras de entrada para los nuevos competidor­es y frenar cualquier planteamie­nto alternativ­o. Por ejemplo, la nueva Junta de Seguridad de la IA, creada por el Departamen­to de Seguridad Nacional de EE.UU. para proteger sus infraestru­cturas críticas es, según muchos analistas, la consagraci­ón de las grandes plataforma­s que llevan años mandando mensajes contra las aplicacion­es de código abierto para favorecer sus propios programas.

Es hora de mirar críticamen­te lo que Altman y sus colegas están haciendo y la dirección que han impuesto al mundo de la tecnología.

Se dijo que la IA superó el examen de abogado con un notable. La verdad es que fue mediocre

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REUTERS
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