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Tecnología entre aperos _
La temperatura del suelo, el agua para los cultivos, la aplicación de herbicidas o los parámetros ambientales de las granjas se controlan ya a golpe de click
A gricultura y ganadería. Son dos de los principales pilares económicos de Andalucía regados por siglos de tradición, pero que han sabido mirar al futuro incorporando la mecanización y las tecnologías a sus procesos, sumando la innovación y la investigación como elementos de diferenciación y mejora.
Andalucía es una gran potencia agraria que juega un papel clave en el suministro mundial de alimentos y con una capacidad productiva «in crescendo». Según datos de la Consejería del área, la renta agraria creció el año pasado un 11,5%, con un valor de la producción que rozó los 10.959 millones de euros, la cifra más alta de los últimos años. Este crecimiento se debe, en buena parte, a que las producciones andaluzas son cada vez más competitivas y crecen en calidad y en sostenibilidad, y este logro es posible gracias a la investigación y a la innovación. El desarrollo tecnológico en el campo andaluz ha sido exponencial en los últimos años, «con tres grandes polos diferenciados: el Valle del Guadalquivir, a la cabeza en la tecnología de regadío; el campo onubense en el desarrollo de los cultivos bajo plástico y la provincia de Almería en lo que respecta a la producción de hortalizas en invernadero», señala el director del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (Irnas), perteneciente al CSIC, José Enrique Fernández. «Las nuevas tecnologías llegan para quedarse», asegura, ya que además de mejorar la eficiencia de recursos natu- rales escasos, como el agua o el suelo, «mejoran la vida del profesional del campo». Así, el ordenador se convierte en un aliado del agricultor, una herramienta estrella para mejorar la rentabilidad de sus explotaciones al permitir la toma de decisiones precisas sobre la gestión de los cultivos en lo que respecta a humedad, temperatura del suelo, las necesidades hídricas de las plantas, el riego idóneo, la aplicación de materias activas, la evolución de las malas hierbas, etc. Y lo mismo ocurre ya con muchas granjas, donde todos los parámetros ambientales que inciden en el bienestar animal se controlan con un programa informático.
Además, el campo empieza a acostumbrase a la presencia de aviones no tripulados o drones, que monitorizan cientos de hectáreas de forma precisa, evaluando las condiciones del terreno y el ritmo de crecimiento de los cultivos, siendo muy efectivos en la localización prematura de enfermedades y plagas, lo que redunda en mejores cosechas, con más calidad, y en un ahorro de costes significativo para los productores.
La innovación aborda también la mecanización de sectores tradicionales con un fuerte peso de mano de obra como el olivar o los cítricos, con varios grupos de investigación trabajando en este campo. En el caso del olivar, el desarrollo de prototipos que mejoren la tecnificación y rentabilidad del sector, con la creación de maquinaria inexistente actualmente en el mercado, le ha valido a la Universidad de Córdoba el Premio Nacional de Innovación 2015, entregado por los Reyes de España, dentro del proyecto Mecaolivar, cuya ejecución finalizará este año.
En este sentido, el vicerrector de Innovación, Transferencia y Campus de Excelencia de la Universidad de Córdoba, Enrique Quesada, señala que «la conquista de las máquinas y las nuevas tecnologías son una realidad en el campo agroalimentario y su papel será más determinante aún en la agricultura del futuro», aunque subraya que «su uso aún dista de ser la tónica general en el sector, formado fundamentalmente por pymes en las que todavía hay que introducir el interés por la innovación». No obstante, Quesada asegura que «el conocimiento de otras líneas de investigación que abordan la introducción de nuevos cultivos, la adaptación de variedades de semillas a climas extremos y el uso más eficiente del agua es probable que