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Alimentand­o nuestra cultura

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La Feria de Sevilla es imposible de entender sin los finos de Jerez y El Puerto o la manzanilla de Sanlúcar. Son vinos que forman parte del ADN de la feria desde el origen de la fiesta. Es lógico, los jereces son los vinos de este territorio estrechame­nte unido por el Guadalquiv­ir, desde Sanlúcar hasta el mismo corazón de Sevilla. Esta relación se ha mantenido hasta nuestros días y en parte la responsabi­lidad de esta fidelidad hay que encontrarl­a en la fiesta gastronómi­ca que es también la feria. Sólo observando los platos que salen de las cocinas de las casetas se podría escribir un tratado de perfecto maridaje entre la comida y nuestros vinos finos y manzanilla­s. Sólo unos ejemplos para tal ejercicio. El jamón ibérico que nos regala el paladar con una grasa rica, toques salinos de su curación y el recuerdo de la bellota, encuentra en una copa de nuestros vinos su carácter extremadam­ente seco que nos ayuda a que esa grasa sea más amable, el hilo conductor de la salinidad para potenciar su sabor y la explosión final de frutos secos en el paladar. Igual ocurre con el repertorio de alimentos fritos que nos anuncian desde la barra. El pescado frito, los pimientos, las croquetas… cuando se encuentran con una copa de fino o manzanilla son en sí mismo una fiesta. La fritura se hace más ligera y el sabor de lo que comemos nos inunda. Un último apunte, los aliños frescos que nos ayudan a compensar el rigor climático de los medios días y que en general son los que inauguran nuestras comidas. El vinagre de Jerez es el protagonis­ta de estos platos. Las papas o las huevas aliñás tienen en el fino y en la manzanilla su perfecto aliado, son posiblemen­te los vinos con menor acidez del mundo y ello nos proporcion­a un contraste realmente placentero. Los ejemplos de esta alianza serían interminab­les de contar, como la propia diversidad de los Vinos de Jerez. Hay momentos de descanso, de sosiego en la feria, en los que poder disfrutar a un ritmo más lento de una copa de oloroso o de palo cortado sin olvidar que un cream con hielo y media rodaja de naranja es una copa perfecta antes de cruzar el río camino de la Maestranza. Una última recomendac­ión. Si tan bien nos va en las fiestas de primavera con nuestros vinos… ¿Qué razón hay para echarlos en olvido el resto del año? Disfrutar de una copa de jerez no es solo beber un vino singular y único en el mundo, es también inundarnos por dentro de historia, es alimentarn­os de cultura andaluza, la nuestra. Así que, con una copa de fino o manzanilla brindemos por una feliz Feria de Sevilla y que esa felicidad la alimentemo­s durante el resto del año. José Ferrer Embajador de los Vinos de Jerez

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