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Mano a mano
La evolución de la gastronomía, el resurgir de los restaurantes de siempre, el lado más sacrificado de la profesión y las satisfacciones que conlleva son algunos de los temas que analizan estos dos empresarios.
Los hosteleros vendemos alegría. - Joaquín Jiménez
Sobran las presentaciones cuando Miguel Ángel Moro y Joaquín Jiménez se encuentran en El Espigón de El Porvenir. Son viejos amigos, camaradas de mesa y mantel que no solo comparten su entrega hacia la restauración, sino que han coincidido en ambientes tan diversos como El Rocío o alguna que otra cacería. La complicidad entre ellos es patente, como también lo es su preocupación por algunos de los temas que tratamos durante la entrevista: la complejidad de encontrar personal comprometido o la falta de apoyo por parte de las administraciones. El tono de la conversación, sin embargo, está cargado
de optimismo y ambos empresarios reconocen que les encanta lo que hacen y la felicidad que transmiten al público a través de sus establecimientos.
¿Debería haber más sintonía (como la que ustedes tienen) entre los hosteleros sevillanos?
Miguel Ángel Moro: Si hubiera más gente que se llevara como nosotros sería mucho mejor, porque la unión hace la fuerza a la hora de negociar asuntos claves. Falta mucha comunicación en el sector y es importante que los hosteleros se lleven bien.
Joaquín Jiménez: Nosotros no somos competencia. De hecho, el negocio de Miguel Ángel está más centrado en el pescado y el mío en la carne, cada uno hace su trabajo pero eso no quita que mantengamos desde hace años una amistad basada en el respeto hacia el trabajo del otro.
Ambos tienen establecimientos tradicionales y otros más actuales, como El Espigón Centro y La Flor de Azafrán. ¿Es bueno apostar por ambas líneas?
J. J.: No hay que dar la espalda a las modas y hay que ofrecer opciones a todo tipo de públicos. La gente joven no siempre se puede permitir ir a comer a Azafrán o El