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EL «GORDO» DEL AÑO 2018
Atenor con la percepción de los sevillanos que revela la encuesta de Dataestudios publicada por ABC el pasado domingo la ciudad apenas ha cambiado en el último año. Este inmovilismo, lejos de inquietar a la mayoría de los ciudadanos, les deja indiferentes o, incluso, levemente satisfechos. Sevilla sigue sobrada de grandes proyectos y certámenes que tendrán que romper la proverbial inercia burocrática de la ciudad para hacerse realidad con el paso del tiempo. Ni siquiera la revolución digital en la que nos encontramos inmersos parece alterar el ritmo cadencioso con el que aquí se despechan los asuntos oficiales y extraoficiales.
Una de las escasas certezas que nos ha dejado 2018 en nuestra ciudad ha sido la eclosión del turismo. El año que está a punto de acabar ha sido el de la consolidación del negocio turístico como la clave del devenir de la ciudad, no sólo por su potencial de desarrollo económico sino también por su influencia en los usos y costumbres de la gente y en la pro- pia configuración de la trama urbana. Los turistas han hecho florecer en Sevilla muchos pequeños y medianos proyectos empresariales. La creación de empleo, del que estamos tan necesitados, y la cultura y las oportunidades que deparan la afluencia masiva de viajeros deben situarse en el lado bueno de la balanza del sector. Su consecuencia negativa es la desnaturalización de la propia ciudad, convertida en una especie de parque temático para disfrute de los visitantes y disgusto de los amantes de las esencias. A Sevilla no le ha ocurrido nada distinto de lo que ha pasado en otras grandes urbes españolas y europeas ubicadas en el mapa de las ciudades que merece la pena visitar. Pero lo que en otros lugares se ha vivido como la parte molesta de un fenómeno generalmente positivo aquí, donde la autocrítica es la afición favorita de los más recalcitrantes, se ha intentado sustuir el todo por la parte y hacer un drama de lo que no deja de ser un motivo más para reforzar el atractivo de la marca Sevilla, una marca imbatible.
El premio «gordo» del año, sin embargo, no lo ha traído ni el turismo ni la lotería de Navidad, que algunos décimos sí ha agraciado por la parte de Triana. El «gordo» ha tocado no sólo en Sevilla sino en toda Andalucía con el resultado imprevisto de las elecciones autonómicas, que han hecho posible que se ponga fin a 36 años de control socialista de todas las instituciones públicas de carácter regional. Sevilla, como capital administrativa de la autonomía, y la propia Andalucía, se merecían esta oportunidad de intentar hacer las cosas de otra manera. Habrá que tener algo de paciencia porque un régimen no se cambia en dos o tres días. Hace falta más tiempo. Pero la ilusión que ha suscitado la ocasión histórica propiciada por el cambio político debe llevarnos a espantar nuestro conformismo y forjar un horizonte nuevo de esperanzas que parecían imposibles. Esperemos que cuando termine la legislatura podamos afirmar que ya no somos los últimos de la fila. Entretanto habrá que hacer un esfuerzo colectivo por no quedarnos atrás en la revolución que ha traido consigo la sociedad de la información, caracterizada por la incertidumbre que traen consigo los cambios vertiginosos y constantes.