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LA HORA DE LOS BUENOS GESTORES

- JUAN BRAVO BAENA CONSEJERO DE HACIENDA Y FINANCIACI­ÓN EUROPEA

Desde hace meses, venimos hablando de que son dos los virus que padecemos, el sanitario y el económico. Doblegado poco a poco el primero, es hora también de devolver la salud a empresas y autónomos. De reactivar, en definitiva, nuestra economía. La pandemia ha supuesto una crisis mundial sin precedente­s y, por tanto, a corto y medio plazo, toda medida que se adopte debe ir dirigida a la recuperaci­ón económica y a fomentar el consumo e inversión. Objetivos todos ellos que confluyen en nuestra gran prioridad: el empleo. Y en esa hoja de ruta inmediata, también la política tributaria es una herramient­a de máxima utilidad. Sin duda, la reforma fiscal aprobada por el Gobierno andaluz, iniciada en 2019 y ampliada recienteme­nte, se erige como palanca para esa pretendida reactivaci­ón.

Si hay un criterio que viene marcando las políticas impulsadas por el nuevo Gobierno de la Junta, es el equilibrio. Y la bajada de impuestos impulsada desde el inicio de la legislatur­a en Andalucía no es una excepción. Una proporcion­alidad que no existía en ese ámbito en nuestra comunidad, lastrada por una fiscalidad que nos había colocado en la lista de las regiones más hostiles.

Desde el Gobierno andaluz siempre tuvimos claro que toda reforma fiscal que se plantease debía descansar sobre un sistema tributario que no incrementa­se la presión sobre el contribuye­nte. Todo lo contrario: conseguir bajar las tasas de desempleo y, al ser mayor el número de las personas ocupadas, que aumenten las bases imponibles y se fomente el consumo... y así el propio empleo. Ahí es donde se cierra el círculo y la fórmula cobra sentido.

Tenemos que aspirar a conseguir un sistema tributario moderno, proporcion­ado, en la línea que proponen todas las institucio­nes internacio­nales. Y eso no se consigue subiendo los tipos nominales y perjudican­do la inversión y el emprendimi­ento.

Bajando impuestos, tal y como se demostró en Andalucía en 2019, aumenta la recaudació­n. Porque, en efecto, recaudar sigue siendo importante. Es necesario para poder tener unos servicios públicos esenciales de calidad, pero no a costa de que las clases medias paguen más impuestos. Por eso siempre debemos atender a ese criterio básico que nos debe regir: el equilibrio.

Pero siendo clave una política fiscal equilibrad­a, ésta no debe, ni puede, ser la única solución. Porque se habla mucho de recaudar, pero muy poco del gasto. De reducir gasto superfluo en el que incurrimos las administra­ciones. O de reducir duplicidad­es administra­tivas. Únicamente bajando impuestos no se levanta una economía. Debe haber mucho más.

No es momento de ideologías. Sí de empujar donde más hace falta, y es lo que hemos pretendido con esta segunda bajada de impuestos, impregnada de un marcado carácter social: se incrementa el importe de la deducción a 200 euros, y a 400 por nacimiento de un hijo si el contribuye­nte reside en un municipio despoblado; medidas de apoyo a víctimas de violencia doméstica y de terrorismo; familias numerosas… e incluso potentes deduccione­s en el ámbito del I+D+i de hasta el 50%.

No es momento de ideologías. Miremos a Europa. Fijémonos en países como Portugal, donde gobierna la izquierda, que baja impuestos, simplifica trabas y es un país amigable para la empresa. Pongamos nuestros cinco sentidos en las cinco ‘e’: estabilida­d, eficacia, eficiencia, economía y empleo.

No es momento de ideologías, de izquierdas o derechas, y sí de demostrar que queremos estar arriba y no abajo. Por eso, por encima de todo, es la hora de los buenos gestores.

«Toda medida debe ir dirigida a la recuperaci­ón económica y a fomentar el consumo y la inversión»

«Se habla mucho de recaudar, pero muy poco de eliminar el gasto superfluo»

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