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La convivencia como recurso turístico
Más allá de la belleza floral que representan los patios de Córdoba, hay que detenerse en el encanto de su esencia
El origen de los patios desde el punto de vista arquitectónico parece estar localizado, según la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, “al año 6000 a.C, concretamente, a las casas de la ciudad de Jericó y sus edificaciones rectangulares, o la antigua ciudad turca de Çatal Üyúc. Posteriormente, se establece en Egipto un tipo de casa con sala central de ventanas altas para protegerse del calor, incluyendo también la creación de jardines acotados, los cuales propician la aparición del peristilo”. Más adelante serán las casas sumerias las que cuentan con unas viviendas cuyos patios son el centro desde el que se distribuyen los almacenes y los dormitorios, lo que demuestra la organización social en núcleos familiares.
Ya en la época de los romanos y en el caso concreto de Córdoba sabemos que las casas tenían la misma configuración que en el resto del Imperio Romano. De hecho, la casa patricia del siglo II localizada en el barrio de Santa Rosa, entre las calles Algarrobo y Cronista Rey Díaz, es una de la mejor conservada y cuenta con un patio abierto de 7,40 por 7,40 metros, con un andén perimetral pavimentado con mosaicos. A este respecto, mientras que las familias ricas vivían en estas domus dotadas de ese patio llamado atrium; las clases acomodadas residían en villas y el resto vivían en ínsulas, que carecían de estos espacios centrales. El atrium estaba adornado con las estatuas de los antepasados de aquellas familias y era donde se hacía alarde de la nobleza de quienes residían en esa casa. Es en el fondo de la vivienda donde se construía el peristilo, o patio ajardinado rodeado de columnas y que terminó en convertirse en el centro donde se desarrollaba la vida de la casa.
Con la llegada de los musulmanes estas edificaciones se transformaron para adaptarse a la cultura y religión de los nuevos moradores. Así, se creó un mundo interior que no se reflejaba externamente con la única excepción de la puerta, un elemento que reflejaba la categoría del dueño a través del grabado de la fecha en la que había viajado a la Meca y los recuerdos de ese viaje. Sin embargo, su interior representaba los mandatos del Corán en el sentido de que las áreas de los hombres y las de las mujeres se encontraban separadas por una cortina de estera. En la cultura islámica el patio está presente en todas las construcciones y la presencia del agua en abundancia era un signo de posición social. De hecho, es posible encontrar referencias a los patios cordobeses, a su vegetación y frondosidad, al uso del agua, a su estética y carácter privado en diversos escritos de la época musulmana de Alhaken II y Almanzor, y referencias en poemas que ensalzan la belleza de estos enclaves.
En la época de los Reyes Cristianos se mantiene la organización urbanística hasta mediados del siglo
XIX cuando ante la llegada de población inmigrante de las zonas agrícolas, muchas de esas antiguas casas nobiliarias pasan a convertirse en las casas de vecinos. Los habitantes de estos espacios, con pocos recursos, se ven obligados a vivir hacinados en pequeñas habitaciones y compartiendo con otras familias la cocina, los lavaderos, el pozo y las letrinas. Esta convivencia entre familias hace que lentamente vayan transformando ese espacio común en sinfonía de colores, aromas y olores. Según se recoge en un artículo de Rocío Muñoz Benito publicado en International Journal of Scientific Management and Tourism: “Los patios son considerados por sus habitantes como reductos de una naturaleza perdida en el tránsito del campo a la ciudad y una manera de reproducir aquellas costumbres vinculadas a vida rural”. Las labores de cuidados de este espacio común y las posteriores mejoras son llevadas a cabo en comunidad: el encalado, la colocación de las plantas y las flores, el riego, la poda, etcétera. En este sentido, Muñoz Benito afirma que “esta tradición de los usos y costumbres del cuidado de estos espacios comunes tiene consecuencias culturales importantes ya que han permitido la conservación de prácticas y conocimientos ligados al cuidado de las plantas que hoy podríamos calificar de usos sostenibles y ecológicos, que van desde el uso del agua al reciclaje de envases para la siembra”.
En el informe elaborado por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) en el que se analizan los aspectos culturales, sociales, festivos, económicos y de vida de los patios cordobeses, se va más allá al afirmar que “el patio aparece como un escenario comunicativo de vital importancia para los lazos de cooperación en unas actividades comunes que necesitan de la información que poseen unos sobre otros. Sin la información transmitida mediante el lenguaje los vínculos tan estrechos que sentían los primeros habitantes de los patios no hubieran podido fraguarse. El patio era un espacio de reunión y de encuentro permanente que favorecía la transmisión horizontal de información y conocimientos sobre temas muy variados. Junto con la información de tipo práctico sobre la organización de los servicios comunes no debemos olvidar la aparentemente intrascendente charla personal que mantiene al resto de la comunidad al corriente de la situación individual de los vecinos”. De ahí que los cuidadores de los patios se sientan tan protagonistas cuando llega la época de los concursos ya que les permite seguir manteniendo esa posibilidad de transmitir conocimientos, experiencias, vivencias y sabiduría popular en un espacio tan bello, único y especial como el del patio de su casa.
Los patios de Córdoba son ese remanso de paz que obligan al visitante a detener sus pasos para embriagarse de la fuerza de la cotidianeidad