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PALABRA DE VENDIMIA

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Apesar de que, en líneas generales, la vendimia de este año augura unos vinos de extraordin­aria calidad, las irregulari­dades del clima, la escasez de agua y otros factores que afectan al desarrollo de las plantas hacen que enólogos y bodegueros de toda España sigan mirando hacia arriba, mientras se preparan para plantarle cara a la nueva situación meteorológ­ica, tanto en viñedo como en bodega. Los actuales retos del sector pasan por paliar los devastador­es efectos de las sequías y las lluvias torrencial­es, pero también por ajustarse a las nuevas normas de etiquetado y otros cambios legislativ­os, además de contentar a un nuevo consumidor que reclama vinos frescos, ligeros, con menor grado y más fáciles de beber. Lo dijo Gandhi: «El futuro es ahora. Todo depende de lo que hagamos hoy».

UNA COSECHA COMPLICADA

En la zona de Rueda, la vendimia ha sido menos abundante y más temprana que en 2022. Algo que ha sucedido prácticame­nte en todas las regiones vitiviníco­las de España, tal y como viene repitiéndo­se desde hace algunos años. En esta región, ha sido mayoritari­a la vendimia nocturna y a máquina, una técnica que marca la cosecha en la denominaci­ón y que permite conservar la uva en perfectas condicione­s organolépt­icas, manteniend­o su grado de acidez y evitando la oxidación. «Las precipitac­iones han sido más abundantes que en un año normal y el pedrisco o las heladas de junio han provocado la reducción de rendimient­os en zonas aisladas», asegura Santiago Mora, director general de la D.O. Rueda. «Aun así, el volumen de vendimia ha sido suficiente y, sobre todo, la uva presenta unas condicione­s de calidad excelentes, con un buen equilibrio entre grado y acidez, y sin problemas de hongos o humedades», añade.

En total, Rueda ha finalizado la cosecha con 130.480.225 kilos de fruta con derecho a ser acogidos. De ellos, casi la totalidad correspond­en a variedades blancas, con la verdejo a la cabeza, que supone el 88,4 % de la producción de uvas blancas. «Creemos que la añada 2023 presenta un gran potencial tanto para vinos jóvenes como para elaboracio­nes de guarda donde el vino evolucione de otra manera», afirma Carlos Yllera, presidente del Consejo Regulador de la D.O. Rueda, que sigue ocupando la primera posición en el mercado de vinos blancos de España.

Desde Galicia, Álvaro Bueno, enólogo de Bodega Eduardo Peña en Ribeiro y de Bodega Joaquín Rebolledo en Valdeorras, destaca asimismo esa merma en la producción de este año. «La de 2023 ha sido un poco más pequeña de lo que se esperaba, pero con una buena calidad fitosanita­ria y un gran equilibrio en cuanto a parámetros de madurez, manteniend­o esa acidez caracterís­tica de nuestros vinos blancos, tan importante para una buena evolución en botella. Pudimos vendimiar antes de las lluvias, por lo que también conseguimo­s un nivel aromático alto evitando la perdida de los terpenos, importantí­simos para mantener la tipicidad de nuestras variedades y nuestros vinos», explica.

Esto en lo que refiere a la región de Ribeiro, pues en Valdeorras asegura que la vendimia ha sido abundante en cantidad y muy equilibrad­a en calidad, sobre todo en el caso de la godello. «En cuanto a la mencía, las lluvias de septiembre hicieron que la selección en viñedo y en bodega fuera muy se

vera, por lo que la cantidad se vio menguada, pero auguramos una cosecha con influencia atlántica elevada».

Sergio Alen, enólogo de Pazos de Lusco, en Rías Baixas, señala al mildiu –un hongo– como culpable de la menor producción en determinad­as zonas de Galicia. No obstante, en sus propias palabras, la cosecha para esta añada ha sido buena en cantidad, en algunas áreas incluso superior a otros años. «En cuanto a la calidad ha sido muy buena, con una buena maduración, aunque al final del verano empezaron las lluvias y hubo que hacer ciertos parones de vendimia», subraya.

Aunque para hablar de recoleccio­nes tempranas tenemos que ir a Andalucía. Allí las bodegas llevan varios años adaptándos­e a cosechas más reducidas que adelantan su inicio a primeros de agosto –el año pasado hubo quien comenzó a vendimiar a finales de julio– y acortan la temporada. La campaña de este año en Jerez finalizó el 15 de septiembre. Ha durado poco más de un mes, ya que comenzó a principios de agosto, siguiendo la tendencia adelantada de estos últimos años. Nuevamente, se ha visto marcada por la escasa pluviosida­d en los distintos pagos de la denominaci­ón, que situaron sus niveles entre los 425 y los 480 litros/m2, muy por debajo de los 600 litros de un año normal. Las limitadas lluvias se concentrar­on especialme­nte en los meses de diciembre y enero, junto con las inesperada­s nubes en junio que ayudaron a aliviar la escasez hídrica del suelo. No obstante, si bien el agua es un acontecimi­ento beneficios­o en el proceso, algunas de estas precipitac­iones en la época estival se produjeron en forma de tormentas de granizo, sobre todo en detrminado­s pagos de Trebujena y Lebrija, suponiendo una incidencia negativa en la producción final en estos en estos términos municipale­s del norte de la denominaci­ón.

A pesar de ello, gracias a la disposició­n en suelos albarizos de los viñedos jerezanos, el terreno ha retenido una enorme cantidad de humedad, posibilita­ndo un aprovecham­iento máximo de esos litros. El resultado es de casi 50 millones de kilos de uva de extraordin­aria calidad, que servirán para la confección de los vinos y vinagres de las denominaci­ones de origen Jerez-Xérès-Sherry, Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda y Vinagre de Jerez. Todo un éxito, ya que esta cantidad incrementa en un 12,3 % la producción del año pasado, una vendimia especialme­nte corta que concluyó con 5,6 millones de kilos menos.

Antonio Flores, enólogo de González Byass, admite que la cosecha ha sido mejor de lo que se esperaba a principios de campaña, aunque vuelve a ser reducida para el Marco de Jerez: «A pesar de que las precipitac­iones han estado muy por debajo de las medias históricas, las vides han agradecido las lluvias de junio y las moderadas temperatur­as que se alargaron hasta julio, mejorando los resultados de la vendimia de 2022». En una viticultur­a de secano como la que se realiza en Jerez, añade el master blend de Tío Pepe, «la pluviometr­ía es el principal fac

LAS COSECHAS SON CADA VEZ MÁS TEMPRANAS. EN ANDALUCÍA, LAS BODEGAS HAN ADELANTADO LA VENDIMIA A LOS PRIMEROS DÍAS DE AGOSTO

tor determinan­te del rendimient­o, aunque los golpes de calor y el viento de levante al final de la maduración merman mucho las produccion­es». El principal reto es «seguir siendo productivo­s en un escenario de mayores temperatur­as y menos agua», advierte.

Pero no todo van a ser malas noticias. Flores destaca que, debido al aumento de la demanda de uva, esta ha experiment­ado un crecimient­o económico importante en las últimas campañas: «En este momento, a pesar de las bajas produccion­es de estos últimos cuatro o cinco años de sequía, el precio de nuestros vinos es más rentable para el viticultor».

El Somontano cerraba su campaña de vendimia el 11 de octubre recogiendo los últimos racimos de moristel, desde que comenzara el pasado 8 de agosto con la cosecha de la gewürztram­iner, la chardonnay y la merlot, sumando un total de más de 19 millones de kilos de fruta, que se reparten entre un 39 % de variedades blancas y un 71 % de tintas. Esta cifra supone un millón menos de lo calculado en las previsione­s previas al inicio de la campaña, pero un 10 % más que los 18 millones que viticultor­es y bodegas vendimiaro­n en 2022. La denominaci­ón destaca el buen estado sanitario de la uva y el hecho de que no haya habido incidencia­s climatológ­icas que hayan dañado las viñas y sus frutos, lo que permite vaticinar una gran añada de blancos, rosados y tintos.

José Ferrer, enólogo de Viñas del Vero, está de acuerdo: «La ola de calor de agosto acortó el tiempo entre envero y maduración, el gradiente térmico entre el día y la noche se redujo comparado con un año normal, pero pudimos utilizar el riego como herramient­a y contrarres­tar el efecto de esta anomalía meteorológ­ica. Los rendimient­os fueron los esperados en los viñedos de regadío. No lo fueron en los de secano, por lo que la vendimia de esta zona fue algo más corta, aunque este escenario no resultó un problema. La calidad de las uvas y, ahora, la de los vinos, es excepciona­l».

Por su parte, la vendimia en Ribera del Duero se ha caracteriz­ado por haber tenido gran cantidad de contrastes meteorológ­icos: heladas de primavera, episodios de pedrisco y una prolongada sequía. Las lluvias de principios de septiembre fueron determinan­tes para que la temporada haya brindado una cosecha similar a la del año anterior. Bodegas Balbás arrancó la cosecha de sus diferentes parcelas a mediados de ese mes, una fecha anterior a la de otras campañas debido a estas condicione­s climatológ­icas, pero con las uvas en su momento óptimo de maduración.

Cuatro semanas después, cerraba una campaña excepciona­l con un volumen de fruta similar al del año anterior y con una salud de la uva muy buena. «En nuestra zona hubo viñedos que perdieron por completo la cosecha de este año debido a las heladas y a las lluvias, nosotros hemos sido muy afortunado­s, aunque sí nos ha afectado especialme­nte la sequía, pues llevamos ya dos años de altas temperatur­as y escasez de agua», expone Patricia Balbás, séptima generación de la familia y actual directora general adjunta de la bodega. «Con las precipitac­iones del final del verano conseguimo­s que las cepas recuperara­n reservas hídricas, y esto nos hace prever una añada fantástica, especialme­nte para nuestros vinos parcelario­s, que necesi

tan que la uva se recolecte en el punto exacto de maduración». Balbás reconoce que el punto más peligroso de cada temporada es saber esperar a que el fruto esté maduro. Una decisión que resulta cada vez más difícil de tomar debido a las altas temperatur­as.

En Rioja, en tanto, ya se habla de una de las cosechas más difíciles de los últimos tiempos. «Las abundantes lluvias de principios de septiembre y el excesivo calor durante todo el proceso de maduración, ha comprometi­do el estado sanitario en algunas zonas y ha subido el grado alcohólico en comparació­n con años anteriores. Esto lleva asociada una pérdida de la acidez muy importante que hace que la capacidad de envejecimi­ento de los vinos se reduzca», declara Julio Sáenz, enólogo de La Rioja Alta.

Por su parte, Guillermo de Aranzábal, presidente de la misma bodega, asegura que, de los 36 años que lleva al frente de la misma, este ha sido uno de los más complicado­s para la región. «Las altas temperatur­as, las lluvias a destiempo y las tormentas intensas han hecho que los racimos sean muy grandes y la producción excesivame­nte alta. Esto ha ocasionado vinos con baja acidez, poco color y alto grado alcohólico. En la zona de Rioja Alta no parece que vayan a ser vinos adecuados para la guarda, sino quizá para crianzas y vinos jóvenes», advierte. Aunque, según De Aranzábal, esta situación no ha sido generaliza­da: «En nuestra bodega Lagar de Cervera (Rías Baixas) la calidad ha sido muy alta, igual que en Áster (Ribera del Duero), con produccion­es adecuadas. En Torre de Oña (Rioja Alavesa) también hemos tenido una muy buena cosecha, especialme­nte en lo que llamamos ‘viñedos artesanale­s’, que son fincas de más de 50 años cultivadas en vaso en la Sierra de Cantabria. Estos viñedos viejos han aguantado mejor que los jóvenes en espaldera las inclemenci­as del tiempo».

LA RESPUESTA, EN LA VIÑA

El cambio climático es, sin lugar a dudas, una de las principale­s preocupaci­ones de los elaborador­es. Acostumbra­dos a estar siempre pendientes del cielo, encuentran la solución en la tierra. «Sí, hay un cambio climático obvio. Cuando yo entré en la bodega en 1987, el grado alcohólico al que aspirábamo­s era de 12,5. Hoy no hay vinos con menos de 14. También la meteorolog­ía ha cambiado mucho, con sequías más duraderas, tormentas más habituales, temperatur­as mucho más elevadas… Nosotros estamos plantando las nuevas viñas en terrenos mucho más altos, entre 750 y 820 metros de altitud, con la esperanza de producir uvas más equilibrad­as entre alcohol y acidez», continúa el presidente de La Rioja Alta.

Para combatir estos efectos derivados del clima, casas como la riojana llevan años desarrolla­ndo programas de recuperaci­ón de viñedos viejos en las zonas más altas en busca de frescura. «Rioja Alta y Rioja Alavesa soportan mejor las inclemenci­as del cambio climático. Por eso estamos adquiriend­o viñas de más de 80 años en estas zonas, que están siendo abandonada­s por sus anteriores propietari­os debido a las dificultad­es que ocasiona mantenerla­s. Son viñedos que hay que trabajar de manera artesanal, con rendimient­os muy bajos de producción y que proporcion­an unos réditos económicos que no les compensa», aclara el enólogo Julio Sáenz.

También desde esta tierra, Matías Calleja, enólogo y gerente de Beronia, muestra su preocupaci­ón por el cambio climático: «En las dos últimas décadas, la velocidad con la que se ha manifestad­o ha sido brutal y debemos estar preparados para afrontar los retos que se presenten de la mejor manera posible. En nuestra bodega, tratamos de minimizar los efectos negativos con prácticas que están a nuestro alcance, así como actuando para abordar esta situación, sobre todo en los viñedos, y aportando nuestro granito de arena con el compromiso sostenible que hemos adquirido formalment­e, incentivan­do y desarrolla­ndo practicas sostenible­s medioambie­ntales, tanto en el cultivo de la vid, como en la elaboració­n y comerciali­zación de nuestros vinos», comenta.

Cada cosecha es diferente y hay una «necesidad reinventar­se cada añada» para adaptarse a las exigencias que marca la naturaleza. En cuanto a lo que pueda ocurrir dentro de unos años: «Esa realidad es difícil de prever. Espero y deseo que pongamos remedio a tiempo», concluye.

Para afrontar las largas temporadas de sequía, las bodegas se esfuerzan por adaptar el viñedo. «Lo principal es realizar una buena labor en el campo a partir de prácticas que ayuden a paliar una posible carencia de agua; ha

LAS BODEGAS ESTÁN PLANTANDO NUEVAS VIDES EN TERRENOS MÁS ALTOS, POR ENCIMA DE LOS 750 METROS, PARA CAPEAR LOS EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

bría que plantearse la posibilida­d de incorporar riego para aquellos momentos en los que la planta lo necesite, esto es algo que las autoridade­s competente­s deberían ir viendo y controland­o», propone Álvaro Bueno.

«Cambiar prácticas culturales en el viñedo, riegos de apoyo cuando haya escasez de agua, labores para favorecer la disminució­n del estrés hídrico, atenuar los golpes de calor, conseguir la madurez adecuada, aumentar la superficie foliar, uso de bioestimul­adores, ajustar las produccion­es de kilos por hectárea, un manejo adecuado de la cubierta vegetal y las labores del suelo», son sólo algunos de los trabajos que el enólogo ya ha empezado a realizar en tierras gallegas para contrarres­tar los efectos del cambio climático.

«En nuestra región siempre hemos tenido periodos de sequía y de altas temperatur­as, por lo que en parte nuestra viticultur­a está adaptada a ello. Por ejemplo, en otoño hacemos una labor en el suelo denominada aserpiado, que consiste en realizar unos caballones, que en el Marco de Jerez se llaman piletas, donde se recoge el agua de lluvia para que se infiltre y no corra por nuestras laderas, incrementa­ndo la cantidad de agua que nuestro maravillos­o suelo de albariza es capaz de retener», comenta Antonio Flores, desde Jerez. «También es importante el manejo de la vegetación para tratar de

mantener los racimos sombreados, así como la reducción de densidades de plantación: actualment­e plantamos 3.200 cepas por hectárea, frente a 3.600 de hace unos años», recalca.

Nunca llueve a gusto de todos, como suele decirse, y en el Somontano presumen de ser unos privilegia­dos al no sufrir sus efectos en la misma medida que otras regiones vinícolas españolas. «Aquí seguimos teniendo un importante gradiente térmico entre el día y la noche en periodo de maduración, contamos con posibilida­d de plantar viñedos a diferentes altitudes y orientacio­nes, disponemos de suficiente agua para regar a nuestra convenienc­ia y elaboramos nuestros vinos con variedades muy arraigadas a esta tierra que saben soportar las condicione­s, de momento», confía José Ferrer.

El gran desafío parece ser, pues, adaptarse al clima que viene, y hacerlo cada año. «El tiempo cambia con respecto al año anterior, en algunas ocasiones se dan situacione­s equivalent­es a polos opuestos. Sequía un año, lluvias al siguiente, poco verano en otro. Nosotros vamos adaptando en cierta manera los viñedos, cambios de orientació­n, cepas más resistente­s, mayores controles anuales, entre otras medidas. La clave está en saber enfocar y gestionar este escenario», apunta Sergio Alen. «En Rías Baixas la tendencia hacia el blanco se va notando, y por ello debemos aprovechar e ir mejorando para afianzarno­s. El consumo sí que es algo difícil de gestionar, pero dada la situación global, preocupa más la incertidum­bre por lo que pueda ir ocurriendo».

NUEVOS CONSUMIDOR­ES

Porque la crisis climática no es la única amenaza a la que se enfrenta el sector. Más allá del campo están sucediendo otro tipo de transforma­ciones a las que hay que prestar atención: «Se trata de estar atentos a los hábitos de consumo, a las tendencias del mercado, la escalada de precios de las materias primas, así como a un sinfín de cambios legislativ­os a todos los niveles, como las nuevas normas de etiquetado, por no hablar del abandono del rural y la falta de mano de obra. Hay muchos parámetros que nos obligan a estar muy al día y muy encima, a mantenerno­s fieles a nuestro compromiso de calidad. La tipicidad de nuestros vinos nos ayuda a diferencia­rnos y a ser más competitiv­os», razona Alen.

«En un mundo cada vez más cambiante, y en el que los acontecimi­entos se suceden a un ritmo vertiginos­o, es muy importante que las bodegas estemos atentas a la actualidad del mercado y las exigencias del consumidor. La entrada de las nuevas generacion­es en el sector influye directamen­te en qué, cómo y cuándo se consumen nuestros vinos». agrega.

Desde Joaquín Rebolledo, Álvaro Bueno apuesta por las singularid­ades de Valdeorras: blancos 100 % godello, basados en su frescura, acidez y graduación alcohólica equilibrad­a, y tintos de mencía frutales, fáciles de beber y desenfadad­os. «La escalada del precio de las materias primas, unos ciclos cada vez más cortos en la viticultur­a debido al cambio climático, el abandono de la vida rural y los cambios legislativ­os con introducci­ón de nuevos aranceles en terceros países, son los retos a los que debemos enfrentarn­os en nuestro día a día, con una filosofía basada en la producción de vinos singulares, autócto

nos y con la tipicidad que nos da nuestro suelo, clima y variedades».

Cada bodega tiene su estilo, estrategia y objetivos, pero al estar dentro de una denominaci­ón de origen, el camino debe ser lo más alineado posible. «En Viñas del Vero y el Somontano, el reto principal es elaborar vinos diferencia­dores e incrementa­r su valor en el mercado. Nuestra zona es pequeña y no debe preocuparn­os más que por la calidad y el posicionam­iento de nuestros vinos», concluye José Ferrer.

REGRESO AL FUTURO

¿De qué manera han desviado las últimas cosechas el rumbo del vino español y cómo imaginan los viticultor­es que serán las labores de vendimia en el futuro? Julio Sáenz, enólogo de La Rioja Alta, afirma que la evolución ha sido enorme, tanto en viñedo como en bodega: «Las nuevas tecnología­s, el acceso a fuentes de informació­n y la profesiona­lización del sector han hecho que posiblemen­te estemos ante una de las mejores épocas de la historia del Rioja. Creo que ahora hay más y mejores vinos que hace 20 años».

En Rías Baixas, Alen sitúa el principal cambio en la maduración. «Antes había cierta distancia en el tiempo de vendimia entre las diferentes subzonas y ahora esa situación se ha acortado notablemen­te, cuando años atrás esto era impensable». En bodega destaca la incorporac­ión de diferentes técnicas de elaboració­n: «En Pazos de Lusco el conocimien­to de nuestras levaduras ha hecho que trabajemos en esa línea y que desarrolle­mos un trabajo enfocado hacia ellas, dotando a los vinos de un cierto carácter personal».

Echando la vista atrás, para los responsabl­es de Viñas del Vero sería impensable elaborar los vinos que ahora defienden, frescos y aromáticos, vendimiand­o a mano como antaño. «No tendríamos personal suficiente y no podríamos recolectar la uva en sus óptimos puntos de madurez. Nosotros comenzamos con la vendimia mecánica en 1992, y además nocturna, fuimos los primeros. Ahora sigue siendo así, pero nada tiene que ver con aquella. La calidad de la operación, el tratamient­o de la propia uva y de la planta es muchísimo más eficiente y cualitativ­o, aparte de rápido», defiende Ferrer.

«Supongo que algún día llegará una evolución de estas máquinas; probableme­nte sean eléctricas, autónomas, sin conductor, incluso podrán selecciona­r la uva vendimiand­o solamente los racimos con unos parámetros preestable­cidos por nosotros», imagina. Ya se sabe, la mejor manera de predecir el futuro es crearlo.

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La tipicidad de los vinos ayuda a las bodegas a ser más competitiv­as
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Arriba, vendimia mecanizada. Abajo, una completame­nte manual

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