Una imagen...
Testigos de «La dolce vita»
«LFederico Fellini recogió en su película, protagonizada por Anita Ekberg y Marcello Mastroianni, el ambiente de una ciudad que vivía una frenética vida nocturna
a dolce vita», dee Federico Fellini,i, no es solo una dee las películas máss célebres de laa historia del cine,e, sino que tuvo gran influencia en las cos-stumbres y en el lenguaje, imponiendoo un nuevo modo de ver la realidad. El nombre de uno los personajes del filme,e, Paparazzo, interpretado por Walterr Santeso, ha dado origen a la palabra conn que se nombra a los fotógrafos indis-cretos o los especializados en seguir a los famosos. La «Dolce vita» con suss «paparazzi» –que en la imagen apare-cen en la escalerilla del avión esperan-do impacientes a Sylvia (Anita Ekberg)–, se movió desde vía Veneto para contagiar a toda Italia, convirtiéndose en un mito en el mundo. Eran años de vida frenética, con fiestas, cafés, night clubs y divos populares que utilizaban vía Veneto como pasarela, mientras para otros artistas en busca de fama era el trampolín para su lanzamiento. Las estrellas del cine residían en los hoteles de via Venetto y Cinecittá se convirtió en una especie de Hollywood sobre el Tíber. El baricentro de la Europa mundana se trasladó desde París a Roma.
Los «paparazzi» inmortalizan la vida nocturna. Se mueven en Vespa o Lambretta, apostándose junto a los bares, restaurantes y night-clubs de via Veneto, listos para captar un beso entre famosos, una pelea, un escándalo... Tazio Secchiaroli, uno de los grandes fotógrafos italianos del siglo pasado, fue el primero que comenzó a inmortalizar la vida nocturna de la capital. El propio Fellini escuchó sus numerosas experiencias profesionales que fueron fundamentales para su guión de la «Dolce vita» y so- bre él creó el personaje de Paparazzo. Secchiaroli fue el inventor de la «fotografía de asalto», la foto al personaje famoso contra su voluntad, y recibió agresiones, alguna célebre como la del ex Rey Faruk de Egipto, exiliado en Roma: sentado en una sala privada del Café de París, junto a la cantante Irma Capace Minatolo, al ver que Secciaroli lo fotografiaba, Faruk reaccionó con furia agrediéndole y echándole encima a su propio escolta. Secchiaroli, que acabó siendo el fotógrafo personal de Sofia Loren durante veinte años, contaba así esos años de la «dolce vita»: «Los fotógrafos éramos todos pobres, diablos hambrientos. Ellos, los divos, lo tenían todo: dinero, fama, hoteles de lujo. Los porteros y empleados de hoteles nos daban informaciones, consejos: se podría lla- mar a eso solidaridad del proletariado».
Eran otros tiempos. Hoy no queda nada de esa época. Algunos de sus símbolos se han transformado completamente. La imagen de la Fontana de Trevi, con Anita Ekberg y Marcello Mastroianni, es un símbolo del cine del siglo XX. Pero hoy la Fontana de Trevi, invadida por turistas y suciedad, ha perdido parte de su encanto. El Café de París cayó en manos mafiosas, como otros bares y restaurantes de via Veneto, y fue confiscado. Aunque Roma es, con Venecia, la capital más bella del mundo, los medios cuentan que es una ciudad casi a la deriva, con su imagen dañada por la mafia y una mala administración. Cabe evocar una frase célebre del escritor Ennio Flaiano, colaborador de Fellini en el guión de «La dolce vita»: «La situación es grave, pero no seria».