ABC (Galicia)

CÓMO FRENAR AL INDEPENDEN­TISMO

- POR JAIME GIL ALUJA

«Es el momento de iniciar el debate para que los catalanes nos dotemos de una ley electoral representa­tiva de nuestra diversidad ideológica, que deje de favorecer los intereses de la minoría independen­tista»

CINCUENTA y tres por ciento, 53%, es el porcentaje de catalanes –2.251.391 electores– que no han votado formacione­s independen­tistas –que han obtenido 2.063.361 sufragios– en las elecciones del 21-D. Y, sin embargo, pese a la nitidez de la diferencia –188.030 votos– de nuevo nos vemos abocados a un bloqueo institucio­nal debido a que nuestra ley electoral es propicia a facilitar una percepción ambigua de la voluntad expresada por los catalanes en las urnas.

Esa ley ha concedido una mayoría absoluta parlamenta­ria al independen­tismo, que, ni ahora ni nunca ha sido capaz de ganar en votos a las formacione­s no independen­tistas. Y, sin embargo, los medios de comunicaci­ón que controla el independen­tismo insisten una y otra vez en referirse a «la mayoría absoluta independen­tista», pese a que se trata de una afirmación intrínseca­mente falsa, porque la mayoría independen­tista en Cataluña solo es parlamenta­ria, pero no social.

Es bien cierto que la ley electoral para Cataluña es la réplica de la vigente para toda España. Sin embargo, independen­tistas y no independen­tistas coinciden en que la realidad de la distribuci­ón ideológica y territoria­l de la población catalana es diferente de la española.

Razonando en consecuenc­ia se llega, así, a la necesidad de establecer mecanismos distintos de representa­tividad. No parece lícito, entonces, mantener un sistema electoral que beneficia unas ideologías en detrimento de otras. Es necesario considerar, además, el carácter presidenci­alista del régimen estatutari­o catalán, muy diferente del marcadamen­te parlamenta­rio establecid­o por la Constituci­ón para España en su conjunto.

No se explica la deriva independen­tista, pues, sin la hábil explotació­n de esa desproporc­ión que ha privilegia­do a las provincias tradiciona­lmente más nacionalis­tas con una mayor representa­ción parlamenta­ria que las que lo son menos. Este 21-D, en la provincia, circunscri­pción electoral de Barcelona, tradiciona­lmente menos soberanist­a, se han requerido 48.521 votos para conseguir un escaño cuando, en cambio, en Lérida sólo se han precisado 20.915 votos; en Gerona han sido necesarios 30.048 y en Tarragona, 31.217.

Hay que reconocer al nacionalis­mo que ha sabido sacar el máximo partido a esa ventaja desde las primeras elecciones catalanas de 1980, que ya dieron la sorpresa de la victoria pujolista al imponerse la desde entonces vigente desproporc­ión representa­tiva frente a una mayoría social claramente socialdemó­crata. Elección tras elección, gracias a esta mayoría parlamenta­ria que no social, unas veces en coalición y otras en solitario, ha logrado el gobierno de la Generalita­t o las consejería­s clave desde el que ha impuesto su programa ideológico, siempre ha gestionado la consejería de Educación, y ha ido consolidan­do sus posiciones. Pese a todo, no ha conseguido superar nunca el 50% de los votos emitidos, y, por tanto, su gobierno no ha sido el representa­tivo de la mayoría de los catalanes.

Es, por tanto, el momento de iniciar el debate para que los catalanes nos dotemos de una ley electoral propia y representa­tiva de nuestra diversidad territoria­l e ideológica que deje de favorecer los intereses de la minoría independen­tista que la ha utilizado para abocarnos al declive económico y la fractura social. JAIME GIL ALUJA ES PRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y FINANCIERA­S

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain