ABC (Galicia)

Joaquín Sabina, «superado por los nervios y la emoción» en Madrid

Abandonó el escenario del WiZink Center tras más de una hora. No se prevé devolver el dinero de las entradas

- HELENA CORTÉS MADRID

«Si alguien les cuenta que envejecer es fantástico, mienten como bellacos. Envejecer es una mierda. Pero después de pisar los escenarios de Londres, México, Argentina... lo único que le rejuvenece un poco a uno es sentir esos nervios que se pasan cuando subes al escenario en Madrid», se confesaba Joaquín Sabina el sábado ante los más de quince mil parroquian­os que abarrotaro­n el WiZink Center para ver uno de los últimos conciertos de la gira «Lo niego todo». La frase fue premonitor­ia. El Bob Dylan español (a su pesar) empezó emocionadí­simo, al borde de las lágrimas, su recital con «Yo me bajo en Atocha», su particular homenaje a la capital. Pero no pudo terminarlo. Tras más de una hora de concierto, y durante «Y sin embargo», el artista cogió su guitarra y abandonó el escenario. Salió del ruedo con el bombín por montera. «Joaquín se ha quedado mudo, tiene una afonía y no va a poder seguir el concierto», anunció por megafonía su equipo ante un público que enmudeció como su ídolo. Sabina ni pudo salir a despedirse.

«Él está bien, pero mudo. Hoy está en su casa, no está de clínicas ni nada», explicaba ayer a este diario su mánager, José Navarro «Berry». «El problema es que le pudieron los nervios, la cabeza, la emoción. Que a un artista de su categoría se le haga un nudo en el corazón..», añadía. Sabina ya había lanzado el primer aviso minutos antes de lanzarse a cantar «De Purísima y oro», una de sus favoritas, que se la dedicó a sus hijas, a sus suegros y a sus sobrinas nietas. «Muchas veces donde uno quisiera estar mejor y dar el alma, por motivos físicos y espiritual­es no puede. No están viendo hoy un buen concierto por mi parte», decía tras una ovación que pareció eterna. «Muchas gracias y benditos sean», agradecía el artista. Entonces tenía la intención de seguir el concierto, y se entregó en su dúo previo a «Y sin embargo» con Mara Barros. Pero, como él mismo dijo, «hay días que se cruzan los cables del corazón y la garganta».

El genio de Úbeda había interpreta­do ya la mayoría de los temas de su nuevo disco («Lo niego todo», «Lágrimas de mármol», «Quién más, quién menos», «Sin pena ni gloria...) y había regalado los últimos minutos a su banda para que Jaime Asúa tocase «Seis de la mañana» y Antonio García de Diego hiciera lo propio con «A la orilla de la chimenea». «Llevan aguantándo­me muchos años más que cualquier chica», bromeaba Sabina. Quedaban clásicos como «Contigo», «Princesas», «Noches de boda» y «19 días y 500 noches». «Entiendo las quejas de la gente, pero hicimos más de hora y media de concierto. Hay quien considera que hay que rozar las tres, pero no se pudo», reconoce Berry. La decisión de devolver el dinero de las entradas no está en sus manos, aunque a priori no se contempla.

El final de la gira, en el aire

Lo que sí queda en el aire es el futuro de una gira que el propio Sabina calificó como «interminab­le». «Esto nos hace replantear­nos muchas cosas. Primero, que Joaquín descanse y luego hablaremos del tema», confirma Berry.

Sabina se quebró, sí. Y, sin embargo, se emocionó como nunca. Y, sin embargo, su público siguió aplaudiend­o. Y quiere continuar haciéndolo.

Su mánager «Está bien, pero mudo. Hoy está en su casa, no está de clínicas ni nada», decía ayer a ABC José Navarro «Berry»

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ISABEL PERMUY Joaquín Sabina, durante el concierto del sábado en Madrid

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