Solos o en compañía de otros
Pasadas las ocho de la mañana de ayer, fuera del alcance de las cámaras que le han seguido el rastro en los últimos días, Iñaki Urdangarin ingresó en la prisión de Brieva (Ávila), de cuyo módulo de hombres será el único huésped. El exduque de Palma no tendrá compañeros de celda ni patio, ni otra conversación que la proporcionada por los funcionarios encargados de vigilarlo y llevarle la comida. Próxima a Madrid, la cárcel de Brieva facilita las visitas, pero desde ayer es un monumento a la soledad de su único preso, aislado del módulo de mujeres y sin apenas espacio para hacer ejercicio físico. Más acompañado estará quien fue su socio en la Fundación Nóos, Diego Torres, también condenado a más de cinco años de cárcel por el Supremo. Vecino de Sant Cugat del Vallés, Torres ingresó a las cinco de la tarde en el centro penitenciario de Brians 2, de la localidad barcelonesa de San Esteban de Sasroviras, donde, antes de entrar, no tardó en escuchar las voces de sus nuevos compañeros. «¿Qué se siente?, ¿qué se siente?», le espetaron los presos al verlo llegar. Con capacidad para 1.500 reclusos, Brians 2 dispone de celdas dobles con ducha y cuenta con piscina, pista polideportiva, gimnasio y zonas de recreo ajardinadas. Y mucha compañía. A Urdangarin nadie le preguntó ayer, desde el interior de Brieva, qué se siente al entrar en la cárcel
A las cinco de la tarde de ayer Diego Torres, el exsocio de Iñaki Urdangarin en el Instituto Nóos, ingresaba en la cárcel Brians 2, en Sant Esteve Sesrovires (Barcelona). Con una bolsa negra de deporte en la mano, llegó acompañado de su abogado y fue recibido con gritos de «¡qué se siente, qué se siente!», procedentes del interior del centro penitenciario. Torres ha anunciado ya que pedirá el indulto y recurrirá al Constitucional su condena.