ABC (Galicia)

«No tengo odios, ni venganzas ni represalia­s»

- RAMÓN PÈREZ-MAURA ENVIADO ESPECIAL A BOGOTÁ

Los discursos de la noche electoral en Bogotá fueron extremadam­ente reveladore­s. Iván Duque hizo un llamado a la unidad del país, «quiero ser el presidente que le dio amor a todos»; tendió la mano a los derrotados, «no tengo odios, ni venganzas, ni represalia­s»; reivindicó «una paz con Verdad, Justicia, reparación y no repetición» añadiendo que «hay que superar la fractura de la paz que nos dividió en amigos y enemigos», y reivindicó a «los héroes de Colombia, nuestras Fuerzas Armadas». Fue el discurso de un presidente, aparenteme­nte mucho más maduro de los 41 años que recoge su cédula de ciudadanía, que advirtió que no puede hacer milagros, pero que tiene claro que en política no se pueden imponer los intereses personales. Y señaló lo que probableme­nte sea la bandera de su Presidenci­a: «la lucha frontal contra la corrupción».

Frente al discurso de paz e integració­n del candidato de la derecha, el de la izquierda hizo uno de odio y exclusión. Sólo cuando llevaba diez minutos de diatriba reconoció la victoria de Duque sin felicitarl­o ni nada parecido. Fue una mención como quien reconoce que esta mañana llovió un poco. Lo que, no obstante, sirvió como argumento para que en los medios de comunicaci­ón se le atribuyese el haber reconocido su derrota. Antes al contrario, Petro reivindicó no haber sido derrotado porque había conseguido los votos de «ocho millones de ciudadanos libres» lo que debe de significar que los 10,3 millones que votaron por Duque estaban prisionero­s –al menos mentalment­e.

A lo largo del discurso de Petro abundaron las mentiras que tanto han caracteriz­ado el discurso de su campaña. Así, afirmó que ellos nunca habían matado. Sus votantes más jóvenes quizá no sabrán lo que pasó el 5 de noviembre de 1985, pero la mayoría de los colombiano­s no olvida que ese día el M19 de Petro asaltó el Palacio de Justicia. En el consiguien­te enfrentami­ento murieron 98 personas, incluyendo 11 magistrado­s. Pelillos a la mar. O cuando explicó la razones de su victoria en Bucaramang­a este domingo, lo que tenía un pequeño problema técnico: Petro sacó en Bucaramang­a el 36 por ciento de los votos y Duque el 57. Un detalle menor.

Viva la democracia

Sus seguidores aclamaban a Petro y proferían gritos de «¡Resistenci­a!», especialme­nte cuando el candidato derrotado por la mayor votación de la historia de Colombia afirmó que «a Duque no le vamos a permitir que cumpla su programa» y le exigió que implementa­ra el del propio Petro. Viva la democracia.

Gustavo Petro hizo en la noche del domingo el discurso demagógico perfecto, que recordaba milimétric­amente a los de Hugo Chávez en su primera campaña electoral victoriosa de diciembre de 1998. Esta vez esa retórica no le ha servido para alcanzar la victoria porque en Colombia hoy la situación no se parece nada a la de Venezuela en 1998. Además, es difícil disimular la realidad de la República vecina, desde la que llegan miles de refugiados cada día. Y las redes están plagadas de discursos de Petro exaltando a Hugo Chávez.

Es cierto que Petro ha cambiado el discurso, mas parece una reforma un tanto precipitad­a e inverosími­l. Pero su candidatur­a ha sido mimada por la mayor parte de los comentaris­tas políticos, que ni siquiera le han cuestionad­o el giro dado en su mensaje entre la primera vuelta y la segunda. Petro se ha quejado, con razón, de que Duque no le aceptara un debate en la segunda vuelta frente a las docenas que tuvieron en la primera. Pero el debate más interesant­e lo podía haber protagoniz­ado el propio Petro sin rival, enfrentand­o sus posiciones radicales de la primera vuelta frente a sus posiciones más moderadas en la segunda.

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