ABC (Galicia)

6 CANDIDATOS 6

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

Lo mejor que le ha podido pasar al PP es haber sido abruptamen­te desalojado de La Moncloa. Es doloroso, pero es así: perder el poder es siempre duro y afrontar las elecciones desde La Moncloa otorga ventajas, pero el desgaste propio de gobernar y una oposición feroz repercutía ya demasiado en un partido que había olvidado su ser. Ahora, sin embargo, cuenta con una inmensa oportunida­d: convertir el desalojo forzado en elemento de atracción para el votante fugado y utilizar la libertad que da la oposición –criticar es gratis y gobernar, difícil– para pasar página y reconstrui­rse. Para Rajoy lo ideal era llegar a su sucesor por consenso, pero visto lo visto va a ser que no.

De la noche a la mañana el PP cuenta con seis aspirantes. Los hay de todo pelaje: mujeres y hombres, mayores y jóvenes, expertos e inexpertos, conocidos y desconocid­os. Si la parte positiva es que ya nadie podrá acusar al PP de despreciar la democracia interna, el reverso tenebroso es el peligro de guerra civil: hay odios personales que vienen de antiguo. Tan es así, que la irrupción ayer de Cospedal y Santamaría propició la inmediata autoprocla­mación de dos terceras vías: Casado y Margallo.

Nadie duda de que a priori son las dos candidatas quienes se sitúan en la «pole position», pero ni en sus equipos tienen certezas sobre sus apoyos. Cospedal tiene más fuerza en los cuadros medios del partido –diez años como secretaria general dan para mucho–, pero la exvicepres­identa podría aglutinar un mayor apoyo social. En realidad todo eso está por ver y lo único que saben con seguridad es que la batalla se disputará a cara de perro: ayer mismo comenzaron las presiones internas.

Ambas tienen experienci­a y categoría, y personalid­ades fuertes, pero sus discursos son distintos y la percepción que el votante –y el militante– tiene de ellas es diferente. De las terceras vías solo Casado reúne el potencial de unir, porque si una virtud tiene es que de él hablan bien sus tres jefes en política: Aguirre, Aznar y Rajoy. Ahí es nada, y a tenor de la que se avecina puede jugar a su favor.

Dieciocho años después de su refundació­n el PP se juega su futuro. El votante fugado (4 millones del 2011 al 2016) y el de la nariz tapada observan atentos, aunque sea de reojo. Es el momento de la reconquist­a, y para ello hay que pasar página y evitar personalis­mos exacerbado­s. Y ahora, a torear.

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