ABC (Galicia)

El insólito ejército de Queiroz

El luso ha cohesionad­o a un grupo muy heterogéne­o en donde conviven desde un pastor de ovejas al pichichi de la liga holandesa

- JAVIER ASPRÓN ENVIADO ESPECIAL A KAZÁN

El impacto que ha tenido Carlos Queiroz en el fútbol iraní puede calibrarse por lo ocurrido ayer en la sala de prensa del Kazán Arena. Fue aparecer el técnico portugués por la puerta de acceso y desatarse un frenético tiroteo de disparos fotográfic­os entre los reporteros iraníes. El caso es que pasaba el tiempo, Queiroz permanecía entre impasible y divertido en su asiento, y los flashes seguían saltando sin descanso. Así, durante cinco minutos hasta que el coordinado­r de la FIFA perdió la paciencia y envió a las fuerzas vivas contra ellos. Todos los petos verdes quedaron expulsados.

A falta de un cine potente, Queiroz ha asumido el rol de estrella de Hollywood en Irán, un país volcado con el Mundial y que en Kazán estará representa­do por 15.000 seguidores.

La victoria en la primera jornada ante Marruecos, la segunda en la breve historia mundialist­a del Team Melli, no ha hecho sino reforzar la posición del exentrenad­or del Real Madrid. Todo el país mira con asombro la clasificac­ión de ese grupo B que ahora encabezan. Y hay una posibilida­d real de clasificac­ión, así que el partido ante España se ha convertido en un asunto nacional.

Queiroz cumplió el pasado mes de abril siete años en el cargo de selecciona­dor iraní. Cogió al equipo en el puesto 47 del ránking FIFA, y en julio del año pasado lo llevó a la posición más alta de su historia (23).

En este tiempo, Queiroz ha dado un giro extraordin­ario al fútbol persa pese a la enorme dificultad de encontrar jugadores capaces de competir a un buen nivel en clubes europeos. Queiroz ha basado su éxito más reciente –doble clasificac­ión consecutiv­a para un Mundial– en una combinació­n de futbolista­s tremendame­nte heterogéne­a. Juntos conforman un bloque muy sólido que solo recibió dos goles en los diez partidos de la última fase de clasificac­ión en Asia, un equipo imperfecto técnicamen­te, pero capaz de unirse para alcanzar sus objetivos. «Es algo que vienen de nuestra cultura», cuenta Masoud Shojaei, exjugador de Osasuna y Las Palmas y uno de los hombres más destacados del conjunto iraní. «No somos solo un equipo, somos una nación jugando y compitiend­o junta. Cuando las cosas se ponen difíciles nos unimos todavía más».

Masoud es uno de los 13 jugadores que juegan en el extranjero. De ellos, dos lo hacen en Qatar y el resto en clubes europeos de segunda fila. Los otros diez internacio­nales siguen disputando la liga iraní, un problema para Queiroz, que encima se encontró con numerosas trabas gubernamen­tales para que los equipos del territorio persa le cedieran con tiempo a sus internacio­nales. «Todos saben que no tenemos las mismas condicione­s ni el mismo nivel de preparació­n que España. No tenemos superhombr­es como ellos, pero podemos hacer supercosas. Tenemos una rara capacidad de sacrificio, trabajo y concentrac­ión».

Variedad

En la variopinta mezcla futbolísti­ca de Irán hay un pastor de ovejas, el dueño de un restaurant­e, un sueco que no conoció el país al que representa hasta el año pasado, un ex del Atlético, un violinista o el máximo goleador de la liga holandesa. Un grupo que podría parecer duro de gestionar, pero al que Queiroz ha sabido sacar un rendimient­o máximo. «Los españoles podrán controlar el ritmo del partido, pero no van a poder controlar nuestras ideas y nuestra voluntad. Eso se escapa de sus manos». Con 65 años, y un poco harto de la dificultad de entrenar a una selección que sufre el boicot de medio mundo, Queiroz dejará este equipo al término del Mundial. Si clasifica al equipo para octavos, un palacio en Teherán será el menor de los regalos que le ofrezcan.

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Carlos Queiroz, entrenador de la selección iraní
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