ABC (Galicia)

«Los hijos de los mártires», con la selección saudí

Los huérfanos de los militares que perdieron la vida en Yemen reciben todo tipo de atenciones por parte del gobierno, que considera a sus padres unos héroes

- HUGHES ENVIADO ESPECIAL A RUSIA

Los niños que mañana saldrán de la mano de los jugadores de Arabia Saudí tienen una historia detrás. Se les conoce en su país como «los hijos de los mártires»; son los huérfanos de los militares saudíes que han perdido la vida en Yemen y viajan invitados por su gobierno para vivir el Mundial junto a la selección.

Khaled, tío de dos de ellos, un niño y una niña que no superan los diez años, muestra orgulloso la foto de su hermano fallecido. «La vida es así. Yo perdí a mi padre en la guerra y ahora ellos pierden al suyo», y hace el gesto de una explosión. Su hermano, militar como él, formaba parte de las tropas saudíes que participan en la guerra de Yemen, un conflicto que afecta a la mayoría del mundo árabe.

Su hermano es considerad­o un héroe. El gobierno da a la familia un millón de riyales y se encargará de que nada le falte a los niños. «Los mejores colegios, las mejores cosas. Alto nivel».

Khlaed enseña ahora la foto de un reloj ensangrent­ado. Lo llevaba su hermano al morir y Khaled lo tiene colgado en sus redes sociales. «Me han ofrecido cientos de miles de riyales por él. Pero no lo vendo». Los militares muertos reciben la más alta considerac­ión social y sus hijos todas las atenciones. Acompañar a la selección es una más.

En el hotel aparecen mujeres con largos nicab, figuras de negro entre hinchas de todo el mundo. La mujer ya puede conducir en Arabia Saudí. Es una de las medidas de liberaliza­ción que ha introducid­o el heredero Mohámed bin Salmán. Su foto con Putin dio la vuelta al mundo y no es casual. Además de haber estrechado lazos con Donald Trump, ha mejorado su relación con Rusia.

«Arabia sube», dice Khled haciendo el gesto del avión que despega. «Las mujeres ya pueden conducir, y ha sido darles permiso y ponerse todas a hacerlo. A cambio de eso hay reglas más duras. Es inteligent­e. Antes, la multa por saltarte un semáforo rojo era una, ahora es mucho más alta», y dice una cifra exorbitant­e. La liberaliza­ción acompañada de orden complace a Khaled, que abre los ojos para analizar lo que ha visto de Rusia. «Este país es distinto de lo que yo esperaba, además es muy económico», algo que en realidad repiten todos los visitantes.

Khaled no mira el fútbol. En su conversaci­ón se mezcla la religión y la tecnología. Su pasión son los viajes en el Tiempo. Habla de Stephen Hawking y de los dictámenes de sabios musulmanes que admiten el viaje temporal. Con sus dos manos y un inglés básico explica la relativida­d del tiempo mientras sus sobrinos corretean por el hotel, mimados por el personal. A primera vista nadie imaginaría la razón de su estancia en Moscú.

Khaled, que ronda los 30 años pero habla como si tuviera muchos más, acepta sin quejarse la guerra y sus consecuenc­ias. «Los del Daesh no son musulmanes. Según ellos yo soy un pecador por afeitarme. Si nos vieran a ti y a mí aquí nos cortarían la cabeza. Claro que a ti primero», y señala mi cerveza.

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EFE La selección de Arabia Saudí escucha el himno con «los hijos de los mártires»
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