ABC (Galicia)

La importanci­a de un rey

- SALVADOR SOSTRES

El Rey partió ayer a Mallorca tras la celebració­n oficial de la Fiesta Nacional. Es así como un rey muestra su cercanía y su liderazgo y no con vídeos domésticos como si fuera un de la Reina Letizia diciéndole a su hija que «soplara» para no quemarse con la sopa fue el más inquietant­e monumento al gusto pequeño burgués. ¿Soplar? En casa no hemos soplado nunca. ¿Qué nos queda si la Princesa sopla? Estampar el plato en la pared –o pedir los huevos de segundo–. La auténtica cercanía la encarnó Felipe VI ayer estando con los mallorquin­es. Ésta es la importanci­a de un rey, el poder curativo de su presencia y su proyección simbólica.

La modernidad de un rey no consiste en ir a la moda, en tratar de gustar o en parecerse a la gente. Hacer concesione­s no es real. La moda es lo contrario de lo que permanece y el único tiempo de la monarquía es la eternidad. Los ídolos del pop-rock hacen cualquier cosa por gustar y los Lo reyes sólo gustan cuando aguantan, prevalecen y guían a su pueblo más allá de las tinieblas. Isabel Windsor ha dedicado su vida entera a servir a los británicos y su índice de aprobación es el más apabullant­e que jamás un monarca haya tenido.

El Rey Felipe estuvo cerca de su pueblo –también y especialme­nte, valga la redundanci­a, de la mayoría de los catalanes– con su discurso memorable el 3 de octubre del año pasado, tal como ayer lo estuvo –y no sólo de los mallorquin­es, sino de todos los españoles– acudiendo a Mallorca a interesars­e por los damnificad­os del temporal. Su presencia real fue balsámica, portadora de esperanza. Ofreció altura moral, aliento, la confianza en nuestras capacidade­s cuando estamos tan desolados que olvidamos que, pese a no desear ni provocar la confrontac­ión con el mal, medimos nuestra fuerza cuando esta confrontac­ión llega y nuestra fuerza podría ser ilimitada.

No es que ayer el Rey mostrara su «perfil humano», como dicen las cursis etiquetas de la corrección política, tan blandengue­s, tan estúpidas. Lo que el Rey mostró ayer fue la Corona, con toda su profundida­d y todo su esplendor, con todo su sentido, cumpliendo con su deber, que no es otro que el de liderar a su pueblo en su esfuerzo por mantenerse fuerte, unido, seguro y libre. CASA S.M. EL REY/FRANCISCO GÓMEZ

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