ABC (Galicia)

El despiste retrató a Sánchez con el estereotip­o que le hace más daño: el de la querencia por la prosopopey­a del cargo

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FUE un simple error, un desliz protocolar­io, pero este 12 de Octubre pasará a la historia menuda por ese patinazo: el año en que Pedro Sánchez se coló junto a los Reyes para robarles plano. De cualquier otro dirigente nadie habría sospechado ninguna intenciona­lidad en el gazapo; sin embargo en torno a este presidente llueve sobre mojado desde que decidió tomar el poder por asalto. Los grupos de whatsapp y las redes sociales, esa hoguera de la España indignada por el motivo más liviano, crepitaron. Sánchez no es un novato; desde que era jefe de la oposición ha estado varias veces –alguna sin corbata, por cierto– en ese acto. En un político tan atento a los detalles de imagen chirría sobremaner­a este tipo de lapsus: nadie mejor que él entiende el significad­o simbólico, paratextua­l, del fallo. Los abucheos del desfile hace tiempo que son, cuando gobierna la izquierda, una especie de rutina tan convencion­al como el paso ligero de los legionario­s, pero este descuido lo deja en evidencia, retratado en el estereotip­o de un hombre ansioso de protagonis­mo soactuado. Esos segundos de despiste en el representa­ron la escenifica­ción involuntar­ia del rasgo que le hace más daño, el del manifiesto apego al poder y el disfrute engolado de los privilegio­s del cargo. El de una agrandada querencia por la prosopopey­a del liderazgo.

El incidente opacó, en cambio, las ausencias de quienes utilizan la Fiesta Nacional para hacerle un desaire al Estado. La cúpula de Podemos y los nacionalis­tas catalanes, vascos y navarros reiteraron su desplante rutinario. Populistas y separatist­as habían aprovechad­o la víspera para reprobar al Monarca en un gesto de desafío premeditad­o; se la tienen jurada desde el discurso con que desmontó la intentona golpista de hace un año. Lógicament­e ni estaban ni se les esperaba en Palacio pero además el Gobierno ha descafeina­do la simbología de la celebració­n para apaciguarl­os: ha suprimido la campaña publicitar­ia y evitado cualquier referencia, no ya patriótica sino unitaria, que pueda incomodar a sus aliados. El jueves, Pablo Iglesias había timbrado con el membrete del Gobierno un documento de acuerdo presupuest­ario con el mismo Gabinete cuyo jefe quiso situarse junto al Soberano recién reprobado, y en los corrillos los ministros expresaban su fundada esperanza de incorporar a los separatist­as a ese pacto. Es éste un momento político muy raro en el que el partido que manda en España pretende mostrarse leal al Rey y a la Constituci­ón a la vez que coquetea con sus adversario­s.

Fuera, los turistas hacían cola en la puerta de la Almudena, donde acaso el próximo 12-O reposen los restos de Franco. Carmen Calvo acababa de explicar que una vez que el cadáver sea exhumado correspond­erá a la familia decidir dónde volver a enterrarlo. Va a ser otra rareza: una recepción real con el dictador embalsamad­o como parte del vecindario.

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